miércoles, 15 de febrero de 2023

KIMUA (y II): Nuevos textos de análisis

 


 

En la anterior entrada sobre KIMUA dejamos pendiente el analizar los textos que han ido haciendo públicos con posterioridad a la presentación de su libro-propuesta Hacia un nuevo paradigma revolucionario. La recopilación de esos nuevos textos de análisis (hasta mediados de febrero) la podéis descargar aquí. En cualquier caso, tanto esos como los que sigan publicando los encontraréis también en este apartado de su web.

 Si vamos a comentar estos textos no es porque sea nuestra intención hacer un seguimiento continuo en el blog de los textos que vayan aportando todas las propuestas revolucionarias existentes en la actualidad (menos aun teniendo en cuenta que aún nos quedan unas cuantas por presentar), sino porque creemos que en esos nuevos textos hay las suficientemente importantes nuevas aportaciones (y más de una aclaración) que permiten conocer más en profundidad la propuesta de Kimua. Algunos de esos textos, además, fueron la base para emprender las exposiciones y debates de las Jornadas de Debate públicas que organizaron el pasado 21 de enero, a algunos de los cuales asistimos, y sobre las que al final de esta entrada haremos un brevísimo comentario.

 Sería muy extenso abordar en profundidad esos textos, así que nos limitaremos a comentar por encima algunos de ellos, deteniéndonos principalmente en los dos que consideramos que tienen más enjundia. El índice de esta entrada es el siguiente:

1. Resumiendo algunos artículos

1.1. Acerca de la noción de totalidad

1.2. Pinchazos, violencia patriarcal y autodefensa feminista

1.3. Tiempo histórico y perspectiva estratégica ante la coyuntura mundial actual

1.4. ¿Son monstruos o molinos, Don Quijote?

2. Mujeres al frente. Sobre la necesidad de los marcos autónomos como vanguardia

3. El Movimiento Popular en Euskal Herria. Pasado, presente y futuro

4. Brevísimo comentario sobre las Jornadas Políticas de Kimua del pasado enero:

 Comencemos con todo ello.

 

 1. Comentario breve de algunos textos

 1.1. Acerca de la noción de totalidad

 En Acerca de la noción de totalidad (29 de julio) queremos resaltar sobre todo la parte en que profundizan en una cuestión que nos parece básica para comprender la realidad social actual de forma integral:

  

Desde nuestro punto de vista, para la comprensión del proceso social hoy en día es imprescindible la comprensión de las categorías del capital; pero no es suficiente. En ese sentido, es un hecho irrefutable que en la actualidad, la lógica de acumulación del capital subsume la totalidad de la sociedad. Sin embargo, eso no significa que en eso que subsume sólo existan relaciones sociales capitalistas “puras”. Por ejemplo, la división sexo-género patriarcal tiene un origen y una lógica interna precapitalistas. A través del estudio de las categorías del capital se logra entender cómo el capital subsume y dirige esa división patriarcal según su interés de acumulación. Pero ese estudio no permite comprender cómo funciona la propia división patriarcal, cuál es su lógica interna. Y por tanto, tampoco permite superarla plenamente.

Aquí hay una cuestión que para nosotras es clave; ¿cuál es el carácter de esas formas de la dominación que preceden al desarrollo de la modernidad capitalista y que, de alguna u otra manera, siguen reproduciéndose al interior del proceso social actual? La respuesta a dicha pregunta pasa necesariamente por el abordaje de la cuestión de clase, de cómo entendemos la clase social más allá de lo que se establece en base a las categorías capitalistas y de cuál es su expresión en la actualidad.

Para ello, en primer lugar, cabe subrayar que el Sistema de la Dominación no se inaugura con el capitalismo. Mucho antes de la generalización de la sociedad de las mercancías y de las condiciones que permitieron el ascenso de la modernidad capitalista, ya existía la propiedad privada, la explotación y la violencia social de carácter estructural. La sociedad ya estaba dividida entre los que poseen y las que no; existían ya las clases sociales. De hecho, la configuración actual que toma el Sistema de la Dominación es fruto de la combinación de esas diferentes formas a través de las cuales se ha dividido a la sociedad a lo largo de la historia. De cada una de esas distintas formas de división social, se deriva una forma concreta de propiedad privada, de control sobre el proceso productivo y en general del proceso de reproducción de la vida social, y por tanto una forma concreta de apropiación de los cuerpos y el trabajo. Se trata de formas de dividir la sociedad que permiten que una parte de la misma (la clase dominante) pueda subordinar la existencia de la otra (la clase dominada). Hablamos por tanto de división de clase, de clases sociales. Y es que no debemos olvidar que la sociedad de clases, y por tanto, la cuestión de clase, antecede en muchos milenios al capitalismo. Es decir, la cuestión de clase va mucho más allá de las categorías del capital, más allá de los tan manidos últimamente burguesía y proletariado.

(…) Pero no erremos el tiro: en las entrañas de la dominación sobreviven aún hoy en día expresiones de violencia cuya lógica interna no es posible comprender solo mediante esas categorías del capital. No conforman una totalidad en sí mismas, ni operan de forma independiente las unas de las otras (al igual que no lo hace el capital). Al contrario, forman parte de la síntesis que adquiere el Sistema de la Dominación en la modernidad capitalista y son fundamentales para entender cuestiones clave en la superación de la Dominación y el avance revolucionario: el sentido profundo que adquiere la propiedad privada y las diferentes formas a través de las que se expresa (más allá de la propiedad sobre el capital); la configuración y componentes de la mentalidad de la dominación en la actualidad; la forma en la que se articula el proceso de trabajo y producción en su totalidad (trabajo reproductivo-plustrabajo-plusproducción-plusvalor); el origen y la implantación de la modernidad capitalista… A todo ello hay que sumar otro plano de la realidad que aparece intervenido por la lógica del capital, pero que igualmente presenta sus propias leyes internas: hablamos de los ciclos de la materia y la energía y el proceso de vida sobre la tierra.

Por lo tanto, sí; compartimos la necesidad de establecer la noción de totalidad en el centro del tablero político-ideológico. Toda propuesta revolucionaria ha de aspirar a comprender la realidad social de forma integral, como totalidad. Y de forma consecuente, ha de tratar de articular una propuesta política y organizativa en esos términos. Dicha tarea, sin embargo, es tremendamente compleja y dotarnos sólo de las categorías del capital dará como resultado probable una interpretación reduccionista que más que resolver los entresijos de la Dominación, dificulte aún más la correcta interpretación de la realidad social.

 En este texto también vuelven a dar muestra de un talante que ya han demostrado en otros textos con respecto al resto de propuestas revolucionarias:

sería injusto dejar de reconocer la importancia en esta vuelta a la “totalidad” del despliegue teórico comandado por lo que en Euskal Herria se conoce como “movimiento socialista”, pero que va ya más allá de estas tierras, y empieza a sincronizarse con diversas expresiones organizativas a nivel del estado, principalmente en el eje Madrid-Castilla y en el eje Països Catalans.

 

1.2. Pinchazos, violencia patriarcal y autodefensa feminista

 En la línea de su comprensión “abierta” de la totalidad, en su texto de agosto de 2022 titulado Pinchazos, violencia patriarcal y autodefensa feminista, señalan:

 

Lo sucedido este verano con los pinchazos deja en evidencia que la violencia sistemática sobre las mujeres sigue reproduciéndose y tomando nuevas formas. El fenómeno de los pinchazos, ya sea como sumisión química, o como forma de amedrentamiento (identificamos los dos supuestos como violaciones), no se puede comprender ni tampoco caracterizar exclusivamente mediante las categorías del capital. La racionalidad de estos sucesos únicamente puede explicarse teniendo en cuenta también la lógica patriarcal: solo son posibles en la medida en que los cuerpos de las mujeres se presentan como propiedad masculina, como objetos sobre los que los hombres tienen permitido el acceso y el control. Es decir, no podemos entender este tipo de fenómenos como una serie de comportamientos irracionales, incomprensibles o llevados a cabo por unos locos; solamente los comprenderemos en su totalidad como una expresión de la acumulación de poder y propiedad patriarcal. Al igual que el resto de las expresiones de la cultura de la violación, responden a una lógica y racionalidad patriarcales.

 

1.3 Tiempo histórico y perspectiva estratégica ante la coyuntura mundial actual

 En Tiempo histórico y perspectiva estratégica ante la coyuntura mundial actual (octubre 2022) resaltan, por un lado, la importancia de desarrollar una visitón estratégica que nos permita no desenfocar la realidad:

  

El tiempo político tiene su propio chronos: en nuestros pueblos y barrios, a nivel de Euskal Herria o a nivel mundial, se suceden continuamente los acontecimientos: catástrofes, guerras, procesos electorales, crisis económicas, revueltas y revoluciones... Si no somos capaces de afinar nuestra mirada, de desarrollar una perspectiva crítica, de comprender el carácter no lineal del tiempo histórico, esa sucesión de eventos se nos presentará como una mera agregación, una avalancha de información homogénea y sin forma definida. Circunstancia que no hará sino alimentar esa sensación de caos, incertidumbre e impotencia propia de estos tiempos convulsos en los que nos ha tocado vivir

 Y señalan algunos de los principales elementos de la “crisis civilizatoria” que padece la modernidad capitalista, como consecuencia del cierre de un largo ciclo. Entre ellos destacamos algunos que nos parecen especialmente interesantes y que son poco contemplados por otras propuestas revolucionarias:

 

- Bases materiales y energéticas. El agotamiento de los combustibles fósiles se ha convertido en una realidad inapelable, lo que ha llevado al capitalismo a sumergirse en un intento de transición energética a gran escala. Esa transición, además, se acompaña de una reconfiguración mundial del conjunto de las bases materiales y energéticas necesarias para el metabolismo del capital. Aquí tenemos uno de los principales retos a los que se enfrenta la modernidad capitalista, que sin duda tendrá una resolución compleja y conflictiva. Por un lado, algunas facciones del capital seguirán reafirmándose en la continuación del capitalismo fósil actual, lo que les llevará a tratar de ralentizar al máximo el proceso de transición. Por otra parte, está por ver si en la práctica, esa transición y reconfiguración es posible manteniendo el nivel de consumo y crecimiento actual, tal y como defiende burguesía verde. De no ser así, las consecuencias serían muy problemáticas: entre otras cosas, se reducirían los márgenes para la acumulación de capital, aumentando una competencia interburguesa cada vez más concurrida, lo que conduciría a su vez a un aumento de la tensión bélica. Al mismo tiempo disminuirían las condiciones de vida de la sociedad, sobre todo en el centro imperialista.

- Cultura. No es ningún secreto el hecho de que la cultura civilizatoria occidental esté en decadencia. La desintegración de las religiones tradicionales ha provocado la desaparición, en grandes capas de la población, de las referencias ético-morales propias de ese bagaje religioso. Qué duda cabe que muchas de estas bases ético-morales merecían pasar a la historia, pero la cuestión es que en su lugar no se ha sabido articular un conjunto de referencias emancipadoras, lo cual ha generado un gran vacío espiritual y emocional. En ese sentido, la deriva existencial que se va generalizado en nuestras sociedades es cada vez más evidente, con tendencias de todo tipo: hedonismo, nihilismo, depresiones y suicidios, conspiracionismo, magufismo...

Unido a ello, el colonialismo ha supuesto la homogeneización de las culturas a nivel mundial y también la construcción de nuevas identidades globalizadas: totalmente mercantilizadas, de carácter “líquido”, desconectadas de territorios concretos, disociadas del carácter popular y comunitario de las culturas tradicionales, dependientes de las tecnologías y redes sociales (y por tanto, de las empresas que las controlan). Este modelo de identidades globalizadas, que mayormente están vacías de contenido humano, no ha hecho más que profundizar y agravar la deriva de la crisis identitaria.

- Pandemia. La pandemia resultante de la Covid-19 ha actuado como catalizadora de la mayoría de las tendencias anteriores, acelerando de esta manera el tiempo histórico. En ese sentido, cuestiones como el toque de queda y el distanciamiento social, el aumento del control social, el golpe sufrido por el sistema sanitario o la normalización del estado de excepción durante dos largos años, han provocado un cambio cualitativo en la sociedad, lo cual ha favorecido la sensación generalizada de que nos encontramos en un punto de inflexión histórico.

 Terminando el texto con una explicación de por qué entienden que es ahora el momento del impulso de propuestas revolucionarias:

  

No es tiempo de quedarse mirando, de aguardar a que algo suceda. Nos encontramos ante una ocasión histórica cuya resolución en términos revolucionarios sólo se nos presenta como una de tantas posibilidades. Aún no se ha materializado en ese sentido, ni tiene por qué hacerlo. Debemos tener claro que una posible crisis grave del sistema, un colapso como situación extrema, no mejorará espontáneamente la situación en la que vivimos. Es más, la espontaneidad del colapso no nos conducirá más que a un estado de barbarie aún más despiadado: una manifestación aún más caótica de las miserias que encierra el capitalismo. Porque, a fin de cuentas, eso es el fascismo: la forma natural que adopta el capitalismo en su fase de descomposición.

A día de hoy asumimos la imposibilidad de adivinar el rumbo que tomará la época histórica en la que nos encontramos: los acontecimientos concretos que sacudirán la sociedad, dónde surgirán las oportunidades potenciales o cómo podremos aprovecharlas. Sin embargo, hemos de tener clara una cosa: la única garantía de que la historia tome un rumbo emancipador está en nuestras manos, en la voluntad y la dedicación de todas aquellas que tenemos la convicción de apostar por la vía revolucionaria. No hallaremos tal posibilidad en ningún otro lugar.

 

1.4. ¿Son monstruos o molinos, Don Quijote?

 En el texto de diciembre pasado, titulado ¿Son monstruos o molinos, Don Quijote?, abordan otra cuestión pegada al día a día, pero de una importancia fundamental para el presente y futuro, la energética y sus derivadas:

 

(…) la cuestión de la energía, en relación a la riqueza y el bienestar que provee, a la dependencia y agotamiento de los combustibles fósiles, y a la crisis climática que se deriva de su uso, deja aún muchas preguntas difíciles de abordar. Por ejemplo en la CAPV, a día de hoy, solo producimos en torno al 10%1 de la energía que consumimos. En Nafarroa el 19%2. ¿Qué hacer ante semejante situación? Una cosa es clara: la contradicción de consumir mucho más de lo que se produce tiene como consecuencia el traslado a otras regiones de las consecuencias negativas que genera la producción de energía, y que generalmente rechazamos (por ejemplo, unos eólicos en nuestras montañas). En otras palabras: colonialismo energético. También implica asumir un grado de soberanía energética (y por lo tanto política y económica) muy bajo. Además, la gran mayoría de esa energía que importamos es de origen fósil, que, o bien se está agotando, o bien va a haber que dejar de utilizar para evitar el cambio climático. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, la disyuntiva que nos plantea esta problemática solo se puede resolver en dos direcciones: reducir el consumo o aumentar la producción.

 Al abordar esta cuestión vuelven a demostrar su poco dogmatismo, ya que después de señalar numerosas preguntas y dudas sobre la cuestión, no muestran remilgos para reconocer que en la actualidad no tienen respuestas a esas cuestiones, lo que no es óbice para señalar la importancia y urgencia de abordar esas cuestiones:

  

¿Cuánto más deberíamos de producir? ¿Cuál es el nivel de consumo de energía mínimo que ofrezca unas condiciones de vida dignas y de calidad para toda la población? Toda forma de producción de energía genera un impacto ambiental: ocupación del territorio, consumo de materiales, generación de residuos... ¿Cuánto de ese impacto estamos dispuestas a asumir? ¿Y cómo produciríamos dicha energía? Descartamos los combustibles fósiles por su contribución al cambio climático y la contaminación y porque son de carácter finito. Respecto a la nuclear, cuestiones como la energía de fusión o los reactores de fisión de IV generación, lejos de suponer una opción viable, segura, no contaminante y renovable de producción de energía, a día de hoy sirven sobre todo como carne de noticiario sensacionalista. Por tanto, la tarea consiste en lograr un aprovechamiento de las fuentes de energía renovables (solar, eólica, biomasa, hidroeléctrica y geotérmica) bajo dos condiciones irrenunciables de partida: que ese aprovechamiento sea realmente renovable y que sea de carácter democrático y popular (en el sentido socialista y revolucionario de los términos).

(…) Una vez llegados a este punto, cabe preguntarse a qué escala debiera de desplegarse y cómo de tecnificado debiera de estar dicho modelo productivo. Esta es quizá una de las preguntas más complejas, ya que cuanto mayor es la escala y el grado de tecnificación, mayor es también su impacto ambiental y el grado de alienación (separación) de las personas que consumen la energía respecto a su producción. Por el contrario, esa mayor escala productiva y tecnificación implica, por regla general, un aumento en la productividad, y por tanto, en la capacidad excedentaria. Y el excedente productivo de una sociedad es el que permite su complejización, la división social del trabajo y el desempeño de funciones especializadas. Es decir, la condición para que en una sociedad puedan existir médicos, artistas, profesoras, científicas o ingenieras es que una parte de esa sociedad produzca de forma excedentaria las necesidades básicas del resto, de tal modo que ese resto pueda dedicarse al desarrollo de otras tareas.

Entendiendo que ese excedente se gestionaría de forma colectiva, sin la participación de un sistema de división de clase que imponga el acceso desigual a dicho excedente, a dicha riqueza social, ¿cómo de compleja (en el sentido del grado de especialización y de división social del trabajo) creemos que debiera de ser la sociedad? ¿En qué medida es necesaria la existencia de un excedente productivo que permita la especialización de un parte de la población? ¿Hasta dónde se podría escalar la producción de energía sin que se viera comprometido su carácter sostenible y democrático, sin que se convirtiera en un sistema productivo alienante? ¿Cómo resolver esa tensión existente entre escala-tecnificación-productividad-impacto ambiental-autonomía? ¿O es posible un modelo energético descentralizado y con gran capacidad excedentaria? Y llegados a este punto, ¿es posible un modelo de producción energética fuertemente excedentario (ya sea a pequeña o gran escala) sin la participación de los combustibles fósiles? ¿Cuál es la Tasa de Retorno Energético de cada una de las fuentes de energía que queremos desarrollar?

Todas estas preguntas, para las que como es obvio aún no tenemos respuesta, identifican una serie de contradicciones sobre las que entendemos que debiera pivotar el debate en torno a la cuestión energética.

 

2. Mujeres al frente. Sobre la necesidad de los marcos autónomos como vanguardia

 Comentemos ahora ya uno de los dos textos que más han llamado nuestra atención, el titulado Mujeres al frente. Sobre la necesidad de los marcos autónomos como vanguardia, de noviembre de 2022.

 Lo primero que hay que señalar es que el texto, en esta ocasión, está elaborado por el Marco Autónomo de Kimua, creado precisamente como conclusión final de las reflexiones que hay en el texto. Reflexiones como, por ejemplo, éstas:

 

Las mujeres hemos sido minoría dentro de las organizaciones revolucionarias y cuando hemos sido partícipes de las mismas, el rol que hemos jugado ha sido invisibilizado o se nos ha relegado al trabajo entre bastidores.

Por lo tanto, dado que es un proceso que no se dará de manera espontánea, debemos utilizar todas las herramientas que disponemos a nuestro alcance para fortalecer la presencia de las mujeres en espacios militantes. Una manera de alcanzar dichos objetivos es la creación de marcos no mixtos.

(…) En Kimua también consideramos indispensable la creación de un espacio como los descritos: una estructura autónoma de mujeres. En nuestra opinión, contamos con motivos de sobra para organizarnos de dicha manera:

La creación de espacios de decisión sin hombres, por un lado, facilita la generación de un entorno en el que no se reproducen las dinámicas de según el género, fomentando así la participación y empoderamiento de las compañeras y posibilitando que compañeras que de otra manera no tomarían parte, empiecen a militar. Así mismo, contar con un espacio de toma de decisiones propio nos permite profundizar en la estrategia, tarea que por norma general queda fuera de nuestro alcance. De esa manera, además de poder decidir y diseñar la estrategia y su aplicación táctica, nos permite elaborar una agenda propia en la que los ritmos los marquemos nosotras mismas.

Por otro lado, una estructura autónoma garantiza que las decisiones de las mujeres tengan una representación colectiva dentro de los espacios mixtos, dotando a nuestras voces de la trascendencia y repercusión que individualmente no tendrían.

Finalmente, aunque la estructura autónoma tenga la responsabilidad de asegurar el progreso y la revisión del proceso de despatriarcalización de los hombres militantes de Kimua, la carga de trabajo relativa al mismo recaerá sobre los hombres.

 Pero, a continuación, introducen la siguiente aclaración:

  

Sin embargo, no creemos que con generar estructuras autónomas sea suficiente. Haciendo uso de estas estructuras no mixtas, las mujeres y disidentes de género debemos ser la vanguardia del proceso revolucionario.

 En el desarrollo de esta cuestión es donde, al menos las mujeres* del  Marco Autónomo de Kimua, demuestran la capacidad de ir corrigiendo su propio discurso. Porque si, como criticamos abiertamente en nuestro comentario al libro de Kimua, una de las cuestiones que más nos chirriaban de él era su apuesta por el Centralismo Democrático y, dentro de él, el concepto de vanguardia que se le otorga a los cuadros, ahora las compañeras del Marco Autónomo introducen una visión distinta sobre esa categoría de vanguardia:

 

Cabe decir que, cuando nos referimos a vanguardia, hacemos referencia al significado original de la palabra avant-garde proveniente del francés, el cual indica tomar la primera línea. No creemos que el término vanguardia haya que relacionarlo con el mantra de la “Verdad absoluta”, tal y como se interpreta en la corriente leninista más autoritaria. En este caso, relacionamos tomar la primera línea con el compromiso y la responsabilidad militante que van más allá de lo habitual; con el hecho de acabar con el mundo de la Dominación y trabajar por un nuevo paradigma político. Aquella que siembra la pasión por la revolución con cada pisada que da. En base a esta definición, todas las que hoy en día se encuentran pensando y actuando en pro de la vía revolucionaria, están en una posición de vanguardia respecto a la mayoría de la sociedad. Es decir, no hay una única vanguardia revolucionaria (la nuestra), sino que ésta se materializa en los distintos colectivos y líneas ideológicas que abogan y trabajan por intentar ir un paso más allá.

Aun así, hemos de ser conscientes de los riesgos que conlleva para la revolución misma mantener una posición de vanguardia y valernos de herramientas para prevenirlos. La posición de vanguardia genera referencialidad y acumulación de poder, las cuales hay que gestionar adecuadamente para impedir que se transformen en egolatría, tiranía y mezquindad. De cara a evitar esa transformación, la vanguardia mostrarse predispuesta a ser criticada constantemente y trabajar en todo momento a favor del colectivo.

 No es una matización menor, aunque creemos que aún mantiene un “regusto” verticalista, quizá fruto de la tradición militante anterior de algunas de las personas de Kimua. Ese regusto impregna su, a nuestro juicio, acertadísima propuesta de que las mujeres y disidentes de género sean el motor principal del proceso revolucionario:

  

Prosiguiendo con el desarrollo de la tesis presentada, son varias las razones por las cuales la vanguardia debe de estar compuesta por mujeres y disidentes de género:

En primer lugar, tan solo un proceso liderado por mujeres puede considerarse como revolucionario. Esta premisa no quiere decir que los hombres no puedan tomar parte en los espacios organizativos revolucionarios. Sino que los hombres, acostumbrados a copar la primera línea de frente, deben aprender a dejar de acapararlo, liberando espacio para que lo ocupen las compañeras y de la misma manera, redirigir su función en la vanguardia al proceso de despatriarcalización. Ya que, si bien es cierto que todas las compañeras educadas en sociedades patriarcales necesitamos un proceso de despatriarcalización, los que ostentan el poder social patriarcal son aquellos que han sido construidos e identificados como hombres. Por ende, al poseer esa posición de privilegio, la labor que deben acometer de cara a deconstruir la mentalidad patriarcal será mayor.

Debido a esto último precisamente, creemos que la labor de los hombres desde su posición de vanguardia es la de llevar a cabo el proceso de despatriarcalización. Serán referentes para otros hombres hacia la deconstrucción de la mentalidad patriarcal y desde una vanguardia “compartida”, deben también de fomentar el liderazgo de la mujer. De lo contrario, la sociedad patriarcal le asignará al hombre todo el poder y lo jerarquizará, una vez más, por encima de la mujer, a pesar de que ambas militantes, él y ella, luchen desde la misma posición de liderazgo. Ha de haber un claro y explícito rechazo al poder.

Por otro lado, también entendemos que organizarnos en la vanguardia es un ejercicio de empoderamiento, un paso imprescindible para deconstruir el sistema sexo-genero patriarcal. Hemos sido educadas en base a la subordinación, y ese carácter asignado a nuestro género nos ha amputado ciertas cualidades imprescindibles para la revolución: perspectiva estratégica, aptitudes para el liderazgo, desarrollo de herramientas analíticas, capacidad de profundizar teóricamente, habilidad dentro de la oratoria y el debate… El hecho de posicionarnos en el liderazgo, con la responsabilidad que ello acarrea, conllevaría, necesariamente, a desarrollar todas esas cualidades.

(…) Por último, cuando hablamos de que las mujeres y disidentes de género debemos de ser vanguardia, también hablamos de justicia histórica, de tomar el lugar del que se nos ha privado. Es difícil que nos vengan a la memoria experiencias revolucionarias guiadas por las que sufrimos opresión de género y consideramos como una aportación con gran potencial descubrir dichas luchas y darles vida de nuevo, en el aquí y en el ahora.

 Nuestro rechazo al vanguardismo y a los liderazgos no hace excepción ni de géneros ni de disidencias de género. En las ya mencionadas jornadas de debate de Kimua propusimos ir cambiando la denominación por la de Grupo Motor, dejando bien claro que no se trata de una mera cuestión terminológica, sino de ética y filosofía política. Las personas que forman parte de los grupos motores no lo suelen ser por elección, sino por ofrecimiento personal, teniendo claro en cualquier caso que, como señala Tomás Villasante[i]:

 

Estos ‘grupos motores’ no tienen soluciones, pero sí pueden activarlas escuchando y haciendo puentes, provocando saltos en las construcciones colectivas y creativas, en donde los participantes se sienten protagonistas y no unas meras correas de transmisión. La forma de mantener estos procesos tiene que ver con que el ‘Grupo Motor’ no se convierta en un grupo de líderes permanentes o de ‘representantes’, que es un fallo que se repite demasiado.

 Insistimos, creemos que la diferencia no es baladí, y si de lo que se tratara es de que el Grupo Motor estuviera compuesto por mujeres y disidentes de género, estaríamos completamente de acuerdo. Tanto por las razones que ya han señalado, como por las que recogen posteriormente:

 

Siguiendo con el hilo de las características asignadas al género, queremos hacer mención especial a ciertas cualidades sociales que se le han asignado a la mujer y subrayar la potencialidad revolucionaria de las mismas. Los procesos revolucionarios de los que somos conscientes y que se han dado hasta el momento, no han considerado como punto fuerte las características que a continuación vamos a detallar. Por lo tanto, queda en nuestras manos introducir esos valores dentro de la organización militante, a través de la referencialidad y liderazgo de nuestra práctica.

No podemos concebir el camino hacia la Vida Libre sin garantizar un espacio para la empatía, los cuidados y las emociones, así como el reconocimiento a todas las labores invisibilizadas, en segunda línea. Todas esas tareas sostienen el trabajo visible, siendo pilares fundamentales que condicionan la victoria del proceso. Sin embargo, esos valores, relacionados con la sensibilidad y debilidad, han sido interpretados como perjudiciales para la revolución, negándoles su potencialidad. Estamos seguras de que a lo largo del hilo revolucionario de la historia estos valores se han reproducido entre camaradas, gracias a ello, se han podido materializar las distintas organizaciones, procesos revolucionarios y victorias. Pero creemos que se han desarrollado de manera natural y por inercia, no porque la organización revolucionaria los priorizase dentro de sus programas. Por consiguiente, no se les ha asignado un espacio formal, organizado y con unas bases comunes para abordarlos. Interpretamos esto como talón de Aquíles dentro de los procesos revolucionarios, una enseñanza que debemos aplicar, ya que ese marco de valores, ese marco ético, es el que en muchos casos puede diferenciar la victoria del fracaso. Ha llegado el momento de ensalzar las características que hasta ahora se han relacionado con la sumisión, de darle luz revolucionaria a lo que se ha mantenido en la penumbra.

 

3. El Movimiento Popular en Euskal Herria. Pasado, presente y futuro

 Entremos finalmente a comentar el último texto publicado (al menos hasta el momento de redactar esta entrada), denominado El Movimiento Popular en Euskal Herria. Pasado, presente y futuro, que en sus grandes líneas básicas compartimos (a pesar de pensar que responde más a las realidades gipuzkoanas y bizkainas que al resto de los 5 herrialdes).

 El texto de Kimua, que recomendamos leer en su integridad (aquí, sólo abordaremos algunas de las cuestiones principales que plantea) empieza contextualizando el debate y la posición desde la que lo llevan a cabo:

 

Ciertamente, el Movimiento Popular ha sido uno de los pocos lugares comunes en los que han convergido prácticamente todas las tradiciones de lucha con cierto arraigo en Euskal Herria. Tanto es así que a más de una le habrá sorprendido cómo durante los últimos meses las disputas en torno al MP, el cuestionamiento mismo a lo que ha sido y lo que es, hayan ido ocupando un lugar cada vez más notorio en el escenario político vasco. No obstante, en estos tiempos en los que se va reconfigurando un nuevo ciclo político en Euskal Herria, no debería de sorprendernos que se pongan en duda los ejes que vertebraron el ciclo anterior y que surjan nuevas lecturas al respecto. Desde Kimua compartimos la necesidad de profundizar en ese análisis crítico, y el Movimiento Popular no puede librarse de dicho escrutinio. Más aún en nuestro caso y para categorías como la del propio MP u otras similares, como Poder Popular, en torno a las cuales se fundamenta buena parte de nuestra propuesta política. Ese es el objetivo del presente texto: analizar de forma crítica lo que fue el MP en el pasado, en qué situación se encuentra a día de hoy y presentar una propuesta de debate que impulsen la reconfiguración de dicho espacio político en clave revolucionaria.

 Efectivamente, estamos de acuerdo en que el Movimiento Popular necesita un análisis crítico, y nos parece más que interesante la propuesta de reconfiguración que presenta Kimua.

 Coincidimos bastante en estos párrafos de su lectura sobre el MP en el último tercio del pasado siglo:

 

Ciertamente, el MLNV fue en aquella época la expresión política organizada de mayor relevancia dentro del espacio revolucionario vasco, capaz tanto de catalizar aquel momento histórico, como de liderarlo en numerosos aspectos. De ahí que el significado de lo que hoy se entiende por Movimiento Popular, no se pueda desligar de la existencia y desarrollo del MLNV. Y que, dadas las circunstancias y como no podía ser de otra manera, el MP quedara tendencialmente canalizado en torno al espacio organizativo y estratégico que componía el propio MLNV. Dicha canalización no era homogénea, ni estaba exenta de tensiones. En unas ocasiones se daba conscientemente, en otras por inercia; a veces de manera amistosa, otras mediante operaciones de entrismo en las que se intervenían determinadas expresiones del MP para dirigirlas hacia los intereses particulares del MLNV.

(…) Una de las conclusiones que podemos extraer en ese sentido es que, en realidad, el MP no existía como sujeto político en sí mismo. Las diferentes expresiones locales y sectoriales que lo componían no estaban articuladas entre sí, ni disponían de un programa estratégico en común que les permitiera establecer una hoja de ruta propia. Tampoco estaba dotado de las herramientas organizativas que le permitieran erigirse en agente revolucionario.

(…) De igual modo, todo esto tampoco significa que el MLNV controlara por completo al MP. Ni que al interior de éste último dejaran de existir fuerzas independientes al MLNV, también de carácter revolucionario, pero que contaban con su propia hoja de ruta. Algunas de ellas con esquemas organizativos similares, basados en el planteamiento masa-partido de inspiración marxista-leninista, pero que se situaban fuera del marco de liberación nacional vasco. Otras, con propuestas en las que se defendía que el potencial revolucionario y estratégico debía de surgir y articularse desde el interior de las propias masas, no desde su exterior, rechazando con ello planteamientos basados en el verticalismo, la jerarquización y el autoritarismo.  Entre estas últimas, destacamos las diferentes expresiones que fue tomando la Autonomía a lo largo del ciclo político anterior: desde las asambleas de fábrica de los 70; los Comandos Autónomos en los 80; el peso que tuvo en las luchas en defensa del territorio (Leizarán, Itoiz, TAV), y en los Gaztetxes y el movimiento de okupacón-autogestión desde los 90; en el movimiento feminista desde sus inicios y hasta la actualidad... Se trató de una forma de entender la lucha y la organización que llegó a ejercer una influencia política notable en Euskal Herria (y de la que nos sentimos herederas), pero que por distintas circunstancias no supo, o no quiso, aglutinar sobre sí la capacidad política y organizativa suficiente como para disputarle la hegemonía al MLNV.

 Con algunos matices, también estamos de acuerdo, en lo general, con la descripción del momento actual del MP que trasladan en estas ideas:

  

Si una cosa está clara en relación al Movimiento Popular en la actualidad es el sentimiento generalizado de crisis y desmovilización que lo recorre. Lo cual, visto lo visto, es del todo comprensible: una vez desaparecido el MLNV, sin poder cumplir la función que desempeñaba en su órbita, ha dejado de tener sentido tal y como existía hasta ahora. Esto es, si en el ciclo político anterior nunca llegó a ser un sujeto político en sí mismo, articulado en torno a un planteamiento estratégico propio, lo normal es que quede fuera de lugar una vez ese ciclo se agote y las fuerzas que lo constituyen desaparecen o comienzan a reconfigurarse.

(…) Como hemos dicho anteriormente, la intensidad que alcanzó la lucha de clases y por la liberación nacional en Euskal Herria se reflejaba a nivel local en barrios, pueblos y comarcas de toda nuestra geografía, de tal forma que lograba activar, aunque fuera de forma indirecta, toda una serie luchas de carácter popular y más o menos espontáneo.

(…) No es que no existan gaztetxes y gazte asanbladas, grupos feministas, luchas en defensa del territorio, o cuales quiera que sean las expresiones de lucha y organización popular en relación a la coyuntura del momento: en los últimos años sindicatos de vivienda, redes de acogida a personas migradas, huelgas de trabajadoras, pensionistas o movilizaciones de respuesta a la pandemia. La tensión de clase sigue atravesando igualmente la sociedad actual y sigue generando una respuesta espontánea y auto-organizada que va adoptando diversas formas. Y lo seguirá haciendo en el futuro mientras perduren los ejes de opresión y explotación. La cuestión es que, por un lado, esa respuesta ya no emerge con la intensidad con la que lo hacía en el pasado. Y por otro, todas esas expresiones de auto-organización y lucha popular más o menos espontáneas no están articuladas entre sí, ni por medio de vínculos organizativos formales, ni por medio de una propuesta política y estratégica común. No funcionan como un “movimiento”

 Dentro de ese análisis crítico que realiza Kimua sobre el MP, nos parecen especialmente acertadas estas consideraciones que, desgraciadamente, nos suelen tenerse en cuenta en el análisis de la situación, y que, sin embargo, nos parecen fundamentales:

 

Por otro lado, la gran mayoría de esas expresiones organizativas no van más allá de la escala local, y en el caso de que así sea, les cuesta superar el marco de trabajo sectorial: ya sea la vivienda, la ecología, la alimentación, el feminismo, el espacio juvenil y el cultural... Del mismo modo, es innegable la dificultad que han tenido la mayoría de ellas para conectar con las capas más precarizadas de la sociedad y especialmente con los sectores racializados. Aunque en los últimos años han ido emergiendo notables excepciones (véanse los sindicatos de vivienda, colectivos de auto-defensa anti-racista o las redes de acogida de personas migradas), el MP en su conjunto ha respondido durante años a un perfil muy determinado: personas blancas y euskaldunes, y a partir sobre todo de los 90, con el decaimiento general del movimiento obrero, mayormente de clase media.

 Muy acertada, e igualmente esencial, es, a nuestro entender, esta afirmación sobre la tendencia no deseada al reformismo:

 

Todo ello dificulta enormemente la articulación, siquiera en el plano programático, de una respuesta que aspire a transformar la sociedad en su totalidad. Si bien favorece un fuerte arraigo en la realidad local de ciertos pueblos, barrios y estratos sociales, ese mismo localismo y perspectiva sectorial impiden el desarrollo de una profundidad estratégica suficiente que permita proyectar su lucha más allá de los límites que presenta el estado de cosas actual. Desde esa posición de parcialidad, además de que ciertas expresiones de opresión y de violencia pueden no ser visibles, la totalidad del Sistema, cuando se presenta, lo hace como algo inabarcable, que no se puede abordar con las capacidades con las que cuentan. Con lo que la respuesta lógica suele ser retrotraerse a ese pequeño rincón de la sociedad desde el que operan. En esas condiciones, este tipo de experiencias de lucha quedan continuamente condenadas a maniobrar dentro de los límites de lo posible y de lo que es “realista” dentro de esos límites. Esto es, a reproducir un carácter esencialmente reformista que difícilmente logrará ir más allá del asistencialismo o la performance del movimiento-espectáculo. En realidad, no es que esas luchas y expresiones organizativas renuncien conscientemente a transformar el sistema de forma integral. Es que tal y como están configuradas en la actualidad es imposible desplegar la capacidad política y organizativa necesaria para tal fin. De hecho, aquellas que opten por llevar a cabo una lucha revolucionaria efectiva sin tratar de superar esa configuración actual están condenadas a quedar atrapadas en una espiral de voluntarismo, inoperancia e impotencia.

 Y aunque llegan a la conclusión de que eso que comúnmente conocíamos como Movimiento Popular a día de hoy no existe en Euskal Herria, en seguida aclaran que:

 

Que no se nos malinterprete. Con todo esto no estamos impugnando la existencia de ese espacio político, ni que haya que desechar la labor que realizan ese conjunto de expresiones organizativas populares. Nosotras mismas hemos participado en muchos de ellos, desde la lucha anti-TAV, gaztetxes y okupación, movimiento feminista, lucha por la vivienda, soberanía alimentaria, redes de acogida de personas migrantes... y lo seguimos haciendo. Su carácter local y sectorial, la mayoría de las veces centrado en lo pequeño, en lo cotidiano, fuera de los focos de la realidad política nacional, hace que entren en contacto con las contradicciones reales de una parte importante de la sociedad, y que por tanto, queden impregnadas de esa pulsión de la sociedad que trata continuamente de liberarse de la dominación. A pesar de que hoy en día tengan un carácter reformista y asistencialista, o justamente por eso, también son una expresión genuina del sentir espontáneo de las masas populares ante la tensión de clase estructural que impone sobre nosotras la modernidad capitalista. Así que no tiremos al niño con el agua sucia. Gran parte de lo que se viene haciendo en esos espacios organizativos populares es la condición necesaria para aspirar a algo aún mayor, pero he ahí la cuestión, que hay que aspirar a ello. Como integrantes activas de esos espacios, solo tratamos de señalar sus contradicciones y limitaciones; el hecho de que con la configuración actual no es posible ir más allá. Que no cuentan con una capacidad de transformación revolucionaria propia.

 A continuación, acometen el apartado que denominan Propuesta para un proceso de debate y confluencia estratégica. Estructuras Populares y Movimiento Popular Revolucionario. Reconocen de entrada que se trata de una forma de articular la lucha de clases que en Euskal Herria nunca se ha materializado hasta ahora, que se resumiría en:

  

hablamos de un proceso que esencialmente no va a consistir en la confluencia de organizaciones estratégicas de carácter nacional, lo cual le confiere una lentitud y un ritmo propios que de entrada no son los del escenario macropolítico de Euskal Herria (donde efectivamente sí operan organizaciones con una gran capacidad estratégica y de toma de decisiones). Se trata de ir construyendo una serie de complicidades, de lazos organizativos e ideológicos entre un conjunto de expresiones de organización popular que en la mayoría de los casos puede que ni siquiera compartan un diagnóstico común. Probablemente muchas de ellas ni siquiera existan a día de hoy, ya que irán apareciendo en el futuro. Pues bien, además de un diagnóstico común que aún no existe, se requiere también de un método, y una hoja de ruta en común. He ahí la dificultad del proceso.

 Parten también de que ese proceso no se va a dar de forma espontánea, asumiendo como Kimua la tarea de impulsarlo, pero, como aclaran:

 

Sin embargo, no conviene aquí confundir catalizar e impulsar con dirigir o tomar bajo control. Kimua no quiere, y aunque quisiera tampoco podría, dirigir ese proceso. Entre otras muchas cosas, porque las integrantes de Kimua solo somos un ínfima parte de ese conjunto de expresiones populares, y ni siquiera representamos a ninguna de ellas (más allá de la propia Kimua), con lo que difícilmente podemos recoger ni representar las sensibilidades existentes en todas ellas.

 Dejando claro también que:

  

la cuestión aquí no es que ese proceso se desarrolle según lo que establecemos aquí, sino que comience a avanzar cada vez con más intensidad. Esto es, que el diagnóstico que hemos desarrollado más arriba y las claves en relación al método y la hoja de ruta que presentamos a continuación hay que entenderlas como factores de discusión y debate. Y por tanto, con la pretensión de que sean superados lo más rápido posible, lo cual indicaría que el proceso está en marcha.

 Para todo ello, proponen comenzar por un debate que permita construir una perspectiva en común. Ese debate giraría en torno a lo que denominan cuatro ejes de tensión: Local / Nacional; Sectorial / Integral; Agregación / Integración de las estructuras organizativas, y Reforma / Revolución.

 

La hoja de ruta que sugieren es la de comenzar con esos debates y, en la medida en que fueran avanzando y resolviéndose, organizar especie de congresos, inicialmente sectoriales. Durante ese trayecto, Dentro de esa hoja de ruta, lo que hoy en día son un conjunto de expresiones organizativas populares devendrían en Estructuras Populares. Esto es, un estadio de la auto-organización de las masas populares en el que esas expresiones organizativas, aún esencialmente en el plano local y comarcal, van aglutinando sobre sí cada vez más ramas de lucha y de trabajo, a la vez que se dotan ya de un marco ideológico común. Un corpus compartido de categorías políticas y para el análisis de la realidad, que permitirían conectar, tanto en la práctica como en el plano simbólico-político todas esas expresiones populares.

El proceso, sin embargo, no se detendría ahí, y por medio de diferentes procesos congresuales y de confluencia a escala nacional e internacional, en un momento dado se estaría en disposición de articular el Movimiento Popular Revolucionario. Ahí sí, el Movimiento Popular existiría como sujeto estratégico revolucionario, y por tanto estaría en disposición de trasladar a la escala social la lucha y transformación revolucionaria que ya vendría articulándose a nivel local y sectorial. Puntualizar aquí que la presente propuesta no aspira a establecer ni concretar los detalles de esa hoja de ruta: se trata más bien de un esbozo hipotético de cómo podría resolverse óptimamente la pregunta realizada al inicio de este apartado.

 No vamos a entrar a analizar la Hoja de Ruta propuesta, que nos recuerda demasiado a otro tipo de organizaciones, con procesos congresuales e intención de confluencia a escala nacional e internacional. Preferimos quedarnos con la idea de que es una propuesta inicial que, como la propia Kimua pretende, pueda ser cuestionada y superada por el resto de los grupos y personas que vayan formando parte de ella.

 Posteriormente apuntan algunas cuestiones organizativas. Por ejemplo, que cualquier agente u organización que se perfile como participante de dicho proceso debiera de asumir que su propuesta es fragmentaria y estar dispuesta a renunciar a ella en favor de una síntesis superior. O con respecto al respeto a los tiempos, pues ven con cierta claridad que hablan de un proceso a medio o incluso largo plazo, que deberá de ir avanzando paulatinamente, pero que es probable que se alargue años o incluso décadas.

 Concluyen el texto señalando que, en esta apertura de un nuevo ciclo político en Euskal Herria en el que, a su juicio, el Movimiento Popular es el espacio que queda por reconfigurarse, no se parte de cero, sino que ha habido ya pasos previos que van a facilitar ese viaje:

 

Por último, y para cerrar el análisis y la propuesta, es necesario subrayar que, en cierta medida, el proceso de reconfiguración de lo que fue el Movimiento Popular en Euskal Herria ya está en marcha. Ahí tenemos las dos últimas acampadas de la ITA y la que se celebrará este próximo verano, las Ekotopaketak de este otoño, el reflejo e implantación de la cuarta ola feminista en Euskal Herria o el proceso de confluencia que han emprendido diversos sindicatos de vivienda. Expresiones de lucha y organización popular que de nosotras depende que prosperen y vayan entrelazándose y ampliándose cuantitativa y cualitativamente. Todas ellas nos muestras aspectos que podemos destacar por lo que aportan de novedoso respecto a lo que fue la práctica y la teoría del Movimiento Popular, y por tanto con potencial para servir de acicate y lugar de referencia en este nuevo ciclo. Hablamos del impulso a un modelo de militancia integral, que va difuminando la separación entre vida-militancia tan común en el pasado; de la conexión con las capas de población más precarizadas, migradas y racializadas, abriendo espacios compartidos de lucha, organización y aprendizaje mutuo; de la importancia que se le concede al conjunto de la reproducción social, más allá de lo puramente económico, y a la interconexión de todas las problemáticas que conforman el Sistema de la Dominación (propiedad privada, género, raza, salario, vivienda, alimentación...). Qué duda cabe que se trata de expresiones a día de hoy mayormente inconexas, a las que les falta aún por madurar y desarrollarse, pero que pueden ir esbozando un marco de referencia con mucho potencial desde el que comenzar a articular unas hipotéticas Estructuras Populares. Una circunstancia de gran importancia en un contexto general de desmovilización, en el que las formas de organización y lucha del pasado parece que ya no son válidas y la falta de referentes reales de lucha puede conducir al abatimiento.

 Hasta aquí nuestros comentarios a un texto que nos ha gustado mucho y del que compartimos buena parte de su análisis de coyuntura. Además, nos ha parecido valiente al abordar críticas y carencias, así como a la hora de poner sobre la mesa propuestas novedosas, y abordar cuestiones que no se suelen abordar en la mayoría de los análisis de coyuntura del resto de propuestas revolucionarias actuales.

 Disentimos más en lo relativo al tufillo partidista clásico que rezuman buena parte de sus propuestas organizativas, y que choca claramente con las formas de organización autónomas y autogestionadas como las que practican buena parte de los colectivos y personas que forman parte del MP, y a los que se intenta interpelar con la propuesta. No obstante, visto que Kimua va dando muestras de que realmente es una propuesta abierta a la reconsideración y remodelación de sus iniciativas (como por ejemplo, ya ha demostrado en lo referente a algunas cuestiones ligadas al centralismo democrático) habrá que seguir atentamente sus siguientes pasos y textos.

 En cualquier caso, nos parece que sus textos encierran algunas de las claves de bóveda del proceso de  análisis crítico que el MP debe realizar, y que pueden ser un adecuado andamiaje inicial para empezar entre todas su reconstrucción, así como el debate sobre su apuesta o no por buscar un camino conjunto de transformación social antagonista.

 

 

4. Brevísimo comentario sobre las Jornadas Políticas de Kimua del pasado enero:

 Tranquilidad, que no vamos a entrar a cuestiones de fondo. Al contrario, se trata más de cuestiones de forma, pero que a nuestro juicio tienen mucha importancia, y señalan también el espíritu que subyace a las propuestas. Nosotras asistimos tanto a la presentación como a dos de los debates (uno de grupo no mixto, a la mañana, y otro en plenario a la tarde) y nos ha llamado poderosamente la atención (y no para bien) el también tono clásico de las formas. El plenario en un salón de actos con estrado y mesa de ponencia “arriba”, y el resto abajo. La reunión no mixta a la que acudimos, con mesa de ponencia, y el resto dispuesto en filas como público. Pero, además, sin dinámicas que permitieran el acercamiento, conocimiento e intercambio entre las personas asistentes.

 Faltó, a nuestro juicio, mucho calor humano para una propuesta que, por sus contenidos, debería hacer de esta cuestión otro de sus grandes argumentos diferenciadores. Es verdad que en la comida conjunta que se ofrecía como posibilidad, igual hubo momentos para el compartir que nos perdimos, pero desde la organización tenemos la impresión de que no se tuvo en cuenta ese fundamental aspecto. No sabemos con qué intención pudo acercarse la gente que tomó parte, ni si eran personas conocidas entre ellas, ni de dónde eran, ni si formaban parte o habían formado parte de algún colectivo del MP. Si uno de los objetivos era atraer a gente hacia la propuesta que se presentaba, creemos que faltó acogimiento, y saber dar importancia a esas otras cuestiones fundamentales en la relación y el quehacer político que van más allá de las palabras y los textos. Creemos que hay mucho que aprender de los movimientos de las comunidades indígenas, por ejemplo, y que ese alimentar la comunidad que tan esencial es en su quehacer político, debería ser uno de los contenidos a incorporar sin demora a la propuesta de Kimua.

 



[i]Tomás R. Villasante (2014) Redes de vida desbordantes. Fundamentos para el cambio desde la vida cotidiana. Los libros de la catarata, Madrid

 

 

 

 

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