domingo, 5 de febrero de 2023

Asambleas territoriales chilenas (I): construir autogobierno popular y desde abajo

 


 

La revuelta social chilena iniciada en octubre de 2019 y protagonizada por las asambleas territoriales autoconvocadas es un acontecimiento poco analizado (¿desconocido?) y tenido en cuenta por la izquierda revolucionaria vasca y, sin embargo, tiene muchas cuestiones de las que aprender de sus aciertos y errores. Hay quienes la comparan con el espíritu ciudadanista del 15-M español. Hay quienes, pretendiendo minimizarla, la denominan “explosión social”, como queriendo relegarla al momento concreto del 18 de octubre. Pero hablamos de una revuelta (en un país con una población alrededor de los 20 millones) que se extendió durante meses, con más de 30 muertes por represión, y, según Amnistía Internacional, 1.980 personas heridas por armas de fuego; además, 347 personas con lesiones oculares y 12.547 atendidas en urgencias por heridas por violencia policial de los carabineros, y más de 25.000 detenciones.

 Durante esos meses, y a pesar de que se llegó a decretar el estado de excepción (aplicado durante los diez días siguientes al inicio de la revuelta) y el toque de queda, la revuelta popular llevó a cabo más de 4.300 manifestaciones (sólo el 25 de octubre se manifestaron más de tres millones de personas, casi la mitad en la capital) y más de 1.000 saqueos (oficinas bancarias y financieras, supermercados, cadenas comerciales...). En los seis primeros meses de la revuelta, según fuentes oficiales tuvieron lugar 566 ataques a cuarteles policiales, y 13 ataques a cuarteles militares.

 Esta revuelta social se alimentó de la puesta en marcha y desarrollo de más de 200 asambleas territoriales y varias instancias de coordinación entre ellas (principalmente la CAT, Coordinadora de Asambleas Territoriales). La fuerza de la revuelta social obligó a suspender cumbres internacionales como el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) o la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2019 (COP25). Así mismo, hizo cancelar eventos deportivos internacionales como la final de la Copa Libertadores 2019, y la liga de fútbol chilena hubo de clausurarse anticipadamente, sin acabar el campeonato.

 Como recoge Edward Murphy en Las Asambleas Territoriales: una experiencia de democracia profunda:

 Las protestas que comenzaron el 19 de octubre de 2019 crecieron hasta convertirse en algo inédito y en general imprevisible. Manifestaciones de un tamaño casi inimaginable. Demandas de dignidad, equidad, justicia social y ambiental que enmarcaron los debates nacionales. Un sorprendente número de causas y movimientos unidos trabajando juntos por un cambio sistémico. Expresión artística y musical para la calle y para el público, no para el consumo y el beneficio personal. Destrucción de propiedades e infraestructuras, a menudo controvertida y polarizadora, pero también clave, tanto para romper la complacencia de la vida cotidiana, como para socavar las nociones técnicas de orden y progreso basadas en las obras públicas y los edificios construidos.

 Parece, pues, que fue bastante más que una explosión puntual. La verdad es que, a nosotras, de recordarnos algo, nos recuerda cosas del movimiento obrero gasteiztarra del 3 de Marzo (aunque la experiencia chilena ha sido mucho más amplia y con más recorrido), entre otras, la utilización del lema ¡Todo el poder a las asambleas”. Intentemos recoger en esta primera parte de las dos entradas que le vamos a dedicar en el blog, algunas de sus principales características, para posteriormente, en la segunda, señalar cuáles pueden ser algunos de los aprendizajes, tanto de lo aciertos como de los errores, esos que, junto a los efectos de la pandemia y sus medidas de control social, condujeron a su sofocación.

 Procurando que sea mayoritariamente la voz de las propias asambleas quien nos guíe en el conocimiento de sus principales características, vamos a recurrir a una publicación que recoge el testimonio de unas cuantas de ellas, nos referimos al número 8 de la revista de movimientos sociales Cal y Canto, titulado Asambleas Territoriales: LA NUEVA ACCIÓN POLÍTICA, y en la editorial de esta publicación encontramos unas matizaciones oportunas sobre la valoración general del proceso:

 El Estallido Social de octubre de 2019 fue una explosión social anti neoliberal, pero a decir verdad instaló muy pronto una disputa interpretativa: ¿Fue un estallido, una insurrección, un levantamiento, una revolución, una “revuelta popular”? Los modos de nombrar un fenómeno social de gran envergadura, nunca son inocentes: revelan una cierta intencionalidad relativa tanto a la comprensión del fenómeno como a su proyección. Se trata de una intencionalidad legítima, pero también a veces muy interesada, donde se quiere ver lo que se desea ver. Sin embargo, el tiempo se encarga de decantar y desechar las versiones más equivocadas o voluntaristas.

Me parece que la disputa interpretativa tiene que ver con un conjunto de cambios para los cuales nuestros modos y nuestras categorías tradicionales de análisis se revelan obsoletas o insuficientes.

¿Cómo era posible en Chile el desarrollo de un movimiento ciudadano, popular, masivo y nacional, capaz de permanecer en el tiempo sin una conducción política? Este fue uno de los primeros problemas analíticos difíciles de resolver. No faltó el sociológico que lo resolvió de una vez: anomia social (del griego, nomos: convención, norma; a-nomia: sin norma). Más adelante, cuando el movimiento social persistía y no alcanzaba sus metas, renacía otro tipo de análisis: no hay destino revolucionario sin partido y sin programa. Lo que estos analistas olvidaban o no querían ver es que “el partido” era parte del problema.

 

 

Caracterizando las formas y contenidos de las Asambleas Territoriales

 La causa aparente del inicio de la revuelta social en Chile fue la protesta contra la subida de 30 pesos en el transporte, pero, como durante los siguientes meses corearían habitualmente quienes se manifestaban y rebelaban, la revuelta “no es por 30 pesos, es por 30 años”. Pero tras ese estallido inicial, de forma casi inmediata surgen de forma espontánea y autoconvocada una de las principales características de la revuelta: la organización popular en asambleas territoriales. Su razón de surgimiento y los planteamientos con los que se autoconstituyeron estas asambleas territoriales puede resumirse en estas palabras de una de esas Asambleas, la de Maipú:

 (…) El 18 de octubre del 2019, Chile despertó y la lucha que por años y décadas que muchos mantenían en pie se multiplicó. Al calor de ella, como pueblo nos autoconvocamos en asambleas territoriales, comunales, barriales.

Fue una respuesta espontánea, en un momento de lucha álgido. Es necesario fortalecer esas asambleas como espacios legítimos y órganos de lucha y construcción de poder de las mayorías populares, transformándolas en espacios de conducción política con un programa que exprese las necesidades y el sentir de la gente. Basta de confusión, nuestra propuesta es levantar un gran encuentro de asambleas que se constituya en un poderoso parlamento popular, instancia de autogobierno que lleve a cabo las transformaciones que necesitamos. Para ello, no requerimos representantes, ni reconocimiento del Estado o de un gobierno, nuestro poder debe construirse de manera autónoma e independiente de toda la institucionalidad que hoy se encuentra en crisis.

Nosotros, nosotras desde las asambleas podemos construir nuestra propia forma de gobierno, podemos retomar la soberanía usurpada por los poderosos. Podemos instaurar un orden, un nuevo sistema, una democracia popular, una democracia directa, radical. Hoy es el momento, se ha abierto una grieta, una fisura que nos posibilita no solo soñar, sino planear, apostar y arriesgarnos en la construcción de otro mundo.

Llamamos a las mayorías populares a fortalecer la organización en las asambleas, proponer sus ideas y construir juntos un programa popular y hacerlo de una forma horizontal y participativa, sin engaños.

 Para la editorial de Cal y Canto las principales novedades de la revuelta social se centrarían en la pluralidad de quienes participaron y en la forma en que se organizaron:

 La mayor novedad del Estallido social o revuelta popular de 2019 fue la diversidad de actores, sujetos colectivos y movimientos sociales implicados. Casi nadie faltó a la fiesta: los y las estudiantes, las feministas, los y las ambientalistas, los y las mapuche, los y las jóvenes profesionales, los trabajadores y trabajadoras de la salud, de la educación, dueñas de casa, empleadas domésticas, barras bravas, viejos militantes, vendedores ambulantes, narcos y la lista no es completa.

(…) La novedad del Estallido tiene que ver con los actores, pero al mismo tiempo con sus nuevas formas y los nuevos contenidos que vinieron a expresar y socializar. (…) se organizaron cabildos y asambleas en muchos y variados territorios. Allí se comenzó a conversar y deliberar, es decir, se comenzó a nombrar la realidad, los males que nos aquejan y los bienes comunes que se estiman necesarios. Allí también se comenzaba a configurar una nueva “ética política”, la de la participación y la dignidad de cada chilena y chileno. La calle, la organización y la deliberación en el colectivo o la asamblea son las principales formas de la nueva acción política que surgió con el Estallido. La calle hace visible el descontento y las demandas; la organización reconstruye el tejido social y la deliberación termina por constituir -en el lenguaje- a los nuevos sujetos políticos. El programa, las demandas y los deseos de cambio se fueron construyendo en este camino, el del debate en Asambleas y Comisiones de Trabajo que éstas organizaban.

(…) Pero claro, se trata de algo más que la democracia representativa que conocemos: se trata de la construcción de relaciones de poder basadas en la expresión, la voz y la participación del pueblo en los más diversos espacios; una forma de acción política que empezó a construirse en las Asambleas Territoriales. Dicho proceso lamentablemente fue interrumpido por la Pandemia,

 También nos ofrece una primera descripción general de las asambleas territoriales:

 En términos generales, las Asambleas fueron horizontales y en algunos casos se recurrió a metodologías de Educación Popular con el objeto de escucharse, identificar los principales problemas de la vida cotidiana, del barrio y de la sociedad: pensiones, educación, vivienda, salud. Sobre esa base se organizaron los petitorios, las demandas y los bienes comunes deseados. En casi todas las Asambleas el feminismo se fue instalando lenta y paulatinamente generando y provocando el debate colectivo, mientras que en otras se generaron instancias separadas de mujeres buscando mantener el diálogo con la Asamblea. En la mayoría de las Asambleas se constituyeron Comisiones de trabajo: propaganda, formación, comunicaciones, jurídica, derechos humanos y salud. El territorio propio comenzó a emerger como un campo de acción y de elaboración política.

 Añadamos además que las más de 200 asambleas territoriales, en contra de lo que les partidaries de las revoluciones clásicas suelen reprochar a los movimientos populares asamblearios, supieron leer la coyuntura y ver la necesidad de trascender la organización y actuación meramente local, y en menos de tres meses fueron capaces de crear una Coordinadora y organizar un primer y masivo encuentro:

 Desde la Asambleas se reconoció la necesidad y se emprendieron las acciones para vincularse con otras Asambleas. Primero al nivel del barrio, luego de la comuna y más tarde, se avanzó hacia el nivel metropolitano. (…) este proceso de encuentro que tuvo como resultado el nacimiento de la CAT, la Coordinadora de Asambleas Territoriales, que desarrolló su primer y masivo Encuentro en las dependencias de la USACH, en enero de 2020

 En el siguiente apartado nos fijaremos en las características de la CAT, pero prestemos atención al debate y elaboración de discurso propio que se iba generando en esas asambleas, para lo que nos es muy útil el texto de un miembro de uno de los colectivos que más se ha esforzado por ofrecer herramientas de la Educación Popular para que esas asambleas autoconvocadas pudieran hacer frente a sus retos. Nos referimos al Colectivo Caracol – El apañe de los Piños. La selección de párrafos es larga, pero creemos que merece la pena:

 Nuestra lucha no sólo nos lleva a enfrentarnos directamente con este sistema para destruirlo, también nos exige que dejemos de crearlo y reproducirlo cotidianamente. Es decir, que nos vayamos desprendiendo de todas las formas de opresión (individualismo, competitividad, indiferencia, etc.) que hemos hecho nuestras y que a diario van alimentando este modelo de miseria y exclusión. La transformación de esas lógicas hace que la rebelión se posicione ‘en contra’ de algo y alguien (el modelo hegemónico y su casta privilegiada) al mismo tiempo que se erige ‘a favor’ de un qué y un quién (dignidad y justicia para el pueblo). Es el ejercicio de una resistencia propositiva que hace que no dejemos la creación del mundo otro para el futuro, sino que lo gestemos en el presente.

(…) Hemos aprendido que los afectos son políticos. Más aún en estos tiempos donde oscilamos en una montaña rusa emocional: pasamos del miedo, a la rabia, y luego a la alegría esperanzada por la rebeldía cotidiana que se masifica y se hace carne en las diversas formas de lucha que hemos levantado; pero luego nuevamente, frente al horror y la violencia represora, caemos en la rabia y el miedo, y así, en un carrusel infinito. Sin embargo, los espacios comunes que estamos creando y habitando nos permiten hablar de esas emociones, sacarlas afuera y hacerlas bandera, sabiendo que siempre habrá un oído para escucharnos, una risa para amplificar la nuestra o un abrazo para evitar que nos desarmemos (…)

6. ¡LAS Y LOS CAPUCHAS SON COMPAS!

Son la primera línea de batalla, que a pura astucia y creatividad inventan armas -escudos, formas de neutralizar las bombas lacrimógenas, láser, hondas, etc- y tácticas de defensa. Son ellos y ellas, junto a más de algún perro rebelde, quienes ponen el cuerpo para frenar el avance represivo resguardando y posibilitando que miles, millones se encuentren, marchen o se concentren un poco más atrás.

Acá no sirve el discurso neutral del tipo “condenamos todo tipo de violencia”, porque equipara el terrorismo de Estado con la defensa que la primera línea hace del pueblo para que no sea masacrado. La violencia opresora jamás será equiparable a la violencia liberadora. Y quienes las equiparan, solo han optado -consciente o inconscientemente- por el bando del opresor. ¡Larga vida a la primera línea! Son ellos y ellas las gestoras de una violencia revolucionaria defensora del pueblo organizado. (…)

9. HEMOS DESPLAZADO LA FRONTERA DE LO POSIBLE

Hoy nos atrevemos a soñar con cambiarlo todo, con crear nuevos órdenes más allá de lo establecido. Queremos una sociedad donde no tengamos que seguir participando del mismo juego en el que siempre perdemos porque está diseñado para que así sea; y porque, cuando a pesar de eso logramos ir remontando o ganando, los dueños de todo suspenden la partida y le incluyen nuevos amarres y reglamentos que nos condenan nuevamente a la derrota. Hoy hemos dicho ¡Basta! Ya no les creemos. Por eso no aceptamos sus límites y márgenes, sus propuestas rastreras que los mantienen posicionados en sus sitiales de poder y privilegio. No queremos su mundo reformado o modificado, queremos una realidad otra, construida por todas y todos. Por eso hoy nuestra rebeldía está más esperanzada que siempre porque vemos cómo vamos avanzamos a trancos hacia la utopía que durante tanto tiempo nos parecía absurdamente remota.

La dignidad la construimos día a día, a pulso, desde abajo y a la izquierda. Nos revolucionamos en el aquí y ahora. Tenemos nuestras victorias, pequeñas pero potentes que alimentan nuestra perseverancia. No estamos dispuestas a tranzar. Nuestra lucha es por la vida, la justicia y la dignidad; y eso precisa que sigamos pariendo un mundo otro, que continuemos con porfía revolucionándonos.

 Pero no pensemos que todo era debate o movilización, al mismo tiempo se estaba generando toda una estructura de organización interna para hacer frente a los retos prioritarios según el momento. Por ejemplo, en el caso de la Asamblea Territorial Villa Unidas de Ñuñoa:

 La protección entonces fue una temática clave y urgente durante esos primeros días: establecer puntos de seguridad, saber por dónde arrancar, cuidarse de los vecinos y vecinas que estaban denunciando, recomendarle a los vecinos cómo taparse porque también había mucha vigilancia, mucha cámara, mantener las llaves de los diferentes portones de los blocks para poder abrir en caso de... ésas fueron las primeras necesidades básicas que tuvimos que cubrir. El primer cabildo fue muy lindo porque discutimos la nueva Constitución, pero pronto se acabó ese punto y tuvimos que pasar al siguiente, que trataba de cómo hacíamos propaganda y cómo nos cuidábamos de los pacos. Después, ya empezó el tema de las comisiones, que se armaron muy rápido, y todos esos problemas lo asumió la comisión de movilización o la comisión de seguridad, que fueron algunos nombres que tuvieron en las diferentes asambleas. De ahí, empiezan a salir otras comisiones, que son las de educación o formación, y acá hubo otra que se levantó muy rápido -y que en otros lugares tuvo otros nombres- que fue la de fortalecimiento territorial. En el fondo, trataba sobre qué actividades se pueden hacer para que esta organización se transforme en algo concreto y que nuestros vecinos y vecinas puedan ver algún tipo de cambio. Desde ahí surgieron, entre las primeras ideas, los huertos y las redes de abastecimiento, que empezaron antes de la pandemia incluso. Y también las comisiones de cultura, muy importantes porque se asumía que era tan grande la campaña que teníamos en contra, no sólo por parte del gobierno sino por la represión, que si no nos ganábamos el territorio, estábamos fritos.

 Por su parte, desde las Asambleas Territoriales de Valparaíso destacan que:

 En el curso de las acciones que caben dentro del proceso de “estallido social”, se pudo observar que también operó cierta renovación de los repertorios tradicionales del movimiento popular en cuanto a las formas y los temas implicados en las acciones por los cambios socio-culturales y políticos entre los actores de la región. De los temas relevantes asumidos destacan en primer término la propuesta movilizadora del movimiento feminista en el cual las masivas marchas de mujeres, así como la espectacular irrupción del grupo teatral Las Tesis, jugaron un rol protagónico (de alcance local, nacional e internacional). También han estado presente –de modo permanente- las reivindicaciones de los pueblos originarios. Y junto con ellos, actores posicionados más desde lo territorial

 Edward Murphy en su ya comentado texto Las Asambleas Territoriales: una experiencia de democracia profunda añade todavía otras características básicas para conocer la profundidad de la revuelta de las asambleas:

 (…) las asambleas han proporcionado espacios de diálogo y reflexión deliberados, en los que chilenas y chilenos de todos los ámbitos pueden aprender, criticar, conectar e imaginar. Han sido un espacio para realizar el crucial, aunque lento y a menudo arduo trabajo de construir una vida social basada en la dignidad y el respeto, en claro contraste con la atomización, el miedo y la jerarquía que prevalecen en la sociedad chilena. Un reencuentro con lo local y lo personal.

En algunos sentidos, las asambleas territoriales parecen pintorescas y como de otra época: sus participantes eran vecinos, hablaban directamente entre ellos, las notas que se tomaban durante las reuniones se escribían a mano y los miembros se reunían y difundían sus mensajes en plazas públicas. Sin embargo, esta forma aparentemente obsoleta de hacer política está en directa contradicción con las concepciones y prácticas dominantes. En un mundo de poderosas relaciones capitalistas de gran alcance y formas de gobierno, a menudo opacas y secretas, las asambleas se han centrado en un proceso local y abierto. Aunque muchos manifestantes y participantes de las asambleas se conectaron y difundieron sus mensajes a través de las redes sociales, hablaron directa y abiertamente entre ellos en las asambleas, lo que contrasta con el tono a menudo superficial e intimidatorio de las comunicaciones en las redes sociales. Las asambleas eran un punto de contacto humano cercano, una dinámica que a menudo era liberadora en sí misma.

(…) Al construir el diálogo y la organización a nivel local, las asambleas actuaron sobre la base de la idea feminista de que lo personal es político, un lema complejo que tiene muchas implicaciones diferentes.

(…) Las asambleas territoriales han sido espacios en los que el descontento se ha canalizado en prácticas emergentes, en las que la participación democrática y la interacción social digna podían ir más allá de los ideales retóricos y convertirse en contenidos realizables.

En las asambleas han confluido horizontes utópicos y prácticas concretas. Las asambleas representan una de las aristas más radicales, ambiciosas y productivas del levantamiento social, que contribuyen al trabajo de construcción de un mundo más humano y justo. Este trabajo es un desafío continuo y profundo, en el que incluso imaginar una vida libre de violencia política, injusticia social y destrucción ecológica puede parecer una tarea imposible.

 No se debe perder la lectura que algunos autores (en este caso Fauré y Garcés, autores del texto "A construir Soberanía Popular y Educación Popular Constituyente. Guía práctica para movimientos sociales") realizan sobre el surgimiento de la revuelta social:

 Ahora, si bien el Estallido Social sorprendió por su magnitud y radicalidad, así como por carecer de una “conducción central”, su permanencia en el tiempo como Revuelta Social y Popular se explica por el acumulado de experiencias previas que lo precedieron, las que fueron desarrolladas por diversos movimientos sociales que, a su vez, operaron como referentes en el proceso mismo de la Revuelta: las diversas manifestaciones del pueblo mapuche desde fines de los noventa hasta hoy; el movimiento feminista, especialmente desde el “Mayo feminista” de 2018; movimientos regionalistas que demandaron igualdad de trato frente al centralismo del país (el “Segundo Puntarenazo” en el 2011, la rebelión de la región de Aysén el 2012, bajo el lema de “Tu problema es mi problema”), movimientos socioambientalistas desde diversas regiones, pero particularmente a propósito de la crisis ambiental de Quintero-Puchuncaví y la crítica escasez de agua en el valle de Petorca. Y, por supuesto, el movimiento estudiantil (desde el “Mochilazo” de 2001, la “Revolución pingüina” de 2006 y las amplias movilizaciones desplegadas el 2011).

Todos estos “nuevos” movimientos sociales fueron muy activos en el Estallido y posterior Revuelta y de alguna manera lo precedieron y prepararon. La bandera mapuche flameó por todo el país, tal como las banderas chilenas teñidas de negro (como ya se habían enarbolado en Aysén el 2012); las mujeres expandieron sus demandas y los nuevos contenidos feministas se integraron en las discusiones de los territorios movilizados; y el asambleísmo tan propio de muchos de estos movimientos (desde la ACES hasta los movimientos regionales) hicieron que se multiplicaran las asambleas territoriales y cabildos, en los que -entre otras cosas- se empezó a conversar y diseñar los contenidos de una nueva Constitución Política del Estado

 

 

La CAT (Coordinadora de Asambleas Territoriales)

Si toda esta maravillosa actividad de las Asambleas Territoriales dejaría exhausto a cualquier movimiento popular (ello habla también de la eclosión de fuerzas en la revuelta), aún tuvieron capacidad para plantearse y llevar a cabo una coordinación que les permitiera no sólo unir esfuerzos, sino puntos de vista más amplios, y objetivos más acordes a los problemas generales. El propio Edward Murphy lo señala así:

 Aunque las asambleas han subrayado la importancia de volverse hacia lo local, es importante señalar que no han sido ni localistas ni separatistas. Sin duda, las asambleas han insistido en su independencia y han funcionado al margen de los partidos políticos existentes, de cualquier organización social en particular o de cualquier entidad gubernamental. Sin embargo, las asambleas también han creado redes más amplias y han agudizado la comprensión tanto de los problemas generales que llevaron a las protestas en primer lugar como de las estructuras de poder que deben superarse para construir algo mejor.

 Esa coordinación de Asambleas tomó cuerpo, especialmente para el caso de Santiago, en la CAT (Coordinadora de Asambleas Territoriales) cuyo proceso de gestación fue también muy rápido. Aunque a finales del propio octubre hubo ya una reunión previa, es el 6 de noviembre es cuando se lleva a cabo ya una segunda reunión de la CAT a la que asisten unas 120 personas, procedentes de unas 40 asambleas. Entre los acuerdos adoptados estaba el de planificar un gran encuentro de Asambleas Territoriales con el objetivo de hacer un diagnóstico y agenda común sobre la base de los principales intereses y demandas que se planteaban en cada Asamblea Territorial. Ese encuentro tuvo lugar el 18 de enero en la Escuela de Artes y Oficios de la Universidad de Santiago de Chile (USACH), con una asistencia de más de mil portavoces o representantes de 164 asambleas territoriales (al menos 24 de ellas de fuera de Santiago) autoconvocadas tras el 18 de octubre. En palabras del Colectivo Caracol (de quien recogemos estos datos), si ello fue posible era porque “en el Chile post 18 de octubre muchos imposibles se volvieron posibles”. Pero veamos algunas características más que nos relatan sobre ese encuentro, para darnos cuenta de su verdadera dimensión:

 Por eso, no fue extraño que una sección importante del gran encuentro del 18 de enero se enfocara en hacer un ejercicio propio de la Educación Popular (…): un gran diagnóstico participativo. En él setecientas asamblearias y asamblearios distribuidos en más de veinte salas de la universidad, definieron, analizaron y sintetizaron los objetivos más importantes que las asambleas tienen para este 2020 teniendo a la vista cuatro áreas fundamentales: la coyuntura constituyente, la “agenda social” o pliego de demandas populares, la violación a los DDHH por parte del gobierno; y la construcción de poder territorial. Un ejercicio de diálogo y trabajo en grupos donde todas las voces fueron escuchadas y sus opiniones analizadas por los grupos de trabajo sin excluir ninguna, y que está ahora en proceso de sistematización.

Este espacio, altamente valorado por las y los participantes, es una confirmación importante de que las metodologías participativas son una propuesta política fundamental para la construcción de poder popular. Ya sea porque permiten experimentar -o pasar por el cuerpo, como decimos en Caracol- algunos principios clave como es el protagonismo popular (un espacio donde todos y todas participan y nadie se esconde en la comodidad del silencio), o porque se vuelve la instancia donde ensayamos el análisis colectivo de la realidad y la construcción de acuerdos “desde abajo”, sin imposiciones. Así, vamos desmontando la idea -y la práctica- en la que la asamblea es ese espacio donde nos sentamos en círculo pero donde solo unos pocos (casi siempre los “hombres que hablan más fuerte”) monopolizan la palabra; y, entonces, vamos reconstruyendo una forma asamblearia donde el poder -como coerción- se diluye y el poder -como capacidad colectiva- crece.

 El encuentro concluyó además con una declaración conjunta, que recomendamos leer entera, pero de la que vamos a subrayar para el análisis que estamos haciendo ahora, especialmente sus puntos I y IV (en otro apartado repararemos en el III):

 I

La CAT se conforma a partir de asambleas autoconvocadas, dada la necesidad de organizarse y resistir territorialmente a partir de la rebelión del 18 de octubre y ante la urgente necesidad de luchar por una vida digna en comunidad, como respuesta a la crisis social, político, económica y medioambiental del capitalismo mundial profundizado en el país, y puesto de manifiesto dentro de una profunda crisis de representatividad y legitimidad política.

El despertar surge fuerte y claro, nos levantamos y articulamos para construir un nuevo paradigma de vida y organización popular que busca reformular la idea de vivir en comunidad.

Somos el pueblo organizándose para conquistar nuestras demandas sociales, defender los derechos humanos, y construir una Asamblea Constituyente, tejiendo lazos de confianzas en los territorios, destituyendo a la clase política, o el poder Constituido y sus militancias partidistas tradicionales que se han alejado de los ideales más profundos de la democracia, esto es, relevar la voluntad del pueblo soberano y trabajar por el bienestar de los pueblos.

Las asambleas autoconvocadas son una consecuencia lógica en respuesta a la violencia sistemática del Estado chileno que nos ha sometido a la precarización y al peso de la vida a millones de niñes, jóvenes, estudiantes, mujeres, jubilades, enfermos y trabajadores, tanto como a los migrantes a la diversidad y disidencia sexual junto a los pueblos indígenas.

Los abusos e impunidad de la clase empresarial y la corrupción política fue la consumación de la crisis social, por lo que ante la imposibilidad del capitalismo de garantizar la satisfacción de las necesidades populares por sus políticas económicas extractivistas, fue que se acentuó la ruptura de la promesa neoliberal vigente por más de treinta años en el país, develando la incapacidad de este orden social para producir vidas en condiciones dignas, de mayor igualdad y justicia social.

II

(…)

Por tanto, declaramos que las asambleas autoconvocadas que adhieren a la CAT, son hijas de la rebelión popular y luchamos contra todas las formas de opresión del Estado capitalista neoliberal.

(…)

IV

En consecuencia, las asambleas autoconvocadas que adhieren a la CAT, se asumen soberanas dentro de su espacio de organización territorial, se disponen a reconstruir el tejido social, que fue coartado y limitado por la dictadura cívico-militar y posteriormente por un modelo de individualismo neoliberal instaurados por los gobiernos concertacionistas y de derecha.

Las asambleas se movilizan por el trabajo solidario y comunitario dentro de los barrios. Reconstruyen lazos de confianzas, porque se asume que construir un nuevo Chile, también es desechar los valores de un sistema basado en las relaciones de poder, por competencia, obediencia, individualismo y pasividad ante la injusticia y la situación política del país.

Asumen la importancia del pensamiento crítico y colectivo, de auto-educación y auto-formación popular. Se promueve la democracia directa sin jerarquías, a través de relaciones horizontales sustentable en el tiempo, para crear una forma de vida diferente a la instaurada.

Para lo anterior, las Asambleas Territoriales Autoconvocadas, se plantean como un espacio permanente de organización y movilización, en función de las necesidades y demandas populares e históricas a nivel nacional y local, como por ejemplo:  el derecho a la salud y  educación gratuita de calidad;  la recuperación de los recursos naturales; aumento del sueldo mínimo; Fin de las AFP, aborto legal y gratuito, entre otras, que tienen por finalidad dignificar la vida, desde lo cotidiano en los barrios, hasta lo político a nivel nacional.

La Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT) se construye, por sus asambleas participantes, como un espacio de coordinación política territorial y plurinacional, independiente de partidos políticos. Solo tendrán espacio de votación, dentro de la Coordinadora, asambleas autoconvocadas.

Los voceros o representantes de la CAT ante la opinión pública, no podrán tener conflictos de interés con militancias políticas que atenten con los principios de la Coordinadora o que entren en conflicto con las asambleas territoriales. Y las representaciones internas, expresarán solo la voz y las posiciones de las asambleas coordinadas, y no la de ninguna otra organización o movimiento al que puedan pertenecer.

En cuanto a las relaciones externas de la CAT, se acuerda la posibilidad de articulación con otras organizaciones, solo frente a objetivos comunes, siempre y cuando se compartan los mismos valores y principios de la coordinadora y/o se identifiquen, luchas y causas que nos unan.

Porque de lo que se trata es luchar por una vida digna, por todas las luchas que atraviesan nuestras vidas, por todos los derechos fundamentales que el sistema neoliberal se ha empeñado en arrebatarnos, y nos organizamos contra toda injusticia social.

Las Asambleas territoriales autoconvocadas continuaremos levantando la lucha organizada desde los territorios, ¡hasta que la dignidad se haga costumbre, y hasta que caiga el neoliberalismo!

 Más allá de su lectura política de la situación, conviene conocer también los principios acordados (entre, recordemos, prácticamente dos centenares de asambleas territoriales) pues describen toda una forma concreta de entender las herramientas para la transformación social y hacer política:

 La CAT se define como:

1.      FEMINISTA: Ser un espacio donde las diferencias de sexo, género u orientación sexual no presuman ningún tipo de discriminación ni subordinación para nadie, donde se cuestionen las relaciones de poder existentes y se consideren las personas en su integralidad con sus cuerpos, afectos y emociones

2.      HORIZONTAL: Una coordinación sin jerarquías, donde se respeten las autonomías de cada asamblea participante y se distribuya el poder entre quienes participen. Un ejemplo concreto es el carácter rotativo de la asamblea de coordinación en los diferentes territorios.

3.      DIVERSA: Un espacio que se piense desde el respeto, valorando la subjetividad de cada persona y su conocer intrínseco. Propiciando para ello, la participación de personas migrantes, pueblos originarios, disidencias sexuales, niñes, adultes mayores y disidencias funcionales, entre otras diferencias que se puedan encontrar en el territorio.

4.      TERRITORIAL Y AUTOCONVOCADA: El espacio coordina asambleas territoriales y autoconvocadas, permitiendo el reconocimiento de los territorios y sus procesos.

 Descansa en principios de:

1.      AUTONOMÍA: El espacio de coordinación debe mantener su autonomía frente a otros espacios y no subordinarse a partidos políticos.

2.      DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Y DIRECTA: Un espacio que garantice la participación de todes, siendo los territorios actores protagónicos y activos en el proceso constituyente.

3.      EDUCACIÓN POPULAR: La coordinadora debe propiciar espacios de autoformación y apoyo mutuo que fortalezcan el poder popular y la autonomía de los territorios.

4.      PODER LOCAL: Un espacio para coordinar a las asambleas territoriales y avanzar hacia la construcción del poder popular.

 Funciona en base a los principios de:

1.      RESPETAR LOS PROCESOS: La coordinadora debe respetar los procesos de reflexión y lucha de las asambleas participantes. A su vez, debe impulsar discusiones que nos permitan avanzar en la conquista de las demandas sociales.

2.      COORDINAR NO SUPLANTAR: El espacio de coordinación no debe, bajo ninguna excepción, reemplazar el trabajo de las asambleas territoriales. Su rol se acota a ser un espacio que permita articular procesos comunes, tales como manifestación, formación, entre otros.

3.      TRANSVERSALIZAR DEMANDAS: El espacio debe encontrar las demandas que comparten los territorios y nos permitan avanzar en unidad.

4.      RECHAZAR PRÁCTICAS VIOLENTAS entre y hacia les integrantes de la CAT.

 No obstante, la organización popular no sólo abarcó a las Asambleas Territoriales, y la coordinación popular asamblearia a la CAT, hubo otras prácticas, incluso más impugnadoras, aunque no tan extendidas, que también tomaron parte activa en la revuelta popular, como en el caso de Población La Bandera, tal y como recoge Fernando Antonio Cofré Cerda en su muy interesante tesis titulada Nos volvemos a llamar pueblo. Reflexiones en torno a los significados de lo político y lo popular en la experiencia territorial de la Población La Bandera (cuya lectura recomendamos a quien quiera profundizar en la cuestión):

 Entonces, presenciamos en la población al menos dos espacios de coordinación para trabajar en torno a las dinámicas organizativas que exige el periodo. Por una parte, la “Asamblea Territorial de San Ramón” y por otro, la plataforma “Chile Despertó San Ramón”. Ambos espacios confluyen en actividades y espacios comunes, pero su existencia paralela da cuenta de distancias en cuanto a algunas de sus dinámicas y/u orientaciones. Esas distancias se materializaron principalmente en la forma de abordar el conflicto, mientras en una se apostó por la construcción de un pliego de demandas para negociar con el Estado, mediante las posibilidades que presentó la Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT) para insertarse en la plataforma de organizaciones conocida como Unidad Social, la otra apostó por discutir en torno a un pliego popular que se vuelve parte de una estrategia de lucha y movilización popular, que no negociaría con él Estado, ya que no existe reconocimiento, ni validación a la institucionalidad vigente.

 

 

 

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