jueves, 21 de marzo de 2024

Errekaleor: un laboratorio de democracia comunal en un barrio de Euskal Herria

 

En Errekaleor las paredes hablan (Foto de Mikel Urabaien Otamendi)

    

La crisis creciente del modelo de democracia liberal ha posibilitado la emergencia de modelos alternativos. Uno de los más novedosos ha sido el de la democracia comunal, que se postula como una propuesta antagónica a las perspectivas dominantes. Frente a la representatividad y el sujeto liberal reivindica un sujeto comunitario que se autogobierna. En esta investigación, se realiza un análisis de la experiencia del barrio autogestionado Errekaleor, situado en la ciudad de Vitoria-Gasteiz (País Vasco), en donde se está intentando desarrollar un modelo de democracia de carácter comunal. La metodología utilizada es de carácter etnográfico, con gran peso de la observación y de las entrevistas en profundidad. Entre los principales hallazgos destaca el germen de un modelo alternativo en el que destacan prácticas de autogobierno, autogestión y de cuidado mutuo.



El párrafo que encabeza esta entrada es el resumen del texto escrito por Luis Miguel Huarte Pozas y Saúl Curto-López, ambos investigadores sobre procesos de democracia comunal, y Saúl Curto uno de los principales impulsores de esta propuesta, tanto en Euskal Herria, como a nivel internacional. En este caso, el trabajo de los autores se centra en una experiencia comunal en marcha en Euskal Herria desde hace 10 años, la de Errekaleor, a la que, por mucho que su presencia se nos comience a hacer como habitual y por ello nos sorprenda menos, haríamos bien en no perder la referencia de toda su importancia y potencial transformador. El resumen breve de esta experiencia en plena capital vasca y su situación actual, en palabras de los autores:

la falta de apoyo institucional provocó el deterioro de algunos barrios populares y el vaciamiento progresivo de estos, como ocurrió en el barrio de Errekaleor. En este contexto, se da la ocupación de Errekaleor en la segunda década del actual siglo. Concretamente, en el año 2013, un grupo de estudiantes ocupa varias viviendas del barrio con un doble objetivo: por un lado, dar una respuesta a la necesidad de vivienda para la juventud; por otro lado, crear un proyecto de convivencia de carácter comunitario, antagónico al modelo dominante anclado en la lógica capitalista e individualista. A partir de ideas alternativas como autogobierno, autogestión, etc., van configurando una experiencia que pretende ser un modelo diferente de gestionar lo político y lo económico, poniendo la lógica comunitaria en el centro.

Lo relevante, además del carácter político-económico alternativo ya citado, es la dimensión de la experiencia, ya que la ocupación espacial va más allá de las habituales ocupaciones de un edificio de viviendas. En este caso, se ha producido la ocupación de un barrio en su totalidad, con todos sus edificios y espacios aledaños, lo cual supone un control territorial notable. Actualmente, en Errekaleor viven alrededor de 120 personas que ocupan 16 bloques de viviendas con 32 portales. El barrio, además de las viviendas, dispone de dos plazas públicas, una casa de cultura, una biblioteca, una ludoteca, un cine, un centro juvenil (“gaztetxe”), un frontón, un bar y una imprenta. Alberga además tierras donde se han impulsado proyectos comunitarios de producción agrícola. 1 Tras una década de existencia, Errekaleor se ha convertido en un laboratorio social muy sugerente donde se están ensayando nuevos modos de convivir, de practicar la democracia y de concebir la comunidad.


La investigación sobre la práctica de “poder popular” en Errekaleor la realizan los autores mirando desde la perspectiva de una forma concreta de entender ese poder:

La idea del “poder popular” implica la transferencia de poder hacia los sectores populares desprovistos históricamente de poder: “[L]as clases subalternas se transmutan en célula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza” (Mazzeo y Stratta 2007, 11).

El nuevo modelo de poder exige un nuevo sujeto que ejerza de protagonista en el día a día a la hora de tomar decisiones de todo tipo. Este nuevo sujeto sería el “sujeto popular” o “sujeto comunal”, un sujeto antagónico al sujeto “individual-liberal” y a los sujetos colectivos que detentan habitualmente el poder en los regímenes representativos (Mazzeo y Stratta 2007, Curto-López 2021).

La nueva arquitectura del poder necesita, a su vez, de una estructura y unos mecanismos específicos para que el despliegue del poder comunal sea efectivo. Frente a la clásica estructura de gobierno de los regímenes representativos, se aboga por una estructura basada en la idea de “autogobierno” (Bookchin 2019, Iglesias 2021). Esto supone que el sujeto comunitario ejerce directamente el poder, en clave de democracia directa, sin mediaciones ni representaciones. La nueva estructura garantiza el protagonismo del nuevo sujeto en términos de participación, deliberación y toma de decisiones (Tapia 2007, Rauber 2016).

La económica es otra de las dimensiones que la democracia comunal integra en su cosmovisión y alude a aquellas variables que están relacionadas con la constitución de un modelo económico alternativo al dominante (Cattani 2004, Coraggio 2016c). En esta propuesta teórica le damos relevancia a tres cuestiones que consideramos sumamente relevantes: por un lado, un nuevo concepto de economía; por otro, una estructura coherente con dicho concepto y, por último, un modelo alternativo de cuidados.

Un sistema económico alternativo necesita una concepción teórica alternativa. En este caso, la democracia comunal reivindica el concepto de economía comunal o comunitaria (Azzellini 2010, Álvarez 2011, Andrade et al. 2014) frente a los conceptos de economía capitalista y de economía estatizada-centralizada. La economía comunal sería un sistema que se funda sobre la “propiedad y la gestión directa por parte de las comunidades organizadas” (Álvarez 2011, 54).

(…) La tercera dimensión de la democracia comunal es la dimensión espacial y se refiere a todos aquellos aspectos que tienen que ver con el control del territorio y con el uso que se le da a éste. En este trabajo nos interesan específicamente dos aspectos: el modelo de apropiación del territorio y la capacidad de expansión territorial.

El modelo de apropiación del territorio alude a dos cuestiones fundamentales: quiénes controlan el espacio y qué tipo de uso hacen de éste. La democracia comunal considera que el control territorial debe ejercerlo la comunidad y debe tener como horizonte el “bien común” de quienes habitan en ella (Manzanal 2014, Blanco et al. 2014). Esto significa la expropiación del espacio a los agentes que antes lo controlaban y que tenían como fin la explotación lucrativa del territorio (Harvey 2018).

La democracia comunal aspira a que experiencias locales de carácter micro vayan creciendo, apropiándose de más territorio, colonizando en clave emancipatoria más espacio y poniéndolo al servicio de los intereses comunales. La disputa con el capital y con su Estado es de carácter global (Coraggio 2016a), por lo que resulta vital ampliar el control territorial.


Aterrizando este concepto en la realidad de Errekaleor, señalan:

El concepto de “poder popular” está articulado con la idea de comunidad, ya que es el espacio en el que se construye y se despliega ese modelo de poder alternativo (E6). El concepto que utilizan de manera expresa y recurrente es el de “auzoboterea”, que en su traducción del euskera al castellano apela a una concepción del poder barrial, vecinal. El “auzoboterea” implica el ejercicio del poder en un territorio delimitado, en este caso, el barrio en el que se encuentra Errekaleor. Un territorio en el que los y las vecinas detentan el poder y en donde se han dado pasos para desactivar el poder de las clases dominantes y sus instituciones:

[E]l poder del barrio (auzoboterea) está relacionado con la capacidad de autoorganización del barrio y de su comunidad para la gestión directa del territorio.

Nosotras decidimos lo que pasa aquí y cómo organizamos los espacios. El auzobotere es la capacidad de decidir en común y de hacer en común. Pero también de defender nuestros espacios y logros. Ante los ataques que ha recibido este barrio durante estos años, se ha demostrado una capacidad de defenderse de manera constructiva, y ante cada golpe, dar una respuesta desarrollando más el proyecto. Se ha demostrado que, si queremos, podemos. (Grupo de Discusión: GDE6)


Ese “poder popular” o “auzoboterea” es ejercido por un nuevo sujeto:

El nuevo modelo de poder que defienden se expresa también en un nuevo sujeto, que ejerce de protagonista en la cotidianidad a la hora de tomar decisiones de todo tipo. Este nuevo sujeto sería el “sujeto comunal”, un sujeto antagónico al “sujeto liberal” propio de los sistemas políticos tradicionales. Manifiestan una aspiración expresa de sustituir el sujeto protagonista de las democracias liberal-representativas (el individuo liberal) por un nuevo sujeto con atributos radicalmente diferentes. Un sujeto “colectivo” frente al sujeto individual clásico, lo que implica que la vida comunitaria adquiere una centralidad muy marcada (E22). Un sujeto colectivo con poder real y no solo formal, lo que supone establecer todo un marco jurídico informal que garantice que así sea


