Desde hace ya unos cuantos años un grupo de mujeres
militantes y teóricas (Lucía Linsalata, Mina Loreno Navarro y Raquel Gutierrez)
vienen desarrollando una intensa labor desde el Área de Entramados Comunitarios
y Formas de lo Político, Posgrado de
Sociología, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de
la BUAP, de la que van surgiendo reflexiones, críticas y propuestas de análisis
de lo más sustancioso, “sobre un conjunto
de cuestiones y temáticas relacionadas con una particular forma de concebir la
transformación social, aquella que señala a la capacidad de los pueblos y de
los colectivos organizados de autogobernarse y autorregular la vida social como
el epicentro de una política de emancipación”.
Uno de esos trabajos es el elaborado por Lucía Linsalata,
titulado Repensar la transformación
social desde las escalas espacio-temporales de la producción de lo común y
que, aun publicado hace un tiempo, ha servido de pretexto para que el nunca
suficientemente reconocido “pedagogo de las ondas” (lleva casi dos décadas
intentando acercarnos la parte más potable pero más invisible de la “academia),
“profesor Arkadio”, la haya en este 2023 invitado a charlar en su “La linterna
de Diógenes”. El resultado de esa conversación son dos audios que hoy acercamos
a este blog y que, a nuestro humilde entender, son toda una joya, pues a lo
largo de ellos podemos oír no solo una impugnación del “pensamiento radical y
revolucionario” tanto de las antiguas izquierdas, como de gran parte de ellas,
sino una apuesta decidida por otro tipo de proceso, que tiene como vereda
principal la transformación social que impulsan las experiencias (pasadas y
actuales) de transformación social centradas en la producción de lo común y
sustentadas en la autoorganización y autogestión comunitaria. De verdad que no
tienen desperdicio.
La primera parte de “Repensar la Transformación Social” se
centra en analizar lo que denominan “La falacia del modelo, del sujeto y de la
política”, y comienza con el siguiente párrafo extraído del texto de Linsalata:
Una de las principales formas en las que se
suelen disminuir las posibilidades de transformación social anidadas en nuevas
y viejas experiencias de autoorganización y autogestión social centradas en la
producción de lo común, es la de hacer énfasis en el carácter supuestamente
local, parcial o efímero de dichas realidades y en sus límites a la hora de
pensar una transformación general de la sociedad ante los ritmos vertiginosos y
el aplastante tamaño de la explotación y el despojo capitalista. En el sentido
común de una parte significativa de la izquierda que se define a sí misma
anticapitalista, las multiplicidades de experiencias de producción de lo común,
que siguen proliferando a lo largo y ancho del planeta, no dejan de ser
realidades demasiado pequeñas frente al tamaño descomunal de la dominación; no
dejan de ser un bello y quijotesco ejercicio político que no tiene, sin
embargo, la capacidad de impulsar procesos más amplios de transformación
social.
Sostengo que este difuso sentido común se
sostiene en una idea errónea de transformación social que ha llevado
reiteradamente a muchos sectores de izquierda a abordar el problema de las
escalas espacio-temporales de los procesos de autoorganización social que
suelen sostenerse en la producción de un común, de manera distorsionada y poco
útil para las luchas sociales.
Este es el primero de los audios
La segunda parte, centrada en “La cuestión de las escalas y
los entramados comunitarios populares”, nos la presenta el profesor Arkadio con
estas palabras:
Si en la primera parte hablábamos sobre algunas de las
falacias habituales de las izquierdas del siglo XX (falacia del modelo, de la
política y del sujeto...), e intentamos situar La Política y "lo
político" en sus respectivos lugares, en esta segunda parte intentamos
afinar aún más la mirada.
Y lo hacemos mirando hacia los entramados
comunitario-populares. Mirando abajo y hacia adentro. Hacia dentro de los
espacios, las organizaciones, estructuras, los entramados... Mirando hacia la
densidad, las formas, frente a los tamaños.
Intentando desentrañar qué sucede cuando nos centramos en
construir algo grande, capaz de crecer hacia a fuera, de ser visto desde fuera,
etc...Pero no tejemos bien desde dentro.
¿Qué es lo que permite construir contrapoderes? ¿Hacia
dónde tenemos que mirar?¿Qué horizontes? ¿estadocentricos o
comunitario-populares?... Pues de eso hablamos con Lucía Linsalata
He aquí el segundo de los audios
No os queremos quitar el placer de escuchar los contenidos
de la conversación (que nos ha parecido mucho más sustancioso que el propio
texto de Linsalata), pero para quienes dudéis de su posible interés, os dejamos
un par de ejemplos de párrafos del
escrito que os pueden servir de adelanto de algunas de las cuestiones que se
tratan. El primero, referente a la “falacia del modelo”:
Acabo de afirmar que detrás de aquel pensar
que nos lleva a disminuir sistemáticamente la potencia transformadora anidada
en una multiplicidad de experiencias de autoorganización social que se centran
en la producción de lo común se encuentra una noción falaz de transformación
social, una noción que Massimo de Angelis ha caracterizado como la «falacia del
modelo». ¿En qué consiste para este Angelis dicha falacia? Consiste en la idea
ampliamente difundida en la izquierda de que para sustituir el actual sistema
(o modelo) capitalista, otro sistema igualmente estructurado y «eficiente» u
otro modo de producción claramente definido tiene que estar listo para tomar su
lugar (De Angelis, 2014).
El problema con esta forma de pensar está en
el hecho de que la historia nos ha demostrado reiteradamente que las cosas no
funcionan así. De Angelis nos recuerda que las transformaciones en las relaciones
de producción y reproducción de la vida social no se dan a través de la
«aplicación» de modelos; sino que van emergiendo en los tiempos largos de la
historia, a través de procesos contradictorios, no lineales, que se definen a
partir de los flujos y reflujos de las luchas sociales, en una secuencia
compleja de «victorias» y «derrotas» por parte de las clases trabajadoras (De
Angelis, 2014). Dicho en otras palabras, la revolución social imaginada por
Marx, es decir, la posibilidad histórica de producir una transformación radical
de la totalidad de las relaciones sociales de producción y reproducción que
sostiene la sociedad dominante; la posibilidad de disolver las condiciones de existencia
impuestas bajo el capital para dar paso a la emergencia de otras sociedades, no
puede pensarse como un evento momentáneo o como una serie de victorias
políticas o la simple aplicación de un modelo alternativo (De Angelis, 2014);
sino que tiene que ser pensada y vivida como un proceso epocal de perturbación
crucial de los sistemas dominantes y de emergencia simultánea de nuevas
relaciones sociales de producción y reproducción de la vida colectiva; como un proceso
de larga duración histórica a lo largo del cual los procesos de erosión y
puesta en crisis de las relaciones dominantes se vean acompañados por la
emergencia de otro tipo de poder social que nos permita adquirir
progresivamente autonomía respecto al capital y, por tanto, existir de otro
modo.
El segundo, centrado en la cuestión de las escalas, es
decir, en el supuesto problema que el “localismo” de las experiencias
comunitarias puede suponer para su expansión:
(…) el problema real a la hora de pensar la
relación entre la expansión de lo común y el tema de la transformación social,
no descansa en el supuesto «localismo» de lo común, sino en la dificultad de
conservar la posibilidad de que una comunidad organizada de hombres y mujeres o
un conjunto de comunidades organizadas y articuladas entre sí en distintas
escalas, pueda seguir cultivando —bajo el ataque constante del capital— la
capacidad de proponerse fines compartidos; de reafirmar, una y otra vez, la
vigencia de los vínculos de cooperación y recíproca obligación que les permiten
realizar tales fines y de seguir haciéndolo, y expandiendo su actividad,
adentro de una escala espacio-temporal adecuada y proporcional al tipo de vínculos
que se están cultivando.
Puesto en estos términos, el problema
principal no es cuánto logramos crecer o qué tan rápido podemos hacerlo, sino
más bien cómo lo hacemos sin dejar de producir común, cómo lo hacemos sin perder
de vista los criterios de proporcionalidad y cercanía dictados por cada
contexto y cada coyuntura política, en la certeza de que la revolución social
no será ni mañana ni pasado mañana, sino que se está haciendo ya en muchos
lugares y que se estará haciendo cada día un poquito más... o un poquito menos.
Todo depende de la cualidad de las relaciones que logramos consolidar entre
nosotros y de las prácticas de articulación política que podamos consolidar
para reconducir, cada vez más, la reproducción de nuestras vidas a las escalas
espacio-temporales diversas, heterogéneas y proporcionales de lo común.
Todo depende de la posibilidad que tengamos
de asediar al capital a partir del afianzamiento de nuestra capacidad de
autodeterminar los espacios y los tiempos de nuestra vida práctica,
reconociendo colectiva y autónomamente los límites de lo que debería ser
aceptado y lo que debería ser excluido.
La conversación concluye con la lectura del profesor Arkadio
(quien a menudo interviene con interesantes aportaciones o matices) de un
párrafo de otro texto de la autora, que le sirve para resumir que durante la
conversación han estado hablando de:
Un conjunto diverso, heterogéneo y versátil
de entramados sociales, comunidades locales, procesos organizativos,
experiencias asociativas -de diferente arraigo y profundidad histórica- al
interior de los cuales mujeres y hombres de carne y hueso, cultivan, ensayan,
recuperan, reinventan, producen y, de consecuencia, ejercen -en aquellos
ámbitos de la vida donde pueden y logran hacerlo- aquel antiguo arte humano que
la heteronomía capitalista se encarga de expropiar todo el tiempo: la de cooperar
para conformar nuestra existencia social-material en base a los fines
colectivamente deliberados; la de decidir autónomamente sobre
los asuntos comunes; la capacidad de autodeterminar
colectivamente (a partir de los ámbitos más inmediatos de la
reproducción social) el sentido, los ritmos y los
causes de nuestra vida práctica.