Cuando el EZLN era tan sólo una sombra arrastrándose entre la niebla y la oscuridad de la montaña, cuando las palabras “justicia”, “libertad” y “democracia” eran sólo eso: palabras. Apenas un sueño que los ancianos d1e nuestras comunidades, guardianes verdaderos de la palabra de nuestros muertos, nos habían entregado en el tiempo justo en que el día cede su paso a la noche, cuando el odio y la muerte empezaban a crecer en nuestros pechos, cuando no había más que desesperanza. Cuando los tiempos se repetían sobre sí mismos, sin salida, sin puerta alguna, sin mañana, cuando todo era como injusto era, hablaron los hombres verdaderos, los sin rostro, los que en la noche andan, los que son montaña, y así dijeron: “Es razón y voluntad de los hombres y mujeres buenos buscar y encontrar la manera mejor de gobernar y gobernarse, lo que es bueno para los más para todos es bueno. Pero que no se acallen las voces de los menos...
Así nació nuestra fuerza en la montaña, el que manda obedece si es verdadero, el que obedece manda por el corazón común de los hombres y mujeres verdaderos.”
(EZLN, 1994)
Por todo lo anterior reiteramos que el cuidado de la vida y de la dignidad, es decir la resistencia y la rebeldía desde abajo y a la izquierda, es nuestra obligación a la que sólo podemos responder de forma colectiva. La rebeldía pues, la construimos desde nuestras pequeñas asambleas en localidades que se conjuntan en grandes asambleas comunales, ejidales, en juntas de buen gobierno y en acuerdos como pueblos que nos unen bajo una identidad. En el compartir, aprender y construir de los que somos el Congreso Nacional Indígena nos vemos y sentimos en nuestros dolores, descontento y en nuestros fundamentos ancestrales.
Para defender lo que somos, nuestro caminar y aprendizaje se han consolidado en el fortalecimiento en los espacios colectivos para tomar decisiones, recurriendo a recursos jurídicos nacionales e internacionales, acciones de resistencia civil pacífica, haciendo a un lado los partidos políticos que sólo han generado muerte, corrupción y compra de dignidades, se han hecho alianzas con diversos sectores de la sociedad civil, haciendo medios propios de comunicación, policías comunitarias y autodefensas, asambleas y concejos populares, cooperativas, el ejercicio y defensa de la medicina tradicional, el ejercicio y defensa de la agricultura tradicional y ecológica, los rituales y ceremonias propias para pagar a la madre tierra y seguir caminando con ella y en ella, la siembra y defensa de las semillas nativas, foros, campañas de difusión y actividades político culturales.
Ése es el poder de abajo que nos ha mantenido vivos y es por ello que conmemorar la resistencia y rebeldía es también ratificar nuestra decisión de seguir vivos construyendo la esperanza de un futuro posible únicamente sobre las ruinas del capitalismo.
En estos días se cumplen 29 años del inicio del levantamiento zapatista, y aunque no sería de extrañar que las compas se sirvan de esta fecha para hacernos llegar nuevas reflexiones o propuestas, queremos aprovechar la ocasión para reiterar nuestra admiración hacia la revolución zapatista, solo menor que nuestro agradecimiento por las migas (¿o mejor mingas?) que han sembrado en el camino para todas aquellas que sigamos empeñadas en transitar por él manteniendo la esperanza de un futuro posible únicamente sobre las ruinas del capitalismo. Pero ¿realmente conocemos el sentipensar zapatista?
Lejos de nuestra pretensión esbozar un resumen de lo que suponen esas migas, nos vale el que recoge Raúl Zibechi en un reciente artículo de opinión:
El zapatismo ha conseguido romper las ataduras que había entre revolución y guerra y, en el mismo proceso, ha extirpado de la revolución sus adherencias estatistas, para dejar su núcleo intacto: recuperación de los medios de producción y de cambio, creación de nuevas relaciones sociales y de poderes no estatales. Las autonomías son el camino, tanto para resistir la guerra de despojo como para afirmarse como pueblos que se autogobiernan.
Pensamos que, como señala el título del artículo de Zibechi, la escasa atención que las propuestas revolucionarias vascas, y en general las europeas y occidentales le dispensan a la revolución zapatista, tiene que ver en gran medida con el Mirar sin ver, pensar sin sentir: límites del eurocentrismo. Por eso el autor uruguayo señala que:
El zapatismo ha conseguido romper las ataduras que había entre revolución y guerra y, en el mismo proceso, ha extirpado de la revolución sus adherencias estatistas, para dejar su núcleo intacto: recuperación de los medios de producción y de cambio, creación de nuevas relaciones sociales y de poderes no estatales. Las autonomías son el camino, tanto para resistir la guerra de despojo como para afirmarse como pueblos que se autogobiernan.
Es cierto que las izquierdas europeas y también las latinoamericanas se han quedado sin política, sin propuestas concretas ante la guerra. Pero los pueblos de este continente, expertos en sobrevivir a las guerras de despojo, están tomando caminos inéditos, como lo hacen los mapuches, los nasa y misak, las decenas de pueblos amazónicos y los pueblos negros y campesinos para afrontar esta guerra. Comienzan a colocar la autonomía en un lugar central de sus construcciones y reflexiones, algo que al parecer escapa a los intelectuales de ambos lados del océano.
(…) Los eurocentristas creen comprender lo que sucede en América Latina y consideran nuestras luchas como “laboratorios” que confirmarían sus elucubraciones. Algunos de ellos se sienten “teóricamente desarmados” frente a la guerra, pero no quieren aprender de las experiencias de pueblos que sobreviven a cinco siglos de masacres y exterminios. Sólo atienden la producción teórica de las academias y de las izquierdas que se referencian en los estados-nación, o sea, a la colonialidad del poder.
Me parece necesario reflexionar sobre cómo los pueblos de raíz maya organizados en el EZLN han desarticulado el matrimonio revolución-guerra, que tantos daños nos hizo en el pasado inmediato, y tan malos resultados obtuvo.
Ya no es posible ignorar quiénes fueron exterminados en las guerras centroamericanas, y cómo las vanguardias se reposicionaron en la legalidad, abandonando a los pueblos que usaron (sí, usaron) para su guerra “revolucionaria”.
Y es que la mirada y el sentimiento de las compas asienta sus raíces en terrenos muy poco explorados por un prácticamente inexistente sentipensar occidental, como se ve claramente en estas palabras del EZLN: