En Errekaleor las paredes hablan (Foto de Mikel Urabaien Otamendi)
La crisis creciente del modelo de democracia liberal ha posibilitado la emergencia de modelos alternativos. Uno de los más novedosos ha sido el de la democracia comunal, que se postula como una propuesta antagónica a las perspectivas dominantes. Frente a la representatividad y el sujeto liberal reivindica un sujeto comunitario que se autogobierna. En esta investigación, se realiza un análisis de la experiencia del barrio autogestionado Errekaleor, situado en la ciudad de Vitoria-Gasteiz (País Vasco), en donde se está intentando desarrollar un modelo de democracia de carácter comunal. La metodología utilizada es de carácter etnográfico, con gran peso de la observación y de las entrevistas en profundidad. Entre los principales hallazgos destaca el germen de un modelo alternativo en el que destacan prácticas de autogobierno, autogestión y de cuidado mutuo.
El párrafo que encabeza esta entrada es el resumen del texto escrito por Luis Miguel Huarte Pozas y Saúl Curto-López, ambos investigadores sobre procesos de democracia comunal, y Saúl Curto uno de los principales impulsores de esta propuesta, tanto en Euskal Herria, como a nivel internacional. En este caso, el trabajo de los autores se centra en una experiencia comunal en marcha en Euskal Herria desde hace 10 años, la de Errekaleor, a la que, por mucho que su presencia se nos comience a hacer como habitual y por ello nos sorprenda menos, haríamos bien en no perder la referencia de toda su importancia y potencial transformador. El resumen breve de esta experiencia en plena capital vasca y su situación actual, en palabras de los autores:
la falta de apoyo institucional provocó el deterioro de algunos barrios populares y el vaciamiento progresivo de estos, como ocurrió en el barrio de Errekaleor. En este contexto, se da la ocupación de Errekaleor en la segunda década del actual siglo. Concretamente, en el año 2013, un grupo de estudiantes ocupa varias viviendas del barrio con un doble objetivo: por un lado, dar una respuesta a la necesidad de vivienda para la juventud; por otro lado, crear un proyecto de convivencia de carácter comunitario, antagónico al modelo dominante anclado en la lógica capitalista e individualista. A partir de ideas alternativas como autogobierno, autogestión, etc., van configurando una experiencia que pretende ser un modelo diferente de gestionar lo político y lo económico, poniendo la lógica comunitaria en el centro.
Lo relevante, además del carácter político-económico alternativo ya citado, es la dimensión de la experiencia, ya que la ocupación espacial va más allá de las habituales ocupaciones de un edificio de viviendas. En este caso, se ha producido la ocupación de un barrio en su totalidad, con todos sus edificios y espacios aledaños, lo cual supone un control territorial notable. Actualmente, en Errekaleor viven alrededor de 120 personas que ocupan 16 bloques de viviendas con 32 portales. El barrio, además de las viviendas, dispone de dos plazas públicas, una casa de cultura, una biblioteca, una ludoteca, un cine, un centro juvenil (“gaztetxe”), un frontón, un bar y una imprenta. Alberga además tierras donde se han impulsado proyectos comunitarios de producción agrícola. 1 Tras una década de existencia, Errekaleor se ha convertido en un laboratorio social muy sugerente donde se están ensayando nuevos modos de convivir, de practicar la democracia y de concebir la comunidad.
La investigación sobre la práctica de “poder popular” en Errekaleor la realizan los autores mirando desde la perspectiva de una forma concreta de entender ese poder:
La idea del “poder popular” implica la transferencia de poder hacia los sectores populares desprovistos históricamente de poder: “[L]as clases subalternas se transmutan en célula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza” (Mazzeo y Stratta 2007, 11).
El nuevo modelo de poder exige un nuevo sujeto que ejerza de protagonista en el día a día a la hora de tomar decisiones de todo tipo. Este nuevo sujeto sería el “sujeto popular” o “sujeto comunal”, un sujeto antagónico al sujeto “individual-liberal” y a los sujetos colectivos que detentan habitualmente el poder en los regímenes representativos (Mazzeo y Stratta 2007, Curto-López 2021).
La nueva arquitectura del poder necesita, a su vez, de una estructura y unos mecanismos específicos para que el despliegue del poder comunal sea efectivo. Frente a la clásica estructura de gobierno de los regímenes representativos, se aboga por una estructura basada en la idea de “autogobierno” (Bookchin 2019, Iglesias 2021). Esto supone que el sujeto comunitario ejerce directamente el poder, en clave de democracia directa, sin mediaciones ni representaciones. La nueva estructura garantiza el protagonismo del nuevo sujeto en términos de participación, deliberación y toma de decisiones (Tapia 2007, Rauber 2016).
La económica es otra de las dimensiones que la democracia comunal integra en su cosmovisión y alude a aquellas variables que están relacionadas con la constitución de un modelo económico alternativo al dominante (Cattani 2004, Coraggio 2016c). En esta propuesta teórica le damos relevancia a tres cuestiones que consideramos sumamente relevantes: por un lado, un nuevo concepto de economía; por otro, una estructura coherente con dicho concepto y, por último, un modelo alternativo de cuidados.
Un sistema económico alternativo necesita una concepción teórica alternativa. En este caso, la democracia comunal reivindica el concepto de economía comunal o comunitaria (Azzellini 2010, Álvarez 2011, Andrade et al. 2014) frente a los conceptos de economía capitalista y de economía estatizada-centralizada. La economía comunal sería un sistema que se funda sobre la “propiedad y la gestión directa por parte de las comunidades organizadas” (Álvarez 2011, 54).
(…) La tercera dimensión de la democracia comunal es la dimensión espacial y se refiere a todos aquellos aspectos que tienen que ver con el control del territorio y con el uso que se le da a éste. En este trabajo nos interesan específicamente dos aspectos: el modelo de apropiación del territorio y la capacidad de expansión territorial.
El modelo de apropiación del territorio alude a dos cuestiones fundamentales: quiénes controlan el espacio y qué tipo de uso hacen de éste. La democracia comunal considera que el control territorial debe ejercerlo la comunidad y debe tener como horizonte el “bien común” de quienes habitan en ella (Manzanal 2014, Blanco et al. 2014). Esto significa la expropiación del espacio a los agentes que antes lo controlaban y que tenían como fin la explotación lucrativa del territorio (Harvey 2018).
La democracia comunal aspira a que experiencias locales de carácter micro vayan creciendo, apropiándose de más territorio, colonizando en clave emancipatoria más espacio y poniéndolo al servicio de los intereses comunales. La disputa con el capital y con su Estado es de carácter global (Coraggio 2016a), por lo que resulta vital ampliar el control territorial.
Aterrizando este concepto en la realidad de Errekaleor, señalan: