(…) la idea-fuerza sobre la que se basa el libro es clara y contundente. Se trata de bucear entre las diversas dinámicas de conflictividad social (hoy en día apenas conocida...) para realzar aquellas prácticas y discursos que buscaban superar la explotación de la clase obrera, hacia formas de no-dominio y de no-explotación por parte del capital y del estado.
Una de los temas que más nos preocupa en Iraltuzak Lagunduz es la grave carencia de transmisión generacional que percibimos en las iniciativas revolucionarias en particular y en el movimiento popular en general. Esa grave carencia es principalmente efecto de una imprescindible labor no acometida por aquellas generaciones que hemos ido cumpliendo años considerándonos las protagonistas de los procesos revolucionarios y transformadores, sin darnos cuenta de que éramos simplemente un eslabón más en una larga cadena que, para que sea tal, necesita del engarce entre eslabones. Otra pequeña parte de la carencia en la transmisión generacional puede achacársele a las nuevas generaciones, que a veces parecen más dispuestas a volver la mirada a las experiencias de hace más de un siglo, que a aprender de los errores y aciertos cometidos por las generaciones precedentes.
Entre esos vacíos creados por la falta de transmisión generacional nos llama especialmente la atención el gran desconocimiento que, en general, se da entre las jóvenes generaciones revolucionarias en torno a un proceso al que se puede calificar sin exageraciones de prerrevolucionario, protagonizado por la clase obrera de la que formaban parte sus abuelas y abuelos, e incluso, en algunos casos, sus madres y padres. Y, sin embargo, su conocimiento nos parece de una importancia vital, ya que, en el final del franquismo, tuvo la capacidad de abrir el debate de opciones entre ruptura y reforma, haciéndolo además no desde la teoría, sino desde la práctica de las luchas obreras que incorporaron esos cuestionamientos a las tradicionales reivindicaciones obreras. Esas luchas se caracterizaron además por optar por la autoorganización, eligiendo para ello la asamblea como elemento central (la quinta y última parte de la obra, en su segundo tomo, ofrece, para su análisis y estudio, los contenidos detallados de tres de las experiencias organizativas), y reivindicando su independencia política más allá de las habituales correas de transmisión de ideologías partidarias en que comenzaban a conformarse las por entonces nacientes organizaciones sindicales. Esas experiencias rupturistas y prerrevolucionarias (así llegó a calificar el propio Ministerio de la Gobernación al movimiento obrero de las luchas vitorianas en torno al 3 de Marzo), a las que se ha conocido con el nombre genérico de luchas autónomas, finalmente fueron derrotadas, pero acumulan en sí mismas (en sus aciertos y errores, y en los motivos de su derrota, que recuerdan en buena parte a la actualidad) importantes aprendizajes a tener en cuenta a la hora de plantearse nuevos proyectos revolucionarios que pretendan hoy en día abrir la vía a procesos rupturistas.
En ese proceloso mar de carencias existen también algunas pocas islas de documentos o prácticas que sí ponen el acento en esa transmisión, y que, dando voz a las personas y colectivos que las protagonizaron (y no a los análisis más o menos eruditos o interesados llevados a cabo por intérpretes que no tomaron parte en ella), nos permiten conocer de primera mano sus experiencias, para poder aprender de ellas. El texto que hoy presentamos es una de esas islas. Se trata de la obra que da título a este post Luchas autónomas en la transición española que, dividida en dos tomos (Tomo I: Ruptura contra reforma. Tomo II: A remolque de la reforma) fue publicado en 1977, firmado por el Colectivo de Estudios por la Autonomía Obrera, y editado por Zero-Zyx, y que en 2005 fue convertido en e-book de descarga libre por el Cedall (Centre de documentació antiautoritari i llibertari) de quien es el párrafo con el que se inicia este post, y quien afirma con rotundidad sobre el mismo, algo que compartimos:
Este libro es un aporte valiosisimo a las dinamicas de luchas obreras autonomas que se desarrollaron en los primeros años de la transición (Madrid, Vitoria, Roca, Euskadi, Orcasitas, etc), contadas por sus propios protagonistas
(…) En esas luchas se ha puesto de relieve, bien por haber sido la característica dominante bien porque su negación o tergiversación fue una de sus características dominantes, el papel de la Asamblea como eje en torno al que giraba la lucha, la decisión de las luchas, la participación y organización de los trabajadores en la lucha, y la asignación de determinadas funciones a determinados órganos de la Asamblea. Y a partir de aquí, la generalización de estas formas de organización ha sido una práctica que ha demostrado operatividad y que por tanto ponía las bases para resolver los problemas en torno a la construcción de la organización de la clase.
Todo ello en el contexto de la «transición» en dialéctica viva con otra dinámica presente en el movimiento obrero, en esas mismas luchas e incluso en relación a ellas: la constitución y desarrollo de las Centrales Sindicales que se presentaban como las formas idóneas de organización y encuadramiento de la clase obrera. Dinámica que suponía una división de las funciones antes dichas que, bajo nuestra óptica, la práctica de las luchas ha demostrado que pueden ser asumidas por la Asamblea Obrera; es decir, que pertenecen a la clase.
Pero hemos dicho que el texto no es un análisis interpretativo de los diversos conflictos y luchas existentes en la época, esto también queda claro desde la presentación del libro:
No es nuestra intención, hacer un balance o interpretación de este período... ni dé lo que pudo ser. Sencillamente, de lo que hubo, y por lo mismo, dejando constancia de lo que el movimiento obrero español ha creado, y que ha de considerarse como una conquista para esta nueva etapa De modo que la temática actual a resolver: el problema de la pluralidad sindical, sus relaciones con la Asamblea y la creación de organismos unitarios en la empresa, no necesita inventar formas novedosas, sino aprender de la historia, de la vida que se expresa en estas luchas. Lo contrario es olvidar en provecho propio, y por tanto no puede reclamar para sí el patrimonio de la historia obrera, lo que le descalifica, situándose en el ámbito ambiguo de lo que es volver la espalda a la clase obrera y en su propio nombre pontificar lo que cada uno necesita, a espaldas de lo que la clase obrera ha creado, demostrado así qué es lo que necesita.
Nuestro intento es, pues, bien sencillo: vamos a dejar la palabra o una serie de acontecimientos que en el caudal de experiencia de la Historia obrera cuenta mucho. Unas luchas serán ya conocidas; otras, nada. Pero en ambos casos es «desconocido» por amplios sectores lo que en el fondo se jugaba la clase obrera en estas luchas.
Por eso queremos ponerlas al descubierto. Y lo hacemos menos como cronista-periodista que da cuenta de los hechos, y más —mejor, sólo— como compilador. Pues contra muchos otros criterios, nadie mejor que el que lo ha vivido sabe qué ha vivido y por tanto nos lo puede decir.
Por eso el presente dossier es una recopilación de los textos, documentos, informaciones elaborados por los propios protagonistas; publicados unos en revistas de circulación no comercial en la época de la «transición»; documentos de análisis y reflexión de y para los propios protagonistas, de cortísima tirada o inéditos, en otros casos. Lo que nos ha dificultado la labor de ofrecer un dossier exhaustivo, sin ninguna ausencia.
Pero, pensamos, las ventajas, exceden con mucho a este inconveniente, dado que, por otra parte, el dossier recoge lo más significativo.
Si el colectivo autor renuncia a interpretar la realidad, dejando los hechos en la narración de las personas que los protagonizaron, nosotras vamos a hacer lo mismo. Pero acerquémonos a conocer un poco que nos podemos encontrar en los dos tomos.
El ensamblaje de los dos volúmenes consta de luchas diversas y variadas en una buena parte del estado español, analizadas desde el lenguaje político y sindical de la época, con una serie de reivindicaciones que intentaban “romper” el “techo de cristal” que los poderes dominantes ejercían y que formaban parte de aquello que se podría llamar como “economía moral” de la multitud (aumentos lineales, solidaridad extensiva en contra de los despidos por causas diversas, aceptación de los delegados que los trabajadores habían elegido en sus asambleas, amnistía total, lucha contra la represión, etc).
El Tomo I recoge, además de la Presentación y la Introducción, la recopilación de los testimonios directos de las luchas habidas en las Primera y Segunda etapas.
El Tomo II, por su parte, nos acerca, para empezar, las luchas habidas en la Tercera etapa. Pero, posteriormente, aborda otro tipo de conflictos, en este caso no obreros, sino vecinales, aunque como se puede deducir de su lectura, estas dos luchas tenían importantes vasos comunicantes. En este caso no se trata de una recopilación de casos, sino de una pequeña muestra que pueda ayudarnos a conocer y caracterizar las luchas vecinales de esa época (en concreto se recogen las luchas vecinales de Nazaret, en Valencia; Orcasitas en Madrid y Chamberí de Salamanca). Las razones para ello, las recogemos del colectivo autor del texto:
A partir de 1975, se nota un resurgir de las luchas en los barrios. Sus características; su problemática; si es una lucha política o sindical; su carácter ciudadano, popular u obrero; papel de los partidos y de las asociaciones vecinales... Todos ellos son temas hoy debatidos que necesitan ser resueltos en el inmediato futuro democratizador del Ayuntamiento.
Presentamos tres luchas cuyas características son claramente de lucha autónoma. Ha habido otros, y de otro tipo. Ha habido más y en otros lugares. Aquí y ahora queremos dejar patente el frente de lucha que suponen los barrios. Y para esto nos valen estas muestras. No es otra la pretensión. No es el momento de abordar un análisis del fenómeno urbano, sus características, sus contradicciones, sus luchas, etc... Es el momento de dejar bien claro su importancia, y cómo tienen un papel que jugar. Propio, no instrumentalizado.
Por eso, junto a las grandes luchas autónomas de los trabajadores en las empresas aportamos la experiencia de las luchas de los trabajadores en los barrios. Y las que presentamos son bien claras para ello. No las mejores, pero sí de primera fila. No las más conocidas. ¿Por qué? ¿Por su carácter de protagonismo de pueblo y su sentido obrero? Los tres informes están redactados por vecinos protagonistas de las luchas.
Finalmente, como ya hemos comentado, la quinta y última parte de esta obra imprescidible nos ofrece documentación sobre las formas de organización de tres de esas experiencias, la de Roca (en Gava, Barcelona), Vitroiber (Baix Llobregat, también Barcelona) y Fasa-Renault de Valladolid. La intención de ello es la siguiente:
Ya el relato de los conflictos se han podido observar una serie de características comunes a las luchas cuyas formas de organización giran en torno a la Asamblea: delegados, revocabilidad, poder de la base...
Avanzando un poco más, en la documentación presentada sobre Vitoria, y sobre Ford se aporta una expresión gráfica de esas formas de organización. En este período, como período fértil, se han esbozado más o menos tímidamente toda una serie de cuestiones propuestas, ensayos documentos para debate, al hilo de lo que era la experiencia fuerte: la vida misma, que pretendían recoger.
Dejar constancia de todo ello creemos que necesita dejarla también de lo que se esboza a partir de la experiencia práctica.
Los tres documentos que presentamos sirven para este propósito. Podíamos habernos quedado solamente con el último, el de Fasa-Renault (Valladolid). Pero creemos útil presentar los tres, pues sin pretenderlo encontramos una gradación: desde el esbozo de Roca —aún sindical, separado por ellos mismos— a una propuesta de debate de Vitroiber (Baix Llobregat), hasta lo que es ya una propuesta realmente madura y compleja (Fasa-Renault).
A esta documentación, como a lo largo de la obra, hay que añadirle una esencial consideración:
Sólo decir que no son documentos de grupos políticos y sindicales los que presentamos. Queríamos y así lo hemos hecho que fueran documentos surgidos en las mismas fábricas. Es la mejor manera de que quede claro que es un debate a nivel de base y no típicamente interno y entre vanguardias.
Contextualización y delimitación de etapas
Antes de entrar a esas etapas, y sobre todo para las generaciones más jóvenes, que no tienen tantas referencias, la introducción nos ofrece algunas sobre el contexto en el que tuvieron lugar los hechos que, además, divide en diversas etapas:
Etapas que pueden parecer arbitrarias y quizá lo sean. Amén del problema que supone hacer etapas en un período tan corto y tan cercano. Incluso se puede pensar si no es ya un marco interpretativo. Y algo de ello puede haber. Con todo, situamos las luchas en distintas etapas, con todos los matices y precisiones que se deban hacer y que otros harán, para intentar comprender mejor lo que en el fondo de las luchas se ha movido, y poder comprender muchas de sus características.
La primera etapa desde el primer gobierno después de la muerte de Franco a los acontecimientos de Vitoria.
La segunda etapa desde los acontecimientos de Vitoria al 12 de noviembre de 1976.
La tercera etapa desde el 12 de noviembre al 15 de junio de 1977.
Sobre la primera etapa, la que consideramos la más sustanciosa del texto, nos indican las siguientes características:
La primera etapa se caracteriza por una lucha activa de los sectores tradicionales del Movimiento Obrero, a los que se incorporaron nuevos sectores: enseñantes, banca, seguros. Lucha activa generalizada contra las medidas económicas del gobierno que llega a calar hondo en la conciencia de los trabajadores, de modo que supuso una base real para unas luchas que tenían enfrente un plan económico de capitalismo agresivo.
A partir de ello, la lucha se amplía contra la falta de libertades, asociación, etc... plantando cara a unas formas de dominación que eran el agarradero fuerte de ese plan.
Los conflictos parten de una situación socioeconómica, pero la forma en que se desarrollan supone el que muchos sectores obreros descubran realmente el papel del Estado. Con ello la lucha, en muchos momentos y con cierta amplitud, se desarrolla contra las formas de dominación burguesa.
De una manera aún confusa, ciertamente, pero lo suficientemente firme como para hacer fracasar los planes del primer gobierno de la monarquía. Por lo que éste pierde la confianza del gran capital que buscará nuevas salidas para poder afrontar la crisis en que se encuentra. Y ello, es claro, se debe a la lucha decidida y firme de los trabajadores. «Que la crisis no la paguen los trabajadores», vino a ser la idea de fondo que estuvo presente en todas las luchas y, como consecuencia, el rechazo del pacto social. Y a partir de ahí... división de opiniones. Para unos, lo que se imponía era «las libertades», frase mágica. Para otros, el Gobierno Provisional. Para aquéllos el proceso Constituyente, etc. etc... Para todos la amnistía general y total, tanto política como laboral.
En este contexto, las luchas obreras se extendieron de unos sectores a otros, dándose un amplio ejercicio de la solidaridad obrera, económica. Lucha contra los despidos, por la readmisión de todos, por la libertad de detenidos, apoyo y sostenimiento de las reivindicaciones, huelgas, etc...
Pero, sobre todo ello, resalta una cuestión básica para conocer el fondo de esas luchas: la organización asamblearia.
Se da una característica prácticamente común a todas las luchas: salen a la calle; no se quedan encerradas, sino que buscan la salida pública, no quedarse aisladas, etc. Una y otra característica deben señalarse, porque van a ser notas diferenciales con las otras etapas.
Esta práctica generalizada de luchas pone sobre el tapete el tema de la organización obrera. Las luchas tienen una base Asambleísta. Bien es cierto que no todos defienden la Asamblea de la misma manera. El abanico va desde los que tienen la Asamblea como mero órgano de información y refrendo de líderes, hasta los que defienden que la Asamblea se debe ir constituyendo como órgano soberano.
Y en el mismo sentido, líderes, comisiones asesoras, etc... más o menos impuestos a la Asamblea desde fuera, sobre los que la Asamblea no ejerce control, aunque se autodesignen sus representantes, hasta la Asamblea que kelige, controla y revoca sus representantes. Pero en cualquier caso, Asamblea que aún mixtificada y manipulada, no puede ser relegada por nadie. Y es en base a ello, que nos parecen totalmente esclarecedoras las luchas que presentamos en este período.
Más o menos claras unas u otras, son luchas en las que está viva esta dialéctica. Y son luchas que, además, se mueven en la línea general que recorre este período. Pudiendo casi decir que las luchas en que predominan las características de organización asambleístas, son al mismo tiempo las más firmes y decididas en la oposición a los planes capitalistas, y las más combativas en la decisión de extenderlas y generalizarlas a los otros sectores del movimiento obrero.
No es que, en esta etapa, las luchas más heterodirigidas no hayan sido combativas y opuestas al plan capitalista. Pero fueron luchas cuya orientación final estuvo más en la línea de ganar posiciones los líderes, partidos y sindicatos que las controlaban. De modo que llegaran hasta el punto en que las condiciones fueran óptimas para conseguir la posición deseada, y a partir de ese momento frenarlas. La etapa finaliza con los hechos de Vitoria, que si por una parte marcan el punto álgido de la etapa por sus características, y envergadura, por otra parte marcan su final, pues a partir de este momento las luchas obreras se van a mover dentro de unas coordenadas distintas.
En cuanto a la segunda etapa, nos resumen:
Segunda etapa: Como resultado de todos estos hechos, la crisis del primer gobierno es galopante, la oposición cuaja en un organismo más amplio, Coordinación Democrática, que con las posiciones ganadas en las luchas y con la crisis del gobierno, domina el campo general y dirige el proceso, exigiendo la ruptura democrática. Entramos así en una nueva etapa. Ya no se trata tanto de parar el golpe capitalista. Se considera que se ha ganado esa batalla y ahora se quieren estabilizar los resultados. Esto hace que las luchas tengan aún una importancia grande, pues aún hay muchas cosas en cuestión: ni las libertades, ni la amnistía están conseguidas, ni la cuestión pluralidad/unidad está decidida. Con lo que siguen unas constantes del período precedente, pero en unas nuevas coordenadas que les van a dar otro sentido. Esas nuevas coordenadas son: la búsqueda de fórmulas y alianzas para el pacto político que permita la ruptura democrática. Este proceso se mantiene hasta el verano, momento en el que se preveía lo que todo el mundo calificaba como el «otoño caliente», que luego se quedará en «primavera templada», para solaz de paseantes enamorados.
Y por lo que se refieren a las formas de lucha y organización de esa segunda etapa:
Indiquemos someramente la trayectoria de las luchas. Ya decíamos que Vitoria supone un punto de inflexión en las luchas. Y ello es claro si analizamos cómo fue tratada por el Movimiento Obrero la huelga de Vitoria. En primer lugar estaba relegada al olvido. La razón de ello, en el fondo, no es otra que el que la lucha de Vitoria no era gestada ni controlada por los partidos y sindicatos. Sólo salió por las muertes de la jornada del 3 de marzo. Pero no salió como lo habían sido las luchas que se habían dado hasta ese momento: apoyando las reivindicaciones obreras con la solidaridad de los otros sectores obreros. Más bien se transformó en mero leit-motiv para las reivindicaciones de libertad, amnistía, ruptura, etc... si exceptuamos, claro está, a Euskadi. Con lo que las luchas obreras tomaron ya más claramente el camino de apoyo de los objetivos que planteaba Coordinación Democrática.
En estos momentos Coordinación Democrática capitaliza la iniciativa democrática. Y dentro de ella tienen predominio las fuerzas obreras que cuentan, todavía, con la movilización de la clase trabajadora.
Las luchas, por tanto, de esta etapa son todavía expresiones de fuerza obrera, pero se mueven ya en unas coordenadas en las que se empujan o no según la orientación de los militantes, partidos y sindicatos, que las sostienen. Son por tanto luchas en las que se expresa el juego de fuerzas en torno a los temas en debate: unidad/ pluralidad sindical; Asamblea y democracia directa/representación por los vértices; comisiones representativas Asambleas de Delegados /institucionalización de las Centrales.
En definitiva, la lucha por situarse mejor para la negociación democrática; utilización de las luchas obreras para hacer prevalecer las posiciones de cada cual frente a la posición de desarrollar una conciencia socialista de clase y una organización obrera autónoma como elementos de avance obrero en la coyuntura. Pero aún se apoyan las luchas. Luchas de todos modos ya más controladas, que no se extienden y generalizan como antes, en las que la solidaridad está dependiendo de la línea de fondo que sigue cada lucha.
Y finalmente, el contexto de la tercera etapa, desde finales del 76 a mediados del 77:
La tercera etapa se abre con las consecuencias del 12 de noviembre, contrarias a las previstas. En primer lugar si el número de parados fue estimable, esto no significa nada. No pudo conseguir, no podía, con ese día de paro, que el gobierno doblegara sus esquemas. La clase obrera no tuvo arte ni parte en la preparación, objetivos, forma de lucha, ni del sentido de la acción; y su fuerza fue mínima, la necesaria para parar, pero sin la combatividad de no hacía aún un año.
Esto quiere decir que la clase obrera perdió y quienes ganaban eran las Centrales Sindicales, que demostraban —aún a nivel de ensayo— su capacidad de controlar las luchas. Lo que marca el comienzo de una nueva etapa con respecto a las luchas anteriores. Ahora son las Centrales quienes controlan el apoyo, la extensión; quien recoge la negociación y la representación. Por tanto las luchas obreras no se organizarán desde y por los propios trabajadores. Y las luchas que no sean así no sólo no recibirán su apoyo como antes, sino que serán aisladas, consideradas contraproducentes, etc...
En segundo lugar, la otra consecuencia importante será que el gobierno no saldrá debilitado, sino fortalecido. Es decir, se afirma más en su proyecto y empieza a tomar la iniciativa en el proceso de transición. Iniciativa que toma totalmente cuando gana en las Cortes el Proyecto de Reforma Política sancionado en el Referéndum del 15 de diciembre. Recordemos simplemente el juego a que sometió a la llamada Comisión Negociadora de la Oposición y el caso que hizo a los planteamientos de la Oposición.
En este mismo sentido de pérdida de la iniciativa por parte de la Oposición, va la pérdida de peso de las fuerzas obreras dentro de los organismos de la oposición democrática a favor de las fuerzas burguesas. Todo lo cual va situando a las fuerzas obreras en una posición de súplica, que le lleva a un comportamiento cada vez más blando. De ahí su postura ante las luchas obreras. Y que vaya pasando desde hablar de ruptura democrática, a ruptura pactada, ruptura negociada, entendimiento, etc... para acabar aceptando las reglas de juego electorales sellándolo con el voto del 15 de junio.
(…) No es nuestra intención, repetimos, la crónica política. Sólo lo apuntamos como dato cuya consecuencia fue la legalización del PCE, y posterior de las Centrales Sindicales. Lo cual no es ni más ni menos que la base de la tarea del gobierno Suárez de su proyecto democrático. Legalización sí, pero según las reglas de juego que la burguesía instaura.
Se había encontrado por fin la fórmula del pacto político que permitiría la llegada de la «democracia».
Por lo que se refiere a las formas de lucha de la tercera etapa:
De una u otra forma las luchas de esta tercera etapa han estado condicionadas por estos tres objetivos: progresivo dominio de las Centrales Sindicales: moderación al límite; entendimiento negociado en la línea del pacto social. Frente a ello las luchas obreras que se salían de este marco eran aisladas e incluso se desarrollaban al margen o contra las Centrales Sindicales.
En este contexto se han dado los conflictos que presentamos en esta tercera etapa, con una serie de características comunes:
a. Se plantean reivindicaciones y objetivos que en gran medida sobrepasan la mera reivindicación economicista: solidaridad, readmisión, contra despidos, por imponer las formas de organización y representación obreras.
b. Son conflictos largos con intento de extensión a otras empresas y sectores.
c. Son luchas autónomas, no sólo porque han sido apoyadas por militantes de la corriente autónoma en sentido amplio, sino porque han adoptado formas claras de autoorganización, basadas en la Asamblea, las Comisiones Representativas y las Comisiones de Trabajo.
d. Suelen terminar en derrota económica, al menos parcial, si bien merced al carácter de la lucha y el espíritu asambleario dejan un cierto sabor de victoria entre los trabajadores.
Luchas concretas que se recogen en la obra
Son muchas las luchas detalladas que ofrece la obra. El colectivo Cendall destaca dos: las luchas de Vitoria (primera etapa) y las luchas de Roca Radiadores en Gava (Barcelona). Coincidimos en la elección para quienes quieran una primera aproximación a la obra de recopilación, y hacerse una idea de lo que pueden encontrar en ella. Pero veamos con detalle el índice de todas las luchas recogidas.
En el Tomo I se abordan las luchas que se dieron durante la primera y segunda etapas
Primera etapa (20 de noviembre de 1975 al 3 de marzo de 1976):
En esta etapa los conflictos se extendieron a lo largo y ancho de toda la geografía del país.
El mes de diciembre de 1975 fue la fecha de inicio de las primeras huelgas importantes tras la muerte de Franco. Y Madrid ha sido la primera capital que ha dado el paso: Standart, Intelsa, Kelvinator, Casa... obreros de la cons-trucción... Getafe y Villaverde han sido los escenarios más importantes de estas primeras huelgas... Posteriormente el día 5 de enero entraría en huelga el Metro madrileño, y la semana siguiente la huelga se extendería a casi todo el Metal, Construcción, Banca, Telefónica, Correos, Renfe, Artes Gráficas, Enseñanza, Sanidad... Casi medio millón de obreros se encontraban en huelga y en la calle hasta finales del mes de enero.
Al mismo tiempo que la huelga se desarrollaba y se extendía en Madrid y se daba a conocer en la prensa, otra huelga se desarrollaba en Vitoria sin que la opinión pública tuviera apenas conocimiento de ella, hasta los graves acontecimientos del 3 de marzo. Entonces nos enteramos de que Vitoria vivía una huelga casi general desde el día 9 de enero, por lo que llevaba ya dos meses de lucha.
Febrero marca el momento de la extensión de la huelga a otras zonas y pueblos del Estado español: Andalucía, Valencia, Galicia, Asturias, Cataluña, Euskadi, Valladolid... alcanzando cifras de miles y miles de huelguistas.
La última semana de febrero y la primera de marzo, la huelga cobraba especial intensidad en Transportes, Minas Asturianas, Euskadi y dentro de Euskadi, por supuesto, Vitoria, donde después de dos meses en huelga conocía su momento más álgido y trágico. La clase obrera vasca reaccionó inmediatamente. Desde el mismo día 4, tanto Navarra como Vizcaya y Guipúzcoa prácticamente quedaron paralizadas con la huelga solidaria, que tuvo su momento culminante el día 8 de marzo.
En conclusión, nos encontramos prácticamente con una huelga, manifestaciones y paros generalizados. Se trata, ciertamente, de una situación que no se recuerda en los años del franquismo. La clase obrera se puso en pie.
Los Informes que presentamos recogen las luchas más significativas de este período:
Intelsa (Madrid)
Construcción (Madrid)
Enseñanza (Madrid)
La Huelga del Baix Llobregat (Cataluña)
Construcción (Cataluña)
Enseñanza (Cataluña)
Banca
Construcción (Valladolid)
Vizcaya
Vitoria
Solidaridad con Vitoria
Queremos dejar constancia de dos ausencias especialmente significativas. Una es la Huelga General de Sabadell. Otra la Huelga de Asturias.
Los trabajos realizados ya sobre la Huelga de Sabadell han hecho inútiles los datos que disponíamos al no superar a dichos trabajos. Para informar sobre esta Huelga remitimos a ellos (Sabadell: El pueblo unido, Dionisio Giménez Plaza. D. P. G - Barcelona -
1976; la Huelga y la Reforma. Sabadell, metal, Otoño 1976. Diego Fábrcgas-
Dionisio Giménez - Ediciones De la Torre, Madrid-1977).
No así sobre Asturias, que nos ha sido imposible disponer de un Informe de primera mano sobre la Huelga. Sólo disponemos de datos dispersos e insuficientes: Huelga que nace en «Barredo» y «Polio» a partir de la Asamblea; generalización posterior; organización a base de Asambleas en los Pozos y Asamblea General; encierros en Pozos e Iglesias; preparación del Convenio al margen de los cargos sindicales. Todo ello es muestra definitiva sobre la importancia de la Huelga y de cómo en ella se dan las características de una lucha autónoma de la Clase Obrera
Segunda etapa (3 de marzo de 1976 a 12 de noviembre de 1976)
Los conflictos que se dan durante esta etapa son muchos, a pesar del cansancio que suponía toda la etapa anterior y a pesar de la proximidad del verano. Pero en realidad la situación que vivía la Clase Obrera era más el despertar a una aspiración de libertad. Y no se toma esa tregua. Más aún, si habitualmente las actividades se retoman después del verano con cierta tranquilidad, la clase obrera en setiembre protagonizó acciones de trascendencia. Aquí queremos dejar constancia, si no en toda su extensión, sí en su profundidad, de la rica experiencia que la Clase Obrera vivió siguiendo el camino que había emprendido en la etapa anterior. Creemos que esto se puede constatar con los conflictos que recogemos:
Pescadores de Almería
Construcción (León)
Construcción (Burgos)
Construcción (Vizcaya)
La lucha de Euskadi por la libertad y la amnistía Correos
Verdeadores (Sevilla)
Tarabusi (Vizcaya)
Mesalina (Elche)
En el Tomo II (recordemos, bajo el subtítulo general de A remolque de la reforma) se recogen, en primer lugar, las luchas habidas durante la tercera etapa.
Tercera etapa (12 de noviembre de 1976 a 15 de junio de 1977)
Nos encontramos con una Etapa en la que, a pesar de la apariencia contraria, la conflictividad ha sido realmente elevada. El mes de Enero ha sido testigo de un número elevado de conflictos.
(…) Lo que sí es realmente distinto es que es una situación conflictiva que no aparece dirigida, animada, ni asumida por las Centrales Sindicales. Se trata más bien de conflictos que se desarrollan y organizan a nivel de Empresa y en sus límites. Que giran en torno a la Asamblea pero que no son extendidos, y por tanto sin conexión. No se da en consecuencia el desarrollo de la solidaridad obrera, tanto de apoyo económico como con paros, manifestaciones, etc. como fue tónica dominante del Enero anterior.
(…) La información que presentamos sobre los conflictos de
esta etapa es una buena muestra de todo ello:
Roca de Gava (Barcelona)
Metalúrgica (Vigo)
Huelga de Maestros
Alpra Fernández (Gijón)
Osram (Madrid)
INDUYCO (Madrid)
Ford (Valencia)
Marcelino (Málaga)
Construcción (Navarra)
Contrucción (Valencia)
Construcción (Barcelona)
Ya hemos comentado con anterioridad los otros documentos que tiene la obra en su segundo tomo, tanto los referentes a las luchas vecinales como los relativos a las formas de organización, por tanto no nos queda sino reiterar la importancia de documentos como estos para la indispensable transmisión generacional, que evite en lo posible tener que partir siempre de cero, y por ello agradecer el esfuerzo tanto a quienes en su día llevaron a cabo la tarea de recopilación, el Colectivo de Estudios por la Autonomía Obrera, como a quienes posteriormente lo han reeditado y puesto a disposición general, el Cedall (Centre de documentació antiautoritari i llibertari). Pongamos fin a esta larga reseña con un párrafo de esta organización que remarca uno de los grandes valores del texto:
(…) Creemos, ya para acabar, que dentro de los pocos estudios que ha habido acerca de la “autonomía obrera” en la “transición democrática” en el Estado Español, este tiene la particularidad de que esta hecho “desde dentro” y en el “mismo momento”, por lo que respira un aire “apasionado”, en detrimento de un análisis de mayor contenido conceptual y teórico sobre el papel importante que tuvieron y desarrollaron los diversos núcleos de “la autonomía obrera” en nuestro país.
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