Pero también es precisa una forma distinta de autoorganización:

La nueva arquitectura del poder exige una estructura y unos mecanismos acordes para que el despliegue del poder comunal sea efectivo. En el caso de Errekaleor se han dotado de una estructura propia para gestionar el poder de una manera diferente al de los sistemas políticos convencionales. Frente a la clásica estructura de gobierno representativo propia de los regímenes liberales han diseñado un modelo alternativo que pretende combinar y articular tres tipos de lógicas democráticas: por un lado, la democracia directa; por otro lado, la democracia participativa y, paralelamente, la democracia deliberativa.


Por lo que se refieren a su “planteamiento económico alternativo”, señalan cuestiones como las siguientes:

(…) además del discurso en clave “anti”, disponen de un repertorio teórico de conceptos que configuran su marco conceptual alternativo en el plano de la economía.

Concretamente dos conceptos tienen especial relevancia en el discurso económico que impera en la cotidianidad: por un lado, el concepto de autogestión; por otro lado, el concepto de “auzolan” (trabajo comunitario). Al igual que ocurre con la narrativa y el imaginario anticapitalista, las ideas de autogestión y “auzolan” son estructurantes en la concepción del barrio

(…) El concepto de economía comunal, el cual forma parte de nuestro marco teórico, no es parte del cuerpo conceptual de Errekaleor, pero sí está presente en las prácticas del día a día bajo otro paraguas discursivo (“autogestión”, “propiedad colectiva”, etc.).

(…) La propiedad comunitaria es uno de los principios políticos del micro-sistema económico que están intentando construir en el barrio. Frente a la propiedad de tipo capitalista, de carácter privado, lucrativo y explotador (E9), en el barrio predomina la propiedad social (E17), entendida esta como una propiedad del común. Una propiedad colectiva bajo control comunitario, antagónica a otro tipo de propiedad colectiva de carácter lucrativo o de carácter estatal (E10). Las diversas iniciativas económicas que existen en Errekaleor son de propiedad social


En lo concreto, ello se refleja en cuestiones como las siguientes:

A su vez, hay que destacar algunos de los proyectos económicos que hoy día están funcionando en Errekaleor y que son gestionados de manera directa por sus miembros (huerta urbana, panadería, electricidad, residuos, reciclaje, imprenta y taller de bicicletas)

(…) Lo comunal también se manifiesta en el campo de la distribución y del consumo. Algunas de las iniciativas antes citadas destacan por su función de garantizar necesidades básicas a toda la comunidad. Quizás, las más relevante por el impacto logrado, es la del sector eléctrico, ya que han conseguido implantar un modelo de autoconsumo a través de un sistema de placas solares instaladas en diferentes edificios del barrio. En este caso, lo interesante no solo es el nivel de autosuficiencia logrado (E8, E11) a través de un sistema propio, sino también la sustitución del suministro mercantil y lucrativo de una multinacional por un modelo de autoabastecimiento sostenible y de control democrático


Recogen también otro importante aspecto de la experiencia de Errekaleor, el sistema de cuidados

En Errekaleor se han dotado de un sistema de cuidados para intentar garantizar el bienestar individual y colectivo. Para ello, según alguna/o de sus protagonistas, han identificado una serie de áreas que consideran esenciales para la “sostenibilidad de la vida” (E2) y el “buen vivir” (E6). Las dinámicas de cuidado a las personas enfermas, y de apoyo a quienes sufren precariedad laboral son las más destacadas por varias/os entrevistados/as (EX, E17). Por ejemplo, “cuando alguien se rompe una pierna o se pone enfermo” la gente “enseguida se organiza para echarle un cable con las compras, o cosas de casa” (E19); o, por ejemplo, en medio de la pandemia sanitaria “se creó una bolsa económica colectiva para ayudar a aquellas personas de la comunidad que lo necesitaban” (E21). Lo relevante es que han interiorizado que cuidar es una práctica política fundamental en el proyecto de vida que quieren construir en Errekaleor. Al poner los cuidados en el centro, están asumiendo que el sujeto comunal se expresa también en el cuidado mutuo


Por último, analizan la cuestión espacial y del territorio:

El modelo de apropiación del territorio alude a dos cuestiones fundamentales: quiénes controlan el espacio y qué tipo de uso hacen de éste. En Errekaleor, una de las reflexiones compartidas por un buen número de personas entrevistadas es que el barrio ha sido “liberado” (E7, E10, E20, E15) del control del capital: “Errekaleor es una parte del territorio de esta ciudad que la hemos liberado del capital (…) aquí no manda el capital ni los propietarios privados (…) aquí manda la comunidad” (E7).

Esto significa que quienes controlan el territorio no son los intereses privados lucrativos que ponen el espacio al servicio del enriquecimiento particular (E9). Ahora es la comunidad quien controla y quien decide los usos, otorgándole prioridad a la función social y al bienestar colectivo: “el territorio ahora no es para hacer negocio sino para sostener vidas y necesidades sociales” (E13).

Además, recalcan que el territorio está “liberado” también del control estatal, en este caso del control de las instituciones públicas más cercanas (ayuntamiento, diputación, etc.). “Liberado” de estas, porque dichas instituciones tienen como objetivo controlar el barrio para volver a ponerlo al servicio de la lógica lucrativa

(…) La transformación “radical” supone implantar una lógica comunal en la cotidianidad, es decir, incremento en la participación y en la organización vecinal y, a su vez, poner el territorio al servicio del bien común


Es en este contexto donde se dibuja uno de los grandes retos para Errekaleor, pendiente de tomar forma:

la capacidad de ampliarse a territorios colindantes y convertirse así en un proyecto más grande y más robusto. En el caso de Errakaleor, el ámbito espacial para crecer sería la propia ciudad de Vitoria-Gasteiz, en la cual está enclavado el barrio. Según sus integrantes, este es un objetivo claro. Sin embargo, la presión constante que han sufrido por parte de las instituciones públicas les ha obligado a centrarse en una lógica de la “resistencia” que no ha permitido dedicar “esfuerzos y tiempo” a planificar su expansión a territorios cercanos (E19). Pero por lo menos, si existe un ejercicio de “relación y articulación fuerte con los movimientos populares de Gasteiz, en diferentes dinámicas, coordinadoras y marcos colectivos de la ciudad” (E9).


Por último, rescatemos algunos de los puntos que los autores señalan en sus conclusiones:

Los límites de la democracia participativa indican que hay ser más radicales en el diseño y en las prácticas, para poder garantizar una redistribución del poder mucho más igualitaria. La desafección ciudadana actual tiene mucho que ver con esto, por lo que la comunalización del poder, en espacios barriales, como se está intentando implementar en Errekaleor, puede ser un buen antídoto contra dicha desafección y un revulsivo para repolitizar a la ciudadanía alejada habitualmente de las estructuras de poder. De cualquier manera, es fundamental puntualizar que Errekaleor tiene por delante el gran desafío de corregir permanentemente las asimetrías de poder que se dan en la cotidianidad, debido a las habituales dinámicas de poder diferenciado que se generan por la mayor influencia de ciertos liderazgos y/o estructuras de coordinación.

(…) Si un objetivo irrenunciable es la “sostenibilidad de la vida”, la gobernanza tiene que desplegarse en lo económico y para ello, el sujeto comunitario puede ser el sujeto colectivo que democratice la economía. Una “economía para la vida” puede ser más factible en territorios donde se comunalice la economía. Errekaleor, hoy día, es una semilla en esta dirección, aunque todavía tiene por delante que su proyecto de economía comunal avance en términos de autosustentabilidad.

Otro riesgo de gran envergadura es restringir los experimentos de radicalización democrática a la escala local. Por eso, un desafío a medio plazo va a ser diseñar estrategias eficaces para hacer posible el salto de escala y hacer viables procesos de mayor dimensión espacial.

(…) Por último, nos queda apuntar que uno de los grandes retos de casi todas las experiencias de democracia comunitaria es su consolidación en el tiempo y, sobre todo, su arraigo. Esta idea del arraigo, como expresión de la siembra de una nueva cultura política alternativa a la dominante


Porque de lo que se trata, y esto no incumbe solo a la gente de Errekaleor, sino al resto de quienes apostamos por la asamblea comunitaria como forma de autoorganización, es que, como dicen los autores en sus últimas palabras: experiencias como Errekaleor puedan arraigarse y poner la semilla de una cultura alternativa.



 

 

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