Occidente está muerto, pero no lo sabe o prefiere no saberlo. El genocidio en directo marcó su certificado de defunción, el punto de no retorno.
El fin de su hegemonía desatará una violencia de la que empezamos a tener una idea con el genocidio en curso. Sin duda llevará tiempo, pero parece irreversible. La pregunta que cabe formularse, entonces, es: ¿quién ganará y con qué nueva «tabla de valores»? ¿Qué orden global y local impondrán los ganadores? ¿Y cómo actuar en un interludio que corre el riesgo de ser duradero, incluso porque no es la imposición del caos una opción que deba descartarse?
La decadencia de Occidente debería especificarse como la decadencia del hombre occidental, blanco y varón, capitalista y colonialista, animado por una sed infinita de apropiación del otro, de la naturaleza, de las mujeres, de la riqueza, institucionalizados en la propiedad privada, el único valor verdadero de nuestra sociedad.
El par de conceptos de Nietzsche citados anteriormente por Benjamin deberían reformularse hoy de esta manera: el «buen occidental» y el «último hombre» se fusionan en el concepto del «último occidental», el hombre que no quiere morir, que no tiene el coraje de superarse a sí mismo, que es incapaz de inventar una nueva humanidad, pero reproduce guerras y genocidios porque considera su raza «tan inextinguible como la de las pulgas».
Solo a condición de superar al último occidental, una parte de la cultura que fue elaborada en Europa podrá contribuir a la construcción de una política y de una cultura no capitalistas
Estas contundentes afirmaciones son parte del texto que os queremos acercar en esta oportunidad ¿Hacia una nueva guerra civil mundial? (Tinta y Limón y Traficantes de Sueños, 2024), de Maurizio Lazzarato.
Lazzarato es un autor cuya perspectiva revolucionaria de fondo no compartimos, a la que quizá se podría calificar como leninista, pues como él mismo dice en el texto: Me siguen llamando leninista como si fuera una ofensa, pero no veo a quién acudir para hablar de guerra, guerra civil y estrategia, es decir, del presente. Al obrerismo, al postobrerismo, a la escuela de Frankfurt, a Deleuze y Guattari, a Foucault, a la teoría del Homo Sacer, a Negri y Hardt, a Judith Butler, a varios feminismos, a Rancière, a Badiou, a Laclau, etc. Todas estas teorías literalmente implosionan ante la guerra y la guerra civil. Podemos recuperar conceptos de cada una de ellas, pero solo insertándolas en el marco de la guerra y la guerra civil. El último debate serio sobre estas cuestiones lo iniciaron los revolucionarios de la primera mitad del siglo xx, y es a partir de aquí que podemos empezar a entender cómo continuar, reinventándola, esta gran tradición
Aclaremos, no obstante, que en su texto se pueden encontrar coincidencias expresas con autoras como Silvia Federici o Raquel Gutiérrez. Pero, más allá de coincidencias o divergencias con su perspectiva revolucionaria, el texto de Lazzarato creemos que pone sobre la mesa análisis, debates, interrogantes y críticas que -sea cual sea nuestra perspectiva- haríamos bien en tener en cuenta, pues inciden en algunas cuestiones que nos parecen fundamentales. Por eso, más que entrar al debate sobre las tesis del autor, vamos a recoger algunas de esas cuestiones aludidas, que probablemente os lleven a la lectura más completa del texto, al menos a partir de la página 100, que, a nuestro entender, es cuando comienzan las aportaciones más interesantes.
Como ya hemos visto en los párrafos que encabezan esta entrada, en el texto encontramos una crítica tan aguda como, a nuestro entender acertada, sobre el europeísmo capitalista: