miércoles, 27 de noviembre de 2024

El euskara como ariete xenófobo de Pako Sudupe (y otras personas que se dicen de la izquierda vasca)

 

 

 

Pako Sudupe idazlea. (Iraia Oteiza) 

 

 

Escribo desde las tripas (así que nadie espere sesudos análisis en estas líneas), desde el profundo dolor que me causa el ver la utilización espuria y perversa que en los últimos tiempos diversas personas vinculadas a la "izquierda vasca" están llevando a cabo de uno de los tesoros más increíbles que me ha regalado esta tierra: su idioma, el euskara. Y lo hago en castellano principalmente por dos razones. Primera, porque renuncio, me niego a hablar en euskara con quienes así lo utilizan y, segunda, porque quiero que puedan leer estas líneas muchas de esas personas que han venido a vivir a esta tierra, que aún no conocen su idioma, que quizá no son todavía conscientes del tesoro que se están perdiendo y, lo peor, que pueden pensar que la mayoría de las personas euskaldunes estemos de algún modo de acuerdo con la utilización del euskara como ariete xenofóbico.

 

A los artículos a los que me refiero son principalmente Geure herrian bizitzeko eskubidea, firmado por Pako Sudupe, “ensayista escritor”, y publicado inicialmente en Zuzeu el 21 de septiembre (posteriormente publicado en Berria, aunque días después se borró); el segundo, Inmigración en Euskal Herria, firmado por Joxemari Olarra Agiriano, “Militante de la izquierda abertzale”, y publicado el 25 de septiembre en Naiz. Probablemente haya habido más, pues por algo declaraba la editora de Katakrak Nerea Fillat en El Salto el 4 de marzo de este año que en el ámbito de la cultura “hay voces que dicen que hay políticas que se hacen desde el mundo del euskara que son bastante racistas y discriminatorias”; y Unai Apaolaza Amenabar, también indicaba el problema unos meses antes en Berria en septiembre de 2023 con el artículo Euskalgintza Bidegurutzean. No es el objetivo de este texto hacer un estudio amplio de lo publicado, con lo ya reseñado es más que suficiente para la opinión y vivencia personal que quiero trasladar.

 

Me quiero centrar en desmontar las falsedades. No lo voy a hacer con el texto de Olarra, pues creo que, afortunadamente, ha tenido contestación adecuada tanto por parte de tres personas de la Secretaría Nacional de Sortu, Xabi Iraola Larraia, Lur Albizu Etxetxipia, y Arkaitz Rodriguez Torres, en el artículo (del mismo título que el de Olarra) Immigrazioa Euskal Herrian, publicado en Berria el 6 de noviembre y luego en castellano en Naiz, así como, previamente, por parte del “Militante del Movimiento Socialista” Adam Laamirni Agirrezabala, en el texto publicado en Naiz el 10 de octubre con el título de Respuesta a Joxemari Olarra, y recientemente también en Naiz por el "Militante de Ongi Etorri Errefuxiatuak" Germán García Marroquín.

 

 Sí lo voy a hacer con el de Pako Sudupe, tanto porque ha tenido menos respuestas (hasta donde conozco principalmente la breve –y por lo tanto parcial, aunque adecuada-  respuesta de Fernan Mendiola en Euskaldunok, hizkuntzak, migrazioak eta historia, publicada en euskalherriairratia el 23 de octubre), como por, sobre todo, ser un texto que cumple con muchas de las habituales artimañas de los discursos xenófobos a los que se pretende cubrir con un manto de aparente progresismo, algo a lo que parece responder también la obra general de Sudupe, que junto a biografías y ensayos de destacados personajes de la izquierda vasca (Telesforo Monzón, Beltza o Txillardegi), recientemente ha publicado un libro titulado Inmigrazio eta abertzaletasuna, editado además por la Euskal Herriko Unibertsitatea, que no he leído ni, como luego se comprenderá, leeré, ni recomiendo su lectura.

 

Una última aclaración previa. Quien esto escribe no es una persona entendida o experta en la materia, soy un migrado a Euskal Herria a finales de los 80 a quien, al llegar a esta tierra, mucha gente (de forma muy especial en los euskaltegis y en lo movimientos populares a los que me incorporé -el antimilitarismo y la autogestión vecinal-, aunque también en las calles y en los bares) me enseñó a amar el euskera, y me ayudó lo indecible facilitándome su aprendizaje, proceso que supuso mucho más que la adquisición de una habilidad lingüística:  me permitió conocer mucho más a fondo la idiosincrasia del pueblo que hizo surgir el euskara, todo lo cual no hubiera sido posible con un simple estudio académico, y sin la implicación en el proceso de buena parte de la gente euskaldun que fui conociendo. Por eso me duele tanto ver la utilización perversa de tintes xenófobos que del conocimiento del euskera se hace en el texto referido, basándose en bulos, rumores, medias verdades y no pocas falsedades. Mi humilde contribución a la defensa del euskara, en esta ocasión, se centrará por tanto en intentar desmontar el discurso, a pesar de todas mis carencias (seguro que hay otra gente que lo pueda enriquecer con aportaciones más sustanciosas), pues creo que hay que hacer frente de forma decidida a todo este tipo de planteamientos, que son los que en el fondo ponen realmente en riesgo el futuro del euskara. Y, desde luego, igual que con la utilización del euskara con fines xenófobos, me posiciono en contra de aquellas gentes que desde pretendidas posturas “progresistas” o “de izquierdas” dicen defender el euskara mientras realmente impulsan medidas que limitan más y más (incluso en ámbitos como las administraciones públicas) su uso, extensión y normalización, poniendo en riesgo su supervivencia.

 

 

Analizando el texto xenófobo de Pako Sudupe

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Autocrítica y cuestionamientos fecundos en los movimientos populares

 


 


Desde hace un tiempo observamos con satisfacción cómo, desde personas o colectivos de diversos movimientos populares, se van poniendo a debate y cuestionamiento algunas cuestiones que chirrían con un planteamiento radicalmente transformador. Cuando esos cuestionamientos se elevan a lo público no desde el reproche a nadie, sino desde la autocrítica o el diálogo abierto, tienen el efecto también de empujarnos a todas y a todos a (re)plantearnos puntos de vista, posicionamientos, argumentos, dinámicas y actitudes. Por eso son tan válidos.

Hoy traemos a esta entrada tres ejemplos (hay bastante más) de lo que comentamos. No los vamos a analizar, esa tarea nos toca a cada quien, pero sí vamos a agradecer su esfuerzo a las personas que los han realizado. Los tres tienen en común su lugar inicial de publicación, Zona de Estrategia, una revista digital que “pretende agitar la crítica y construir herramientas de intervención que no rindan pleitesía a ninguna forma de gobierno” proyecto al que dedicaremos una próxima entrada, pero que, como vemos con estas aportaciones, ya está dando muy buenos frutos.

El primer y largo artículo se trata del escrito por Charlie Moya Gómez ((librera, investigadora, activista marica y cuir) y titulado ¿Por qué el movimiento LGTBIQ+ debería disolverse? Contra el efecto pacificador de la izquierda. Como se resalta en la entradilla de su publicación: Este texto llama a repensar el movimiento a partir de la solidaridad y la acción directa para superar el identitarismo desafiando el statu quo y recuperando el potencial de cambio social radical. El artículo abre el melón de bastante cuestiones pendientes. Veamos un ejemplo que os anime a su lectura:

Podríamos entender que, por lo menos, hay dos formas de comprender el movimiento LGTBIQ+: una en vinculación con las instituciones y partidos y otra en la autonomía, los colectivos de base o la política de calle. Bien, esto es algo que podíamos entender hasta ahora. Pero las demandas y los mensajes que al final tienen que ver con el discurso político, cada vez son más semejantes en ambos supuestos bandos. Por poner un ejemplo: en el manifiesto unitario del Orgullo Crítico de Madrid de 2023 se hacían alusiones a los «limitados avances en la adquisición de derechos», a los «derechos humanos» como tal, a las «pocas protecciones» que se otorgan desde instituciones como la Comunidad de Madrid, a «formar familias cishetero disidentes», a la «identidad política», a las «minorías entre minorías»3. ¿No suena todo a proclama democrática? ¿No tiene un aire excesivamente demandante, asimilacionista y buscador de derechos a la manera de las asociaciones institucionales?

Si he puesto estos ejemplos desde el inicio es porque quiero llegar a un lugar muy concreto: los movimientos sociales se han equivocado en el fin de este último ciclo político y es de urgencia que planteen de nuevo su devenir, su acción y su discurso. En estos casos, quizás fueron un error las concentraciones por la muerte de Samuel (o el formato que adquirieron), quizás también la concentración por el ataque al chaval de Malasaña, o las proclamas del Orgullo Crítico. Teniendo en cuenta la capacidad de convocatoria y la potencia revolucionaria de enardecer de esa forma a la masa social, ¿por qué limitarla a un acontecimiento como un asesinato? ¿Por qué convocar un velatorio enfurecido y no poner las fuerzas en urgencias aún más extremas? ¿Por qué sacar a la calle a miles de personas solo en un caso tan específico? ¿Por qué no, antes o después, el movimiento LGTBIQ+ utilizó su capacidad de movilización para fines más comunes y menos sectorializados?

Si me estoy centrando específicamente en el movimiento LGTBIQ+ es porque he formado parte de él y porque entono el mea culpa en su deriva. Podría hacerlo extensivo a cualquier movimiento social en el que participemos (feminismo, antirracismo, migra, disca, gorde…); todos tienen el nexo común de la identidad. Esta reflexión que pretendo abrir no es una acusación, sino una llamada a pensar en común cuál es el siguiente paso y cómo podemos volver a estar alertas ante el colapso y la crisis que vienen. Además, importante, qué papel jugamos colectivamente en esto y en qué lugar nos deberíamos situar.



El segundo texto es el titulado El problema de los grupos, escrito por Carolina Vacas, Javier Correa y María Linares, de la Escuela de las periferias, un grupo de autoformación política de la Villana de Vallekas. Se destaca del texto que “Se trata de poner el problema de los grupos en el centro. No tanto para pensar cómo nos organizamos, sino por qué, aunque nos organicemos, no opera ningún cambio en nuestras formas de vida”. Os adelantamos sus dos primeros párrafos para que veáis alguna de las muchas cuestiones interesantes que aborda:

 

La discusión en torno a la organización

La discusión política en torno a la organización es una cuestión histórica. Las mismas preguntas que se discutían en los ateneos libertarios y las casas del pueblo de los años 30, y que retomaron los movimientos feministas de los 70, vuelven a ponerse sobre la mesa hoy. Como elementos periféricos del sistema, los distintos grupúsculos políticos han debatido a lo largo del tiempo cómo organizarse para conseguir sus objetivos, sean estos conquistar el Estado, derrocar un gobierno u ocupar un centro social. En la tradición comunista, la discusión en torno a la organización ha sido fundamental y pautada: la construcción de un partido de masas, la generación de una vanguardia política, la disciplina militante, pero la camaradería que opera en el seno del partido también ha sido uno de los puntos discusión para los marxismos heterodoxos. Así mismo, muchos, inscritos en la estela autónoma y libertaria, han visto en la jerárquica y vertical estructura del partido el germen de los autoritarismos.

Es imposible negar que hoy esta discusión se encuentra otra vez sobre la mesa. La crítica del Movimiento Socialista (sean cuales sean sus siglas) a los movimientos sociales en Madrid se dirige principalmente a esta cuestión: las que militamos estamos desorganizadas o, para ser más precisas, nos organizamos en formas inefectivas (como el movimiento o el centro social). Si las vertientes vascas o catalanas (Gazte Koordinadora Sozialista y Horitzó socialista) dirigen también la crítica a su herencia independentista y dicen que no es necesario esperar a la independencia del Estado español para iniciar un proceso de emancipación de la clase trabajadora, el movimiento socialista del interior (Coordinadora Juvenil Socialista) se arma básicamente en torno a la crítica a los movimientos sociales. Según su diagnóstico, la forma actual movimentista de las luchas no es capaz de escalar el conflicto para torpedear verdaderamente el sistema y mantiene dispersas un número limitado de fuerzas que, de estar más organizadas (por ejemplo, en un partido), serían mucho más efectivas.



Finalmente, el tercer sustancioso textos se trata del titulado Un linchamiento feminista da la puntilla a la nueva política, que es obra del Colectivo Cantoneras (Almudena Sánchez, Beatriz García, Marisa Pérez, Fernanda Rodríguez, Nerea Fillat y Nuria Alabao), un colectivo que, a nuestro juicio, escribe textos y reflexiones cada vez más interesantes y sustanciosas. Veamos dos párrafos gancho, aunque creemos que os atrapará desde el inicio

En el camino de la nueva política se cruzó la irrupción del ciclo feminista, lo que provocó un intento de apropiación institucional de todo ese capital político. Este sirvió tanto para posicionarse dentro del parlamento como el azote de la derecha, como para gobernar en nombre del movimiento feminista, o incluso para las peleas internas por posiciones en listas: no me quieren porque soy demasiado feminista –decía Irene Montero–. Hoy el bumerán golpea en la nuca a Sumar/Más Madrid pero en realidad es la puntilla de todo el espacio del cambio. Abandonados quedan los problemas reales que el feminismo combate: la violencia, pero también la división sexual del trabajo –las posiciones subordinadas en lo laboral de los sectores más precarios y feminizados– y su relación con las tareas de reproducción social. Digamos que el número de veces que el feminismo ha estado en la boca de los y las nuevas políticas no ha estado a la altura de los logros obtenidos, sobre todo desde la óptica de un feminismo de transformación que tenga en cuenta la cuestión de clase.

(…)

Las relaciones de mierda no son agresiones machistas

El último ciclo feminista quería alertar sobre la gravedad de las violencias, pero terminamos discutiendo sobre una ley –la del solo sí es sí– que supuestamente acabaría con ellas por la vía del código penal. Los debates de estos años, que podrían haber sido imprescindibles para avanzar en la comprensión y la lucha contra estas situaciones han tenido también algunos efectos contraproducentes que empezamos a comprender mejor a partir de este caso.