Todos los procesos de toma de decisiones en Rojava se han convertido en una forma de asamblea, además de las asambleas convocadas para elecciones, sistemas de delegación y para la representación del gobierno autónomo. La organización generalizada de la autonomía en forma de dimensiones, la formación de sus propias asambleas, los pueblos que se movilizan en forma de asambleas para tomar decisiones comunes en todos los campos, desde las comunas hasta las cooperativas, desde las asociaciones hasta los campos, muestran que la práctica de las asambleas generan una experiencia organizativa de por si movilizadora. Hay una reunión de la asamblea después de las cinco de la tarde para casi todo el mundo. Las asambleas no son solo espacios de toma de decisiones, sino también son espacios donde los pueblos discuten y producen herramientas para realizar las decisiones comunes tomadas. Entre las asambleas inferiores y superiores hay un sistema de informe recíproco, cual generaliza una horizontalidad entre asambleas, y en relación del gobierno autónomo y los pueblos. Los informes incluyen críticas y autocríticas sobre el cumplimiento de las tareas a través del tekmil que significa la participación y presentación directa. Los pueblos de Rojava participan directamente en el proceso de construcción de la autonomía a través de una o más asambleas, con su voz, decisión y hacer. Rojava es una experiencia histórica en términos de mostrar que la democracia y la participación directa pueden realmente ser practicadas e implementadas con el ejercicio de la asamblea como movimiento. Recrea el significado de la revolución y trasciende los límites de la autonomía que a menudo son territoriales y de identidad. En este sentido, las comunas y las asambleas son importantes prácticas revolucionarias que crean la transformación social y la emancipación sin crear un estado o tomar el poder, la sociedad puede gobernarse a sí misma, determinar su propio destino a pesar de todas las contradicciones
Somos de quienes no votamos, porque no creemos ni en este sistema electoral, ni en las instituciones que de ellas surgen, ni en la configuración estatista que las conforma, ni en la idea de política (y mucho menos de participación) en la que se basan. Pero tampoco nos parece sacrilegio alguno que quien quiera vote. Desde nuestra forma de verlo, lo realmente importante no es lo que se haga o deje de hacer ese día, sino lo que hagamos o dejemos de hacer los 364 días del año restantes. Por eso el principal riesgo que le vemos al truco electoral es que para mucha gente se convierta en su único acto de responsabilidad política cada cuatro años, delegando todos los demás en los profesionales de la política, aquellos que por la recepción del voto parecen sentirse legitimados para decidir todo por nosotras.
Entre quienes desde posturas más o menos de izquierda optan por ese delegacionismo, no son pocas las personas que nos reprochan a quienes defendemos la propuesta de las asambleas populares el apoyar una idea bonita pero utópica, alejada de la realidad. También desde posturas revolucionarias recibimos la crítica por nuestro supuesto espontaneísmo, que impediría la organización de un verdadero proceso revolucionario.
Podríamos entrar por enésima vez en un debate teórico sobre la cuestión, pero siempre nos ha parecido mucho más interesante aprender de la práctica revolucionaria que de su teoría, y, aunque parezcan (interesadamente) olvidadas por algunas corrientes revolucionarias actuales, hay en marcha dos procesos revolucionarios que dejan bien a las claras la viabilidad de las formas revolucionarias comunitarias y asamblearias. Son, no hace falta decirlo, la experiencia zapatista y la kurda. Y es de esta segunda experiencia de donde hemos extraído los párrafos que introducen esta breve entrada, que forman parte de un libro publicado ya hace unos cuatro años y que abordaba todas esas cuestiones (y muchas otras) con grandes dosis de análisis autocrítico: se trata del libro de Azize Aslan Economía anticapitalista en Rojava Las contradicciones de la revolución en la lucha kurda. La perspectiva desde la que está redactado el texto queda reflejada en estos párrafos de su introducción:
Hasta principios de la década de 2000, el “Kurdistán unido e independiente” era visto como la única solución tanto para los movimientos nacionalistas como para los socialistas. Sin embargo, con el tiempo, el Movimiento Kurdo liderado por el PKK y Abdullah Öcalan, que en principio partió con el objetivo de formar el Estado socialista del Kurdistán, se ha transformado.
Hizo una autocrítica como partido y afirmó que estaba equivocado por tomar al Estado como una solución para la emancipación. Así, en 2003, propuso la autonomía democrática como un nuevo horizonte de lucha bajo el paradigma del confederalismo democrático. Por esto, el tema y pregunta principal que necesito abordar, es por qué y cómo el Movimiento Kurdo, que surgió como un partido leninista (PKK), se convirtió gradualmente en un movimiento popular y experimentó esta transformación intelectual. Para comprender tal transformación fue necesario analizar el enfoque revolucionario de la izquierda tradicional, centrado en la toma del poder y el enfoque de la revolución espontánea del siglo XXI, que surgió tras la negación de la organización (partido).
La transformación del PKK es un acto que pretende superar ambos enfoques revolucionarios (puramente jerárquicos u horizontales) y construir un proceso revolucionario donde el pueblo sea el sujeto.
En esta parte se encuentran a menudo muchas referencias sobre el Movimiento Zapatista. A pesar de tener dinámicas sociales e historias diferentes, el ver reflexiones similares me impulsó a establecer una relación reflexiva entre el Movimiento Kurdo y el Movimiento Zapatista.
La transformación intelectual y organizativa del Movimiento Kurdo a través de la autocrítica y la adaptación de la autonomía como una nueva política de emancipación, no solo son el trasfondo histórico que ha creado la Revolución de Rojava, sino que también definen el presente de Rojava. El hecho de que el Movimiento Kurdo, primero, problematizara el poder en el sentido de romper con la idea del Estado y posteriormente experimentara y se diera cuenta —viviendo los conflictos de género dentro del movimiento— donde las relaciones de poder pueden surgir en todas las áreas en las que el patriarcado es dominante, y convirtiendo la crítica y la autocrítica en una metodología de organización contra el surgimiento de los poderes, han creado un cambio para que el movimiento siempre tenga una capacidad dinámica y transformadora. Rojava, en este sentido, es una experiencia revolucionaria que combina esta aportación intelectual y organizativa del Movimiento Kurdo hacia una transformación social.
Por lo tanto, la autonomía expresada con el proceso de construcción de la revolución y como se produce la transformación social, es una de las interrogantes que se plantea este libro. Sin embargo, antes de pasar a la autonomía de Rojava se van a encontrar con la historia de su resistencia y en la segunda parte, “La historia común”, para poder comprender las bases sociales de la Revolución y las subjetividades del pueblo que la hizo. Esta parte se basa en una crítica fundamental: la historia del colonialismo siempre se cuenta a través de las acciones de la dominación (colonizadora), mientras que los pueblos colonizados siempre han resistido por su libertad, como en Rojava, pero en lugar de ver esta resistencia, la historiografía o las ciencias sociales tratan a estos pueblos como víctimas del colonialismo. Esta forma de mirar reproduce el poder dominante del colonizador. Para ello, subraya que la búsqueda de la autonomía acompaña constantemente esta resistencia, trabajando en la memoria común de la resistencia de los kurdos en Rojava.
Pero, volviendo a la cuestión electoral y a lo que trasciende de lo que cada vez se parece más a una celebración folclórica del “día internacional de la participación ciudadana”, queremos abordar una cuestión que nos parece importante. Y no, no hablamos de los resultados. Nos referimos a las consecuencias directas que sobre el movimiento popular tiene la apuesta reformista de la antigua izquierda revolucionaria, esto es, la actual izquierda abertzale oficial, y su formación electoral EHBildu. Tal y como ya hemos ido viendo tras anteriores procesos, en la medida que esa fuerza política va ganando presencia en las instituciones de gobierno y órganos de poder, para ocupar los cargos administrativos que de ellos se derivan (desde personas asesoras hasta aparato burocrático propiamente dicho) está recurriendo a personas que hasta entonces tenían un papel importante en el impulso de algunos de los diferentes sectores que componen el movimiento popular, lo que tiene como consecuencia directa el debilitamiento de éste.
Si, como a menudo se nos dice desde esa opción, la institucional no es más que una vía que está a disposición del movimiento popular, el proceso debería ser el contrario. Está claro que no es así, pues lo vemos una vez tras otra, cuando eligen a las personas que serán candidatas en los diversos procesos electorales. Es habitual encontrar en esas listas personas que antes han destacado por su compromiso con algún sector del movimiento popular, y a quienes las labores parlamentarias e institucionales alejan de su actividad en el movimiento popular. Pero mucho más preocupante nos parece (pues la dimensión es bastante mayor) cuando esas otras labores de asesoramiento y aparato burocrático se le ofrecen a personas del movimiento popular que, a partir de ahí se encuentran con una disyuntiva en la que no es fácil mantener la coherencia y dignidad personal: seguir implicada con el movimiento popular, desde el compromiso voluntario, es decir, sin retribución económica y sin peajes de obediencia política, o pasar a profesionalizar su militancia disponiendo de un sueldo fijo, en ocasiones nada desdeñable cuantitativamente, y con peaje de disciplina política.
Algo parecido, en su contexto de guerra y sus parámetros concretos, también es denunciado por Azize Aslan
Mientras que el capitalismo trata de integrar a Rojava con sus armas a la institucionalización, como la guerra y a veces su idea de paz, la nacionalización, el embargo y la hambruna, y de obligar a los pueblos a asumir relaciones capitalistas, el Movimiento Kurdo trata, por un lado, de restringir el capitalismo (resistir al capitalismo) y, por otro, de fortalecer la autogestión económica (autodefensa económica) de los pueblos contra el capitalismo, creando nuevos espacios y relaciones comunales no capitalistas. Este proceso es en sí mismo un proceso de lucha y resistencia, y tiene lados muy diferentes. Por ejemplo, mientras que el Movimiento Kurdo se esfuerza por capacitar a las personas con una economía social basada en la autosuficiencia y la autogestión para que se conviertan en responsables de la toma de decisiones en la economía, las ONG que se están extendiendo a través de la Coalición Internacional contra el ISIS, están tratando de frustrar la política de autonomía mediante las relaciones monetarias que están construyendo con la ayuda financiera o los proyectos de micro financiación, tratando a las personas como víctimas; de este modo quieren crear una sociedad dependiente y obediente, como en cualquier otro lugar del mundo, generando una psicología de la desesperación.
Lo
dicho, la opción elegida que realmente importa no es la del día de
las elecciones, sino la del resto de días del año. De eso depende
la posibilidad de avanzar colectivamente hacia la transformación
revolucionaria que tanto se necesita. Esa es la verdaderamente importante elección.