(…) las historias de autonomías y luchas registradas en este libro nos permiten ver que la realidad del presente contiene el futuro como un amplio rango de posibilidades y que la selección de una posibilidad entre varias no está prescrita de manera determinista en tendencias del presente que podríamos imaginar. Más bien, vemos que existe un conflicto entre las posibilidades emergentes y el paradigma dominante, entre la potencia y el poder que estructura el presente como una prescripción, excluyendo, erradicando e invisibilizando otras posibilidades. Por eso, para comenzar a socavar el punto de vista desde el cual el colonialismo —culpable también del cambio climático, como ya se ha demostrado— hace sentido, y partiendo de la idea de que la descolonización no es un intento por regresar a un pasado precolonial idealizado y pastoral o a una subjetividad precartesiana, y de que los experimentos utópicos del siglo xx para vivir en comunidades fuera del capitalismo fracasaron, propuse estos “ejercicios de imaginación radical”. Tales ejercicios impugnan el orden social para romper con la separación entre la producción y la reproducción de la vida cotidiana, de las condiciones materiales y su realización. El objetivo no es la puesta en crisis del monopolio de las decisiones sobre los asuntos fundamentales de lo público en manos de la élite ni cimbrar su legitimidad, sino, más bien, reimaginar la vida colectiva a partir del desplazamiento de la centralidad del Estado y el poder instituido como sitios de lo político y de las corporaciones como el pilar del sustento de las vidas.
El libro que os acercamos en esta ocasión, Envíos desde otros mundos posibles (Ejercicios de imaginación radical), Irmgard Emmelhainz (Bajo Tierra Ediciones, 2023) es de esos textos que es difícilmente clasificable. Para empezar, porque tiene dos partes muy distintas (o no tanto). La primera parte y principal (al menos por extensión, ya que supone dos terceras partes del texto) es ficción política, aunque no tanta ficción. Porque en ocasiones, el futuro desde el que nos habla, solo se puede entender recordando el actual presente, al que nos lleva de la mano por la guía del pasado. Y aunque es ficción, hay mucho más de realidad de lo que parece, incluso en nombres y situaciones (para quienes no conocemos con detalle la realidad mexicana, se puede comprobar con la ayuda de un buscador), y muchos beberes de mundos reales muy diversos:
A través de ficciones cortas y medianas inspiradas en la ciencia ficción clásica (Philip K. Dick, Margaret Atwood) y más reciente (Octavia Butler, Sue Burke, Reza Negarestani), así como en literatura sobre los pueblos indígenas de México y sus luchas políticas (Rosario Castellanos, Héctor Aguilar Camín, Carlos Montemayor) imagino nuevas formas de producción, de relaciones sociales y económicas, en una mezcla del aspecto especulativo de la ciencia ficción —dejando a un lado la dictadura de la automatización como la causa del destino amargo de los humanos—, la intensificación de ciertos rasgos o prácticas del presente yuxtapuestos con conceptos y prácticas como el Ubuntu sudafricano, la comunalidad oaxaqueña, la filosofía de las cooperativas urbanas que venden de manera independiente cosechas de alimentos, policías comunitarias, nuevos modelos legislativos que combinan la iniciativa privada con la pública —las Zonas de Desarrollo Económico y Social (zodes) o las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (zedec), como Santa Fe—, la lógica de paranoia tras comunidades amuralladas, la forma en que se legislan Christiania, el barrio autónomo de Copenhague y otros squats europeos, Auroville, la comunidad experimental en el sur de la India, o las comunidades indígenas de México a partir de la ley de usos y costumbres, por ejemplo, Ostula y los Caracoles zapatistas. Mis ejercicios de imaginación radical son especulativos, utópicos, descabellados, crudos, violentos y contradictorios. Su objetivo es imaginar el camino hacia la autonomía para decidir los procesos de desarrollo territorial, la regulación del uso del suelo y la administración de los comunes, con la meta de producir la vida de manera comunitaria con base en la dignidad, la autonomía y la capacidad de cooperación y ayuda mutua. Sobre todo, pretendo poner en cuestión el obsoleto aparato del Estado-nación, que no es más que el operador de los intereses corporativos del capitalismo absolutista y el extractivismo que están poniendo la extinción masiva del planeta y el cambio climático en esteroides.
Pero veamos un ejemplo de la imaginativa manera en que la autora sabe unir experiencias de lucha de distintas zonas y momentos del mundo, y hacerlas coincidir en una proyección futura que parte de una realidad concreta:
El helicóptero de la policía flota sobre el campamento; su sonido metálico rugiente parece no ceder; en la noche, su dedo divino de luz penetra nuestras cabañas y casas de campaña. Su presencia nocturna diaria nos ha hecho difícil dormir las últimas dos semanas. Hasta dormir es un crimen en la Zona de Defensa de Atenco. La zda abarca 4 000 hectáreas de territorio autónomo y existe desde hace 20 años. En 2006 logramos detener un desalojo; las autoridades nunca han querido establecer un diálogo ni mesas de negociación. La zda es habitada por activistas radicales y gente originaria de la zona organizades en contra de la construcción del megaproyecto de muerte llamado Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. La premisa de nuestra ocupa es que “sólo el territorio habitado puede defenderse”. Hace cuatro años, la zda fue violentamente desalojada por 4 000 granaderos, vehículos blindados, excavadoras, balas de goma, drones, granadas de gas y bombas de sonido. Inmediatamente después del desalojo, las autoridades procedieron a construir el proyecto del aeropuerto. Los habitantes de la primera zda nos dispersamos, hicimos otras vidas mientras los constructores lograron avanzar el 70% de la construcción del aeropuerto, hasta que el nuevo gobierno decidió cancelar el proyecto. Sin embargo, el daño medioambiental ya estaba hecho, la gente despojada, la zona violentada. Pocos meses después de que se paró la construcción, los antiguos habitantes de la zda regresamos a crear el laboratorio más grande de los comunes urbanos en América Latina dentro del esqueleto del aeropuerto a medio construir: en un par de años establecimos 400 espacios habitacionales con milpas, jardines de plantas medicinales, una granja para producir huevo, una pequeña fábrica de queso, un taller de producción de pasta, un alambique artesanal.
Si la primera parte nos sorprende y encandila por su imaginación y capacidad de combinar realidades tan diversas, la Segunda Parte, titulada Llamado urgente a ejercer la imaginación radical, nos parece toda una sugerente propuesta para la transformación político social en los tiempos actuales.
Comenzamos descubriendo que más allá de su demostrada capacidad de imaginación, es mayor todavía su capacidad de observación sin dejarse arrastras por las visiones interesadas de la realidad que se nos tratan de imponer: