jueves, 11 de enero de 2024

LO COMÚN ANTE LA TORMENTA (la semilla zapatista tras 30 años de aprendizajes y aportes revolucionarios)

 



Vienen muchas desgracias, guerras, inundaciones, sequías, enfermedades, y en medio del colapso tenemos que mirar lejos. Si los migrantes ahora son miles, pronto serán decenas de miles, después cientos de miles. Vienen peleas y muerte entre hermanos, entre padres e hijos, entre vecinos, entre razas, entre religiones, entre nacionalidades. Arderán las grandes construcciones y nadie sabrá decir por qué, o quién, o para qué. Aunque parece que ya no, pero sí, se va a poner peor.

Pero, así como cuando trabajamos la tierra, desde antes de la siembra, vemos la tortilla, los tamales, el pozol en nuestras casas, así tenemos que ver ahora a esa niña.

  Si no miramos a esa niña que ya está con su mamá, pero dentro de 120 años, entonces no vamos a entender lo que estamos haciendo. No lo vamos a poder explicar a nuestros mismos compañeros. Y mucho menos lo van a entender los pueblos, organizaciones y personas hermanas de otras geografías.

(…) EL CAMINO DE LA MEMORIA.

  Entonces pues pensamos, recordamos en cómo era antes.  Lo hablamos a nuestros anteriores.  Les preguntamos si antes era así.  Les preguntamos que nos digan si siempre hubo la oscuridad, la muerte, la destrucción.  De dónde vino pues esa idea del mundo.  Cómo es que se chingó todo.  Pensamos que si sabemos cuándo y cómo se perdió la luz, el buen pensamiento, el saber cabal qué es lo bueno y qué es lo malo, pues entonces tal vez podemos encontrar eso y con eso luchar porque se vuelva todo cabal, como debe de ser, respetando la vida.

  Y entonces vimos cómo es que llegó eso y lo vimos que vino con la propiedad privada

(…) P.D. QUE DECLARA BAJO JURAMENTO. – En ningún momento o etapa de la deliberación que condujo a la decisión que tomaron los pueblos zapatistas, salieron a relucir citas o notas de pie de página o referencias, así sea lejanas, de Marx, Engels, Lenin, Trotski, Stalin, Mao, Bakunin, el Che, Fidel Castro, Kropotkin, Flores Magón, la Biblia, el Corán, Milton Freidman, Milei, el progresismo (si es que tiene alguna referencia bibliográfica que no sea la de sus caga tintas), la Teología de la Liberación, Lombardo, Revueltas, Freud, Lacan, Foucault, Deleuze, lo que esté de moda o modo en la izquierdas, o cualquier fuente de izquierdas, derechas, ni de los inexistentes centros.  No sólo, también me consta que no han leído ninguna de las obras fundacionales de los ismos que alimentan sueños y derrotas de la izquierda.  Por mi parte, les doy un consejo no pedido a quienes leyeron estas líneas: cada quien es libre de hacer el ridículo, pero les recomendaría que antes de empezar con sus tonterías tipo “el laboratorio de la Lacandona”, “el experimento zapatista”, y de catalogar esto en uno u otro sentido, lo pensaran un poco.  Porque, hablando de ridículos, ya vienen haciendo uno grande desde hace casi 30 años al “explicar” el zapatismo.  Tal vez ustedes no se acuerden ahora, pero acá lo que sobra, además de dignidad y lodo, es memoria.  Ni modos.



Será que nos puede nuestra pasión por todo lo que significa (cada vez más) la revolución zapatista, pero en iraultzak lagunduz, que tenemos por costumbre leer, conocer y comentar las nuevas propuestas revolucionarias que van apareciendo por esta parte del mundo, no encontramos ninguna que nos enamore ni la mitad de lo que lo hacen la en continua renovación revolución zapatista. Sus análisis, elucubraciones, sentipensares y reflexiones nos parecen de una claridad cristalina, de una densidad magmática y de una raigambre a la tierra, a la práctica, a las personas (cualquier persona) y a la historia que les dan ese poso de veracidad y autenticidad que no encontramos en el resto, y que por eso nos hace renovar nuestra apuesta por empujar con nuestras limitadas fuerzas su propuesta.


Y es que lo han vuelto a hacer. Entre los textos e imágenes que a lo largo de 20 entregas nos han ido acercando a través del enlace zapatista, justo previo a la celebración del 30 aniversario, han vuelto a escribir (en palabras e imágenes, todas muy fieles a su estilo) todo un documento de análisis de coyuntura, de propuesta organizativa, línea estratégica (y muchas consideraciones más -autocríticas incluidas- que no habitan en las propuestas políticas revolucionarias habituales) como herramienta a disposición de todes las que queramos hacer frente a la tormenta.


Y, sin embargo, los medios de comunicación, ni grandes ni pequeños, ni oficiales ni alternativos, ni de derechas o izquierdas (salvo alguna honrosa excepción) han sabido fijar la mirada en lo importante. La inmensa mayoría se ha quedado con lo anecdótico: que sin un cambio en su estructura organizativa interna; que si una propuesta para hacer frente al narco; que si Marcos vive o muere, es subcomandante o capitán, en la celebración pasó esto o lo otro… la purita parafernalia zapatista les sigue confundiendo treinta años después.


Lo suyo sería que cada cual leyera, oyera y viera las 20 partes de la aportación zapatista (más el mensaje del aniversario) y sacara sus propias reflexiones, aprendizajes y conclusiones, pero como sabemos que hay muches a quienes les cuesta, vamos a dejar a continuación una selección de lo que creemos que puede ser más útil e inteligible por estos lares. Lo haremos siguiendo el orden en que esas reflexiones, análisis y propuestas han ido siendo ofrecidos por les compes.



En la Tercera Parte, apelan a utilizar la mirada larga, para, siendo conscientes de que ya estamos en mitad de la tormenta y sepamos reconocer todos sus rasgos y causas, saber hacia dónde dirigir nuestros pasos:


Entonces nosotros tenemos que luchar para que esa niña, que va a nacer en 120 años, sea libre y sea lo que le dé la gana ser. Entonces no estamos luchando para que esa niña sea zapatista o partidista o lo que sea, sino que ella pueda elegir, cuando tenga juicio, cuál es su camino. Y no sólo que pueda decidir libremente, también y, sobre todo, que se haga responsable de esa decisión. Es decir, que tome en cuenta que todas las decisiones, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, tienen consecuencias. Entonces se trata de que esa niña crezca con todos los elementos para tomar una decisión y para hacerse responsable de sus consecuencias.

  O sea que no le eche la culpa al sistema, a los malos gobiernos, a sus papás y mamás, a sus familiares, a los hombres, a su pareja (sea hombre o mujer o lo que sea), a la escuela, a sus amistades. Porque eso es la libertad: poder hacer algo sin presiones u obligado, pero respondiendo de lo que se hizo. O sea sabiendo las consecuencias desde antes.”

(…) “Entonces tenemos que pensar en esa niña. Ver lejos, pues. Y, mirando eso que parece muy lejano, hay que ver qué tenemos que hacer para que esa niña sea libre.

  Y esto es importante porque ya tenemos encima la tormenta. La misma de la que advertimos hace casi 10 años. Lo primero que vemos es que la destrucción viene más rápido. Lo que pensamos que pasaría dentro de 10 años, ya está aquí.

(…) vemos que los comportamientos de los animales cambiaron, aparecen en zonas que no es su costumbre y en temporadas que no les toca. Aquí y en las geografías de pueblos hermanos, aumentan los que llaman “desastres naturales” pero que son consecuencia de lo que hace y deja de hacer el sistema dominante, o sea el capitalismo. Hay lluvias, como de por sí, pero ahora son más fieras y en lugares y temporadas que no son las de antes. Hay sequías muy terribles. Y ahora pasa que, en una misma geografía – por ejemplo aquí en México-, en un lado hay inundaciones y en otro hay sequía y se quedan sin agua. Hay fuertes vientos que es como si el viento se pusiera bravo y dijera su “ya basta” y quiere tumbar todo. Hay temblores, volcanes, plagas como nunca antes. Como si la madre tierra dijera que hasta aquí nomás, que ya no. Como si la humanidad fuera una enfermedad, un virus que hay que sacar afuera vomitando destrucción.

Pero, además de que se ve que la madre tierra está como inconformada, como protestando, pues está lo más peor: el monstruo, la Hidra, el capitalismo, que está como loco robando y destruyendo. Ahora quiere robarse lo que antes no le importaba y sigue destruyendo lo poco que queda. El capitalismo ahora produce la miseria y a quienes huyen de ella: los migrantes.

  La Pandemia del COVID, que todavía sigue, mostró la incapacidad de todo un sistema para dar una explicación real y para tomar las medidas necesarias. Mientras morían millones, unos pocos se hicieron más ricos. Ya se asoman otras pandemias y las ciencias ceden el paso a las pseudo ciencias y las charlatanerías convertidas en proyectos políticos de gobierno.

  Vemos también lo que llamamos el Crimen Desorganizado, que son los mismos malos gobiernos, de todos los partidos políticos, que se esconden y se pelean por el dinero. Este Crimen Desorganizado es el principal traficante de drogas y personas; el que se queda con la mayor parte de los apoyos federales; el que secuestra, asesina, desaparece; el que hace negocio con la ayuda humanitaria; el que extorsiona, amenaza y cobra derecho de piso con impuestos que son para que un candidato o candidata digan que ahora sí van a cambiar las cosas, que ahora sí se van a portar bien.

  Y también vemos con tristeza que pelean mismo entre indígenas de mismas sangre y lengua. Pelean entre sí por tener los miserables apoyos de los malos gobiernos. O por quitarse lo poco que tienen o que llega. En lugar de defender la tierra, pelean por limosnas.

Todo esto se lo avisamos a los ciudadanos y a los originarios hermanos hace casi 10 años. Habrá quién hizo caso, y hay muchos que ni en cuenta. Como que vieron y ven todavía como que todo ese horror les queda muy lejos, en tiempo y en distancia. Como que sólo ven lo que tienen enfrente. No ven más lejos. O ven, pero no les importa.

  Como ya sabemos, en todos estos últimos años, nos hemos estado preparando para esta oscuridad. 10 años llevamos preparándonos para estos días de dolor y de pena para quienes somos todos los colores que somos de la tierra. 10 años revisando autocríticamente lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que decimos y callamos, lo que pensamos y miramos. Nos hemos preparado a pesar de traiciones, calumnias, mentiras, paramilitares, cercos informativos, desprecios, rencores y ataques de quienes nos reprochan no obedecerlos.

  En silencio lo hicimos, sin bullas, tranquilos y serenos porque miramos lejos, como de por sí nos enseñaron nuestros anteriores. Y allá afuera gritándonos que miremos aquí nomás, sólo un calendario y una geografía. Muy pequeñito lo que nos quieren hacer mirar. Pero como zapatistas que somos, nuestro mirar es del tamaño de nuestro corazón, y nuestro caminar no es de un día, un año, un sexenio. Nuestro paso es largo y deja huella, aunque no se mire ahorita o ignoren y desprecien nuestro camino.

  La sabemos bien que no ha sido fácil. Y ahora está más peor todo, y como quiera debemos mirar a esa niña dentro de 120 años. O sea que tenemos que luchar por alguien que no vamos a conocer. Ni nosotros, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos, y así. Y tenemos que hacerlo porque es nuestro deber como zapatistas que somos.

  Vienen muchas desgracias, guerras, inundaciones, sequías, enfermedades, y en medio del colapso tenemos que mirar lejos. Si los migrantes ahora son miles, pronto serán decenas de miles, después cientos de miles. Vienen peleas y muerte entre hermanos, entre padres e hijos, entre vecinos, entre razas, entre religiones, entre nacionalidades. Arderán las grandes construcciones y nadie sabrá decir por qué, o quién, o para qué. Aunque parece que ya no, pero sí, se va a poner peor.

Pero, así como cuando trabajamos la tierra, desde antes de la siembra, vemos la tortilla, los tamales, el pozol en nuestras casas, así tenemos que ver ahora a esa niña.

  Si no miramos a esa niña que ya está con su mamá, pero dentro de 120 años, entonces no vamos a entender lo que estamos haciendo. No lo vamos a poder explicar a nuestros mismos compañeros. Y mucho menos lo van a entender los pueblos, organizaciones y personas hermanas de otras geografías.

  Ya podemos sobrevivir a la tormenta como comunidades zapatistas que somos. Pero ahora se trata no sólo de eso, sino de atravesar ésta y otras tormentas que vienen, atravesar la noche, y llegar a esa mañana, dentro de 120 años, donde una niña empieza a aprender que ser libre es también ser responsable de esa libertad.

 (…) Si alguien piensa que vamos a recibir un premio, o una estatua, o un museo, o unas letras de oro en la historia, o paga, o agradecimiento; pues ya va siendo hora de que busque por otro lado. Porque lo único que vamos a recibir es que, cuando ya vamos a morir, podremos decir “hice mi parte” y saber que no es mentira.

(...) estas mujeres y hombres que tengo enfrente y a un lado, indígenas zapatistas todos de raíz maya, mis jefas y jefes, no sueñan, ni imaginan a esa niña. Ellos y ellas la ven, la miran. Y saben lo que tienen qué hacer para que esa niña nazca, camine, juegue, aprenda y crezca en otro mundo… dentro de 120 años.

  Como cuando miran la montaña. Hay en su mirada algo, como si miraran más allá en el tiempo y en el espacio. Miran la tortilla, los tamales y el pozol en la mesa. Y saben que no es para ellos, sino para una niña que ni siquiera está en la intención de quienes serán sus padres, porque no han nacido. Ni ellos, ni los padres de ellos, ni sus abuelos, ni sus bisabuelos, ni sus tatarabuelos, y así hasta 7 generaciones. Siete generaciones que empiezan a contar desde esta Dení, la Dení Primera Generación.

  A fe mía que lo vamos a lograr. Sólo que vamos a tardar un poco de tiempo, pero no mucho tampoco.

  Apenas poco más de un siglo.



En la Novena Parte, titulada La Nueva Estructura de la Autonomía Zapatista nos dan cuenta de esa nueva estructura de organización, basada en la experiencia autocrítica de 10 años y en la siguiente lectura de la realidad:


(…) esta nueva etapa de la autonomía se hace para enfrentar lo peor de la Hidra, su bestialidad más infame y su locura destructiva.  Sus guerras e invasiones empresariales y militares.

  No existen para nosotros fronteras ni geografías lejanas.  Todo lo que pasa en cualquier rincón del planeta, nos afecta e incumbe, nos preocupa y duele.  En la medida de nuestras muy pequeñas fuerzas, apoyaremos a seres humanos en desgracia sin importar su color, raza, nacionalidad, creencia, ideología y lengua.  Aunque no sepamos muchos idiomas ni entendamos muchas culturas y modos, sabemos comprender el sufrimiento, el dolor, la pena, y la digna rabia que provoca el sistema.

  Sabemos leer y escuchar a los corazones hermanos.  Seguiremos tratando de aprender de ellos, de sus historias y de sus luchas.  No sólo porque hemos padecido eso por siglos enteros y sabemos lo que es.  También y sobre todo porque, como desde hace 30 años, nuestra lucha es por la vida.

  Seguramente hemos cometido muchos errores en todos estos años.  De seguro haremos más en los siguientes 120 años.  Pero NO nos rendiremos, NO cambiaremos de camino, NO nos venderemos.  Siempre estaremos revisando con mirada crítica nuestra lucha, sus tiempos y modos.

  Siempre estarán nuestra mirada, nuestro oído, nuestra cabeza y nuestro corazón, dispuestos a aprender de otros que, aunque diferentes en muchas cosas, tienen nuestras mismas preocupaciones y semejantes anhelos de democracia, libertad y justicia.

  Y siempre buscaremos lo mejor para nuestros pueblos y para las comunidades hermanas.

  Somos, pues, zapatistas.

  Mientras haya al menos un, una, unoa zapatista en cualquier rincón del planeta, resistiremos en rebeldía, es decir, lucharemos.

  Ahí lo vean amigos y enemigos.  Y los que no son ni una cosa ni otra.



Pero, desde nuestro punto de vista, la aportación más nutritiva de las razones de esos cambios en la estructura organizativa está en la reflexión que nos presentan en la Décima Parte: Acerca de las Pirámides y sus usos y costumbres. Conclusiones del análisis crítico de MAREZ y JBG. Esa aportación se resume en cómo acabar con una organización que se estaba volviendo piramidal:


  El asunto es que vimos que con MAREZ y JBG no se va a poder enfrentar la tormenta.  Necesitamos que la Dení crezca y viva y que nazcan y vivan todas las otras siete generaciones.

-Por todo esto y lo demás, entramos a una gran serie de reflexiones y llegamos a conclusión que sólo nos queda una gran discusión de todos los pueblos y análisis, de qué forma enfrentar la nueva y mala situación y al mismo tiempo de cómo vamos a seguir gobernándonos.  Se llevaron a cabo reuniones y asambleas, zona por zona, hasta llegar a un acuerdo de que ya no van existir Juntas de Buen Gobierno ni los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas.  Y que necesitamos una nueva estructura, o sea acomodarnos de otra forma.

(...)  Entonces lo que hicimos pues es cortar la pirámide.  La mochamos pues de la punta.  O más bien como que la volteamos, la pusimos de cabeza.



En la Doceava parte, encontramos buenas dosis del magma central del mensaje zapatista en la tormenta, y las razones y argumentos que les mueven para hacerle frente:


(…)  Porque entonces sería algo así como que, frente a la terrible tormenta que azota ya todos los rincones del planeta, incluso aquellos que se pensaban a salvo de todo mal, nosotros no vemos la tormenta.

  Quiero decir, no sólo vemos la tormenta, y la destrucción, muerte y dolor que trae consigo.  También vemos lo que sigue.  Queremos ser la semilla de una futura raíz que no veremos, que luego será, a su vez, el césped que tampoco veremos.

  La vocación zapatista, si alguien nos apura a una definición lacónica, es entonces “ser buena semilla”.

  No pretendemos heredar a las próximas generaciones una concepción del mundo.  No heredarles nuestras miserias, nuestros rencores, nuestros dolores, nuestras fobias, ni nuestras filias.  Tampoco que sean un espejo con una imagen más o menos aproximada de lo que supongamos bueno o malo.

  Lo que queremos es heredar vida.  Lo que hagan con ella otras generaciones será su decisión y, sobre todo, su responsabilidad.  Así como nosotros heredamos vida de nuestros ancestros, tomamos lo que consideramos valioso, y nos asignamos una tarea.  Y, claro, nos hacemos responsables de la decisión que tomamos, de lo que hacemos para cumplir esa tarea, y de las consecuencias de nuestras acciones y omisiones.

  Cuando decimos que “No es necesario conquistar el mundo, basta con hacerlo de nuevo”, nos alejamos, definitiva e irremediablemente, de las concepciones políticas vigentes y de las anteriores.  El mundo que vemos no es perfecto, ni de lejos.  Pero es mejor, sin duda alguna.  Un mundo donde cada quien sea quien es, sin vergüenza, sin ser perseguido, mutilado, encarcelado, asesinado, marginado, oprimido.

  ¿Cómo se llama ese mundo?  ¿Qué sistema lo sostiene o es el dominante?  Bueno, eso lo decidirán, o no, quienes vivan en él.

  Un mundo donde los afanes de hegemonizar y homogeneizar aprendan de lo que provocaron en éste y otros tiempos, y fracasen en ese mundo por venir.

  Un mundo en el cual la humanidad no sea definida por la igualdad (que no hace sino esconder la segregación de los que “no son iguales”), sino por la diferencia.

  Un mundo donde la diferencia no se persiga, sino que se celebre.  Un mundo en el que las historias contadas no sean las de los que ganan, porque nadie gana.

  Un mundo donde las historias que se cuenten, sea en la intimidad, o en las artes, o en la cultura, sean como las que nuestros abuelas y abuelos nos contaron, y que enseñen no quien ganó, porque nadie ganó y, por lo tanto, nadie perdió.

  Esas historias que nos permitieron imaginar cosas terribles y maravillosas y en las que, entre la lluvia y el olor del maíz cociéndose, el café y el tabaco, alcanzamos a imaginar un mundo incompleto, sí, torpe también, pero mucho mejor que el mundo que nuestros antepasados y nuestros contemporáneos hemos padecido y estamos padeciendo.

  No pretendemos heredar leyes, manuales, cosmovisiones, catecismos, reglas, rutas, destinos, pasos, compañías, que, si se ve con detenimiento, es a lo que aspiran casi todas las propuestas políticas.

  Nuestra pretensión es más sencilla y terriblemente más difícil: heredar vida.

(…) Porque nosotros vemos que esa terrible tormenta, cuyos primeros ventarrones y lluvias ya azotan al planeta entero, está llegando muy rápido y muy fuerte.  Entonces no vemos lo inmediato.  O sí, pero de acuerdo con lo que vemos a largo plazo.  Nuestra realidad inmediata está definida o de acuerdo con dos realidades: una de muerte y destrucción que habrá de sacar a flote lo peor del ser humano, sin importar su clase social, su color, su raza, su cultura, su geografía, su lengua, su tamaño; y otra de volver a empezar sobre los escombros de un sistema que hizo lo que mejor sabe hacer, es decir, destruir.

  ¿Por qué decimos que a la pesadilla que ya está, y que no hará sino empeorar, seguirá un despertar?  Bueno, porque hay quienes, como nosotros, estamos empeñados en mirar esa posibilidad.  Mínima, es cierto.  Pero todos los días y a todas horas, en todas partes, luchamos porque esa mínima posibilidad vaya creciendo y, aunque pequeña y sin importancia -como una semilla diminuta-, crezca y, algún día, sea el árbol de la vida que será de todos los colores o no será.

  No somos los únicos.  En estos 30 años nos hemos asomado a muchos mundos.  Diferentes en modos, tiempos, geografías, historias propias, calendarios.  Pero iguales sólo en el empeño y la mirada absurda puesta en un tiempo extemporáneo que sucederá, no por el destino, no por designio divino, no porque alguien pierda para que alguien gane.  No, será porque estamos trabajando en ello, luchando, viviendo y muriendo por ello.

  Y habrá un prado, y habrá flores, y árboles, y ríos, y animales de todo tipo.  Y habrá césped porque habrá raíces.  Y habrá una niña, un niño, unoa niñoa que estará con vida.  Y llegará el día en que tenga que hacerse responsable de la decisión que tome de qué hacer con esa vida.

  ¿No es ésa la libertad?



La Catorceava Parte nos parece una de las fundamentales, pues es la que nos ayuda a conocer las bases en las que se asienta el análisis de coyuntura zapatista y la pedagógica forma en la que, teniendo este en cuenta, elaboran su nueva estrategia. Por eso la recogemos de forma bastante más extensa que las anteriores:


(…) Una grieta como proyecto.

 (...)  –No es que estén cerradas todas las puertas-, empecé.  – Es que no hay puertas.  Todas ésas que aparecen como “verdaderas”, no llevan a otro lado que no sea al punto de partida.  Cualquier intento de ruta es sólo un viaje por un laberinto que, en el mejor de los casos, te lleva al inicio.  En el peor, a la desaparición-.

  ¿Entonces?, inquirió el SubMoy encendiendo el enésimo cigarrillo.

  -Pues creo que tienes razón, sólo queda abrir una grieta.  Ya no buscarle por otro lado.  Hay que hacer una puerta.  Va a tardar, eso sí.  Y va a costar mucho.  Pero sí, es posible.  Aunque no cualquiera.  Eso que están pensando, nadie, nunca.  Yo mismo no creí que llegaría a escucharlo siquiera –, señalé.

  El SubMoy quedó un rato pensativo, mirando el piso de la champa, lleno de colillas de cigarro, residuos de tabaco de la pipa, un fósforo quemado, lodo húmedo, algunas ramitas rotas.

  Luego se levantó y, dirigiéndose a la puerta, sólo dijo: “Pues ni modos, falta ver… falta lo que falta”.

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El fracaso como objetivo.

  Para entender lo que significaba ese breve diálogo, debo explicarles una parte de mi trabajo como capitán.  En este caso, un trabajo que heredé del difunto SupGaleano, quien a su vez lo recibió del finado SupMarcos.

  Una labor ingrata, oscura y dolorosa: prever el fracaso zapatista.

  Si se está pensando en una iniciativa, yo busco todo lo que pueda hacerla fracasar, o, al menos, que reduzca su impacto.  Buscar lo contrario contradictorio.  Digamos algo así como “Marcos Contreras”.  Soy, pues, el máximo y único representante del “ala pesimista” del zapatismo.

  El objetivo es atacar con todo tipo de objeciones las iniciativas desde que empiezan a nacer.  Suponemos que eso hace que se vaya afinando y consolidando esa propuesta, sea organizativa interna, sea iniciativa externa, sea una combinación de estas dos.

  Para ponerlo claro: el zapatismo se prepara para fracasar.  Es decir, imagina el peor escenario.  Con ese horizonte en perspectiva, se van elaborando los planes y detallando las propuestas.

  Para concebir esos “fracasos futuros”, se usan las ciencias de las que podemos disponer.  Hay que buscar por todos lados (y cuando digo “todos lados” son todos, incluyendo las redes sociales y sus granjas de bots, las noticias falsas y los retrucos que se realizan para conseguir “seguidores”), obtener la mayor cantidad de datos e informaciones, cruzarlas y conseguir así el diagnóstico de lo que sería la tormenta perfecta y su resultado.

  Deben tratar de entender que no se trata de construir una certeza, sino de una hipótesis terrible.  En términos del finado: “supongamos que todo se va a la mierda”.  Contra lo que se pueda creer, esa catástrofe no incluye nuestra desaparición, sino algo peor: la extinción de la especie humana.  Bueno, al menos tal y como la concebimos hoy.

  Se imagina esa catástrofe y se comienzan a buscar datos que la confirmen.  Datos reales, no las profecías de Nostradamus o el Apocalipsis bíblico o equivalentes.  Es decir, datos científicos.  Se recurre entonces a publicaciones científicas, datos financieros, tendencias, registro de hechos, y muchas publicaciones.

  A partir de ese futuro hipotético, se pone en marcha el reloj en sentido inverso.

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La regla del tercero excluido.

  Ya en posesión del dibujo del colapso y su inevitabilidad, empieza a funcionar la regla del tercero excluido.

  No, no es la conocida.  Ésta es una invención del finado SupMarcos.  En sus tiempos de teniente, decía que, en caso de una falla, primero se intentaba una solución; segundo, una corrección; y tercero, pues ya no había tercero, quedaba como “no tiene remedio”.  Ya después fue afinando esa regla hasta llegar a la que ahora les expongo: sustentada una hipótesis con datos verídicos y con análisis científico, procede buscar dos elementos que contradigan la mentada hipótesis en su esencia.  Si se encuentran esos dos elementos, ya no se busca el tercero, entonces hay que replantear la hipótesis o confrontarla ya con el juez más severo: la realidad.

  Les aclaro que, cuando los zapatistas dicen “la realidad”, incluyen su accionar en esa realidad.  Lo que ustedes llaman “la práctica”.

  Aplico entonces esa misma regla.  Si encuentro al menos 2 elementos que contradigan mi hipótesis, entonces abandono la búsqueda, desecho esa hipótesis y busco otra.

La hipótesis compleja.

  Mi hipótesis es: ya no hay remedio.

  Apuntes:

  La convivencia equilibrada entre el ser humano y la naturaleza es imposible ya.  En la confrontación ganará quien más tiempo tiene: la naturaleza.  El capital ha convertido la relación con la naturaleza en una confrontación, una guerra de saqueo y destrucción.  El objetivo de esta guerra es el aniquilamiento del contrario, la naturaleza en este caso (humanidad incluida).  Con el criterio de la “obsolescencia programada” (o “caducidad prevista”), la mercancía “seres humanos” caduca en cada guerra.

  La lógica del capital es la de la ganancia mayor a la máxima velocidad.  Esto hace que el sistema se convierta en una gigantesca máquina de desechos, incluyendo seres humanos.  En la tormenta, las relaciones sociales se trastocan y el capital improductivo arroja a millones al desempleo y, de ahí, al “empleo alternativo” en el crimen, y a la migración.  La destrucción de territorios incluye el despoblamiento.  El “fenómeno” de la migración no es el preludio de la catástrofe, es su confirmación.  La migración produce el efecto de “naciones dentro de naciones”, grandes caravanas trashumantes chocando con muros de concreto, policíacos, militares, criminales, burocráticos, raciales y económicos.

  Cuando se habla de migración, se olvida la otra migración que le antecede en el calendario.  La de las poblaciones originarias en sus propios territorios, ahora convertidos en mercancías.  ¿No se ha convertido al pueblo palestino en migrante al que hay que expulsar de su propia tierra?  ¿No ocurre lo mismo con los pueblos originarios en el mundo?

 (…)   El “miedo a lo otro” alcanza niveles de franca paranoia.  La escasez, la pobreza, las desgracias y el crimen tienen como responsable a un sistema, pero ahora la culpa se traslada al migrante al que hay que combatir hasta aniquilarlo.

  En “la política” se ofrecen alternativas y ofertas a cuál más de falsa.  Nuevos cultos, nacionalismos -nuevos, viejos o reciclados-, la nueva religión de las redes sociales y sus neo profetas: los “influencers”.  Y la guerra, siempre la guerra.

  La crisis de la política es la crisis de las alternativas al caos.  El frenético sucederse en los gobiernos de la derecha, ultraderecha, el inexistente centro, y lo que presuntuosamente se da en llamar “izquierda”, es sólo un reflejo de un mercado cambiante: si hay nuevos modelos de celulares, ¿por qué no “nuevas” opciones políticas?

  Los Estados-Nación se trastocan en agentes aduanales del capital.  No hay gobiernos, hay una sola Border Patrol con distintos colores y diferentes banderas.  La disputa entre “Estado Gordo” y “Estado Famélico” es sólo una fallida ocultación de su naturaleza primigenia: la represión.

  El capital empieza a sustituir al neoliberalismo como coartada teórico-ideológica, con su consecuencia lógica: el neomaltusianismo.  Es decir, la guerra de aniquilamiento de grandes poblaciones para conseguir el bienestar de la sociedad moderna.  La guerra no es una irregularidad de la máquina, es el “mantenimiento regular” que asegurará su funcionamiento y duración.  La reducción radical de la demanda para compensar las limitaciones de la oferta.

  No se trataría de un neodarwinismo social (los fuertes y ricos se hacen más fuertes y ricos, y los débiles y pobres se hacen más débiles y pobres), o de la Eugenesia que fue una de las coartadas ideológicas para la guerra nazi de exterminio del pueblo judío.  O no sólo.  Se trataría de una campaña mundial de aniquilamiento de la población mayoritaria en el mundo: la de los desposeídos.  Desposeerlos también de la vida.  Si los recursos del planeta no son suficientes y no hay un planeta de repuesto (o no se ha encontrado aún, aunque en eso están), entonces corresponde reducir drásticamente la población.  Achicar el planeta mediante el despoblamiento y la reordenación, ya no sólo de determinados territorios, sino del mundo entero.  Una Nakba para todo el planeta.

  Si la casa ya no se puede expandir ni es factible hacerle más pisos; si los habitantes del sótano quieren subir a la planta baja, asaltar la alacena, y, ¡horror!, no dejan de reproducirse; si los “paraísos ecológicos” o “autosustentables” (en realidad sólo son “cuartos de pánico” del capital) no son suficientes; si los del primer piso quieren los cuartos del segundo y así; en suma, si la “civilización moderna” y su núcleo (la propiedad privada de los medios de producción, circulación y consumo), corre peligro; pues entonces hay que expulsar a inquilinos -empezando por los del sótano-, hasta que se logre “el equilibrio”.

  Si el planeta se agota en recursos y territorios, sigue una especie de «dieta» para reducir la obesidad del planeta.  Lo de buscar otro planeta está teniendo dificultades no previstas.  Es previsible una carrera espacial, pero su éxito es una incógnita todavía muy grande.  Las guerras, en cambio, han demostrado su “eficacia”.

  La conquista de territorios trajo el crecimiento exponencial de los «sobrantes», «excluidos», o «prescindibles».  Siguen las guerras por el reparto.  Las guerras tienen una doble ventaja: reaniman la producción bélica y sus subsidiarias, y elimina a esos sobrantes de forma expedita e irremediable.

  Los nacionalismos no sólo resurgirán o tendrán nuevo aliento (por eso el vaivén de las ofertas políticas de ultraderecha), son la base espiritual necesaria para las guerras.  “El responsable de tus carencias es quien tienes al lado.  Por eso pierde tu equipo”.  La lógica de las “barras”, “porras” y “hooligans” -nacionales, raciales, religiosos, políticos, ideológicos, de género-, alentando guerras medianas, grandes y pequeñas en tamaño, pero con el mismo objetivo de depuración.

  Ergo: el capitalismo no caduca, sólo se transforma.

  El Estado-Nación dejó hace tiempo de cumplir su función de territorio-gobierno-población con características comunes (lengua, moneda, sistema jurídico, cultura, etc.).  Los Estados Nacionales son ahora las posiciones militares de un solo ejército, el del cártel del capital.  En el actual crimen mundial del sistema, los gobiernos son los “jefes de plaza” que mantienen el control de un territorio.  La lucha política, electoral o no, es por ver quién asciende a jefe de plaza.  El “cobro de piso” es mediante los impuestos y los presupuestos para campañas y el proceso electoral.  El crimen desorganizado financia así su reproducción, aunque cada vez sea más patente su incapacidad de ofrecer a sus subyugados la seguridad y la justicia.  En la política moderna, los jefes de los cárteles nacionales se deciden por elecciones.

  De este manojo de contradicciones no surge una nueva sociedad.  A la catástrofe no se sigue el fin del sistema capitalista, sino una forma diferente de su carácter depredador.  El futuro del capital es el mismo que su pasado y presentes patriarcales: explotación, represión, despojo y desprecio.  Para cada crisis, el sistema tiene siempre a la mano una guerra para solucionar esa crisis.  Por lo tanto: no es posible delinear o construir una alternativa al colapso más allá de nuestra propia supervivencia como comunidades originarias.

  La mayoría de la población no ve o no cree posible la catástrofe.  El capital ha logrado inculcar el inmediatismo y el negacionismo en el código básico cultural de los de abajo.

  Más allá de algunas comunidades originarias, pueblos en resistencia y algunos grupos y colectivos, no es posible construir una alternativa que rebase lo mínimo local.

  La prevalencia de la noción de Estado-Nación en el imaginario de abajo es un obstáculo.  Mantiene las luchas separadas, aisladas, fragmentadas.  Las fronteras que las separan no son sólo las geográficas.

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Las Contradicciones.

  Apuntes:

  Primera serie de contradicciones:

 (…)   La pandemia (2020).  Los animales recuperaron su posición en algunos territorios urbanos abandonados, aunque fue momentáneo.  El agua, el aire, la flora y la fauna tuvieron un respiro y se rehicieron, aunque fueron de nuevo avasalladas en poco tiempo.  Señalaron así quién era el invasor.

  La Travesía por la Vida (2021).  En el oriente, o sea en Europa, hay ejemplos de resistencia a la destrucción y, sobre todo, de construcción de otra relación con la madre tierra.  Los informes, relatos y anécdotas son demasiados para estas notas, pero confirman que la realidad allá no es sólo la de la xenofobia y la idiotez y petulancia de sus gobiernos.  Esperamos encontrar esfuerzos semejantes en otras geografías.

  Por lo tanto: sí es posible la convivencia equilibrada con la naturaleza.  Debe de haber más ejemplos de esto.  Nota: buscar más datos, volver a revisar los informes de la Extemporánea a su vuelta de la Travesía por la Vida- Capítulo Europa, qué miraron y qué aprendieron, seguir las acciones del CNI y de otras organizaciones y movimientos de pueblos originarios hermanos en el Mundo.  Atención a las alternativas en zonas urbanas.

  Conclusión parcial: las contradicciones detectadas ponen en crisis uno de los planteamientos de la hipótesis compleja, pero no todavía la esencia.  El llamado “capitalismo verde” bien podría absorber o suplantar esas resistencias.

  Segunda serie de contradicciones:

  La existencia y persistencia de la Sexta y las personas, grupos, colectivos, equipos, organizaciones, movimientos acuerpados en la Declaración por La Vida.  Y muchas personas más en muchas partes.  Hay quien resiste y se rebela, y trata de encontrarse.  Pero es necesario buscar.  Y eso nos enseñan las Buscadoras: buscar es una lucha necesaria, urgente, vital.  Con todo en contra, ellas se aferran a la más remota esperanza.

  Conclusión parcial: la sola posibilidad, mínima, ínfima, improbable hasta un porcentaje ridículo, de que las resistencias y rebeldía coincidan, hace trastabillar a la máquina.  No es su destrucción, es cierto.  No todavía.  Las brujas escarlatas serán decisivas.

  El porcentaje de probabilidad del triunfo de la vida sobre la muerte es ridículo, sí.  Entonces quedan opciones: la resignación, el cinismo, el culto a lo inmediato (“carpe diem” como sostén vital).

  Y, sin embargo, hay quienes desafían los muros, las fronteras, las reglas… y la ley de probabilidades.

  Tercera serie de contradicciones: No es necesaria.  Aplica la regla del Tercero Excluido.

  Conclusión general: por lo tanto, hay que plantear otra hipótesis.



De la Diecisieteava parte, sin embargo, recogemos solo una idea central: la importancia de la memoria:


  La memoria no es sólo el alimento de la digna rabia, es también raíz del árbol de la dignidad y la rebeldía.  En el caso de los pueblos originarios, es una raíz que se hunde en siglos de oscuridad, y que, con los pueblos del mundo, dice y se dice: “nunca más”.

  Los de arriba miran el pasado con la misma nostalgia con la que el humano maduro ve las fotos de su nacimiento e infancia.

  Los de abajo se asoman al pasado con rabia.  Como si cada humillación, cada herida, cada afrenta, cada burla, cada muerte fueran parte de una llaga presente que hay que sanar.

  Los de arriba así eligen a sus héroes, y parten y reparten la historia donde ellos son la culminación del todo.  Disfrazan como “justicia” lo que no son más que limosnas.

  Los de abajo ven la historia como una sola página que no se termina de escribir aún, y no hay héroes, sólo una constante reescritura donde cambia la mano que traza garabatos, pero no el corazón colectivo que dicta horrores y errores, y, claro, cuentas por cobrar.

  Los pueblos zapatistas, cuando miran al pasado, miran y hablan a sus muertos.  Les piden que cuestionen el presente -con ellos incluidos-.  Y así es como se asoman al futuro.

   Así luchan y viven las comunidades zapatistas, que no han leído a Walter Benjamin.  Y creo no lo necesitan…



Algo parecido hacemos con las Dieciochoava Parte, centrada en la idea de la rabia:


  ¿Se hereda?  ¿Se adquiere? ¿Se cultiva?  ¿Se pierde?  ¿Se transforma?  ¿Se contagia?  ¿Por cuáles canales se trasmite?  ¿Cómo se hace colectiva?  ¿Es creativa?

  ¿En qué momento se convierte en digna?  ¿Cuándo empieza a distanciarse del rencor y la venganza?  ¿Se acerca a la justicia?

  ¿Cómo es que se convierte en raíz histórica de pueblos enteros, diferentes en geografía, lengua, cultura, historia, tiempo?

  ¿Es la rabia el puente entre el dolor y la rebeldía?

  ¿En qué momento la angustia, la desesperación, la impotencia se convierten en rabia?

  ¿Y si los desaparecidos, las desaparecidas, le heredan, a la inversa, la rabia a quienes les buscan?  ¿Y si paren a sus progenitoras?

  ¿Y si las buscadoras no buscan consuelo, lástima, simpatía, la limosna del oído ajeno?  ¿Y si también buscan nuestra rabia?

  ¿Y si todas las rabias tienen una misma raíz y ellas, nosotros -los pueblos-, nos encontramos en esa raíz?

  ¿Nos saludaremos?  ¿Tendremos fuerzas para sonreírnos, abrazarnos, intercambiar no sólo dolores, sino también los datos del responsable – su mismo rostro (aunque distinto), su risa sardónica, su mirada burlona, su cinismo, su modo de saberse impune, la bandera del dinero-?

  ¿Y si alguna vez, en el inconcluso libro de la historia, alguien mira una luz, cualquiera, que, sin aspavientos ni consignas, señale “esta luz la parió la rabia”?

  ¿Y si lo que nos une, a pesar de todas las diferencias, es una misma rabia?  ¿Quién habrá de enfrentarnos?  ¿Quién nos sentenciará a la misma derrota de antaño, de ahora, de hoy mismo?  ¿Quién nos amenazará con un mañana igual al ayer?

  ¿Quién perderá y quién encontrará?



Finalmente, llegamos a la Vigésima y Última Parte, centrada en El Común y la No Propiedad. Hay una parte de ella que está centrada en una propuesta concreta para la zona en la que se asienta el zapatismo, pero para nosotres nos parece que hay sabrosísimas aportaciones en las reflexiones y formas que llevaron a concretar la propuesta, por eso le vamos a dar el espacio necesario para entenderlo:


PENSAR EL CAMINO Y EL PASO.

  ¿Qué cómo llegó en nuestra cabeza?  Bueno, pues te platico.  Vimos varias cosas.  O sea que no sólo salió de una vez esta idea.  Como que se juntaron y pues como que lo fuimos viendo parte por parte y ya luego todo junto.

  Una fue, pues, la tormenta.  Todo lo que se refiere a la inconformidad de la naturaleza.  Su forma de protestar, cada vez más fuerte y cada vez más terrible.  Porque decimos destrucción, pero muchas veces lo que pasa es que como que la naturaleza recupera un lugar.  O que ataca las invasiones del sistema: las presas, por ejemplo.  Lugares turísticos, por ejemplo, que se construyen sobre la muerte de las costas.  Megaproyectos que hieren, lastiman la tierra.  Entonces pues hay respuesta.  A veces rápido responde, a veces tarda.  Y el ser humano, bueno, lo que el sistema ha hecho con el ser humano es que está como pasmado.  No reacciona.  Aunque ve que viene la desgracia, que hay avisos, que hay alertas, pues sigue como si nada y, bueno, pues pasa lo que pasa.  Dicen que tal desgracia fue sorpresiva.  Pero resulta que ya lleva varios años de que se avisa que la destrucción de la naturaleza va a pasar a cobrar.  La ciencia, no nosotros, lo analiza y lo demuestra.  Nosotros, pues, como gente de la tierra lo vemos.  Todo es inútil.

  La desgracia no se aparece de pronto en tu casa, no.  Primero se va a acercando, va haciendo su ruido para que sepas que ahí viene.  Toca a tu puerta.  Rompe todo.  No sólo tu casa, tu gente, tu vida, también tu corazón.  Ya no estás tranquilo.

  La otra es lo que llaman la descomposición social o que dicen que se rompe el tejido social porque la violencia.  O sea que una comunidad de personas se relaciona con ciertas reglas o normas o acuerdos, como decimos nosotros.  A veces se hacen leyes escritas y a veces no hay nada escrito, pero como quiera la gente sabe.  En muchas comunidades se dice “acta de acuerdo” o sea que se pone en palabras.  “Esto se puede hacer, esto no se puede hacer, esto se tiene qué hacer”, y así.  Por ejemplo, que quien trabaje pues avanza.  Que el que no trabaja, pues se queda jodido.  Que está mal obligar a alguien a hacer lo que no quiere, por ejemplo, en el caso de los hombres contra las mujeres.  Que está mal violentar a los débiles.  Que está mal matar, robar, violar.  ¿Pero qué pasa si es al revés?  Si se premia la maldad y se persigue y castiga la bondad.  Por ejemplo, un campesino indígena que ve que está mal la destrucción de un bosque, se convierte entonces en su guardián.  Lo protege al bosque, pues, de quien lo destruye para sacar ganancias.  Eso de defender es un bien, porque ese hermano o hermana están cuidando la vida.  Eso es humano, no es de una religión.  Pero pasa que ese guardián es perseguido, encarcelado y, no pocas veces, asesinado.  Y si se pregunta cuál es su delito de por qué lo mataron, y se escucha que su delito fue defender la vida, como el hermano Samir Flores Soberanes, pues ahí se ve claro que el sistema está enfermo, que ya no tiene remedio, que hay que buscar por otro lado.

¿Qué se necesita para darse cuenta de esa enfermedad, de esa podredumbre de la humanidad?   No se necesita una religión, o una ciencia, o una ideología.  Basta mirar, escuchar, sentir.

  Y luego pues vemos que los grandes Mandones, los capitalistas, pues no les importa ya qué pasa mañana.  Quieren ganar la paga hoy.  Lo más que se pueda y lo más rápido posible.  No importa que les digas “oyes, pero eso que haces destruye y la destrucción se contagia, crece, se convierte en incontrolable y regresa a ti.  Como si escupieras para arriba o si orinaras contra el viento.  Se te regresa, pues”.  Y puedes pensar que qué bueno que la desgracia se pase a llevar a un sinvergüenza.  Pero resulta que, antes de eso, se lleva a un buen tanto de gente que ni sabe por qué.  Como las crías, por ejemplo.  Qué va a saber una cría de religiones, ideologías, partidos políticos o lo que sea.  Pero el sistema hace responsables a esas crías.  Las hace pagar.  Se destruye en su nombre, se mata en su nombre, se miente en su nombre.  Y se les hereda muerte y destrucción.

  Entonces, pues no se ve que va a mejorar.  Lo sabemos que se va a poner peor.  Y que, como quiera, tenemos que cruzar la tormenta y llegar al otro lado.  Sobrevivir.

  Otra cosa es lo que vimos en la travesía por la Vida.  Lo que hay en esas partes que se supone que son más avanzadas, que están más desarrolladas como dicen.  Lo vimos que es mentira todo eso de la “civilización occidental”, del “progreso” y esas cosas.  Vimos que ahí se estaba lo necesario para guerras y crímenes.  Ahora sí que vimos dos cosas: una es a dónde se encamina la tormenta si no hacemos nada.  La otra es lo que otras rebeldías organizadas están construyendo en esas geografías.  O sea que esas personas miran lo mismo que miramos nosotros.  O sea, la tormenta.

  Gracias a estos pueblos hermanos pudimos ampliar la mirada, hacerla más ancha.  O sea, no sólo mirar más lejos, sino que también mirar más cosas.  Más mundo, pues.

  Entonces nosotros, como pueblos indígenas que somos, pues nos preguntamos que qué hacemos, que si ya valió, que si cada uno ahí lo vea.  Pero vemos a esos hermanos que hacen así de que les vale madre lo que les pase a otros, que sólo miran por ellos, y pues igual les toca.  Se creen a salvo encerrados en sí mismos.  Pero de balde.

EL CAMINO DE LA MEMORIA.

  Entonces pues pensamos, recordamos en cómo era antes.  Lo hablamos a nuestros anteriores.  Les preguntamos si antes era así.  Les preguntamos que nos digan si siempre hubo la oscuridad, la muerte, la destrucción.  De dónde vino pues esa idea del mundo.  Cómo es que se chingó todo.  Pensamos que si sabemos cuándo y cómo se perdió la luz, el buen pensamiento, el saber cabal qué es lo bueno y qué es lo malo, pues entonces tal vez podemos encontrar eso y con eso luchar porque se vuelva todo cabal, como debe de ser, respetando la vida.

  Y entonces vimos cómo es que llegó eso y lo vimos que vino con la propiedad privada. 

(…) Basta que la empresa diga que quiere tales terrenos, para que el gobierno decrete la expropiación de esas tierras y ya le dice a la empresa que haga su negocio “por un tiempo”.  Eso hacen con los megaproyectos.

  Y todo por un pinche papel.  Aunque el papel sea de los tiempos de la Nueva España, el papel no vale para el poderoso.  Es un engaño.  Es para que te confíes y estés tranquilo hasta que el sistema descubre que, debajo de tu pobreza, hay petróleo, oro, uranio, plata.  O que hay un manantial de agua pura, y ahora resulta que el agua es ya una mercancía que se compra y que se vende.

  Una mercancía como lo fueron tus padres, tus abuelos, tus bisabuelos.  Una mercancía como eres tú, y lo serán tus hijos, tus nietos, tus bisnietos y así por generaciones.

(...) O sea que eres una mercancía legal.  Ésa es la única diferencia con la esclavitud.

  Entonces los más viejos te cuentan que el problema, la división, las discusiones y las peleas, llegaron cuando llegaron los papeles de propiedad.  No es que antes no había problemas, es que se resolvían haciendo acuerdo.

  Y el problema es que puedes hacer muchos papeles que parten muchas veces la tierra, pero la tierra no crece como los papeles.  Una hectárea sigue siendo una hectárea, aunque haya muchos papeles.

(…)

EL VIEJO NUEVO CAMINO.

  ¿Cómo ha sido en nuestra historia de lucha eso que dicen de “base material”?

  Pues primero fue la alimentación.  Con la recuperación de las tierras que estaban en manos de los finqueros, se mejoró la alimentación.  El hambre dejó de ser la invitada en nuestras casas.  Luego, con la autonomía y el apoyo de personas que son “buena gente”, les decimos, siguió la salud.  Aquí fue y es muy importante el apoyo de los doctores fraternales, que así les llamamos nosotros porque son como nuestros hermanos que nos ayudan no sólo en las enfermedades graves.  También, y, sobre todo, en la preparación o sea en los conocimientos de la salud.  Luego la educación.  Luego el trabajo en la tierra.  Luego lo que es gobierno y administración de mismos pueblos zapatistas.  Luego lo que es gobierno y convivencia pacífica con los que no son zapatistas.

  La base material de esto, es decir, la forma de producción es una convivencia del trabajo individual-familiar con el trabajo colectivo.  El trabajo colectivo hizo posible el despegue de las compañeras y su participación en la autonomía.

  Digamos que los primeros 10 años de autonomía, es decir, del alzamiento al nacimiento de las Juntas de Buen Gobiernos, en 2003, fue de aprendizaje.  Los siguientes 10 años, hasta el 2013 fueron de aprender la importancia del relevo generacional.  Del 2013 a la fecha fue de constatar, criticar y autocriticar errores de funcionamiento, de administración y de ética.

  En lo que sigue ahora, tendremos una etapa de aprendizaje y reajuste.  O sea que tendremos muchos errores y problemas, porque no hay manual o libro que te diga cómo hacer.  Tendremos muchas caídas, sí, pero nos levantaremos una y otra vez para seguir caminando.  Somos zapatistas, pues.

  La base material o de producción de esta etapa va a ser una combinación del trabajo individual-familiar, el colectivo y esto nuevo que llamamos “trabajo en común” o “no propiedad”.

  El trabajo individual-familiar se basa en la propiedad pequeña y personal.  Una persona y su familia trabajan su pedazo de tierra, su tiendita, su móvil, su ganado.  La ganancia o el beneficio es para esa familia.

El trabajo colectivo se basa en el acuerdo entre compañeras y/o compañeras para hacer un trabajo en tierra de colectivo (asignada así desde antes de la guerra y ensanchada después de la guerra).  Se reparten los trabajos de acuerdo con el tiempo, capacidad y disposición.  La ganancia o beneficio es para el colectivo.  Se suele usar para fiestas, movilizaciones, adquisición de equipos para salud, capacitación de promotores de salud y educación, y para los movimientos y manutención de autoridades y comisiones autónomas.

  El trabajo común empieza, ahora, en la tenencia de la tierra.  Una porción de las tierras recuperadas se declara como de “trabajo común”.  Es decir, no está parcelada y no es propiedad de nadie, ni pequeña, ni mediana, ni gran propiedad.  Esa tierra no es de nadie, no tiene dueño.  Y, de acuerdo con las comunidades cercanas, se “presta” mutuamente esa tierra para trabajarla.  No se puede vender ni comprar.  No se puede usar para producción, trasiego o consumo de narcóticos.  El trabajo se hace por “turnos” acordados con los GALs y los hermanos no zapatistas.  El beneficio o ganancia es para quienes trabajan, pero la propiedad no es, es una no propiedad que se usa en común.  No importa si eres zapatista, partidista, católico, evangélico, presbiteriano, ateo, judío, musulmán, negro, blanco, oscuro, amarillo, rojo, mujer, hombre, otroa.  Puedes trabajar la tierra en común, con el acuerdo de los GALs, CGAL y ACGal, por pueblo, región o zona, que son quienes controlan que se cumpla con las reglas de uso común.  Todo lo que sirva al bien común, nada que vaya contra el bien común.

UNA COMPARTICIÓN MUNDIAL: LA GIRA POR LA VIDA.

  Unas hectáreas de esa No-Propiedad se va a proponer a los pueblos hermanos de otras geografías del mundo.  Los vamos a invitar para que vengan y trabajen esas tierras, con sus propias manos y conocimientos.  ¿Qué pasa si no saben trabajar la tierra?  Pues las compañeras y compañeros zapatistas les enseñan cómo, y sus tiempos de la tierra, y sus cuidados.  Creemos que es importante saber trabajar la tierra, es decir, saber respetarla.  No creo que le haga daño a nadie que, así como estudia y aprenden en laboratorios y centros de investigación, también estudie y aprenda el trabajo del campo.  Y todavía más mejor si esos pueblos hermanos tienen conocimientos y modo de trabajar la tierra y nos traen esos conocimientos y modos y así también aprendemos nosotros.  Es como una compartición, pero no sólo palabras, sino que en la práctica.

  No necesitamos que nos vengan a explicar la explotación, porque nosotros la vivimos desde hace siglos.  Tampoco que nos vengan a decir que hay que morirse para conseguir la libertad.  Eso lo sabemos y lo practicamos todos los días desde hace cientos de años.  Lo que sí es bienvenido es el conocimiento y la práctica para la vida.

  Mira, la delegación que fue a Europa aprendió muchas cosas, pero la más importante que la aprendimos es que hay muchas personas, grupos, colectivos, organizaciones que están buscando la forma de luchar por la vida.  Tienen otro color, otra lengua, otra costumbre, otra cultura, otro modo.  Pero tienen lo mismo que nosotros, que es el corazón de lucha.

  No están buscando quién es más mejor, o que les den un lugar en los malos gobiernos.  Están buscando curar el mundo.  Y sí, son muy diferentes entre ellos.  Pero son iguales, o más bien somos iguales.  Porque queremos realmente construir otra cosa, y esa cosa es la libertad.  O sea, la vida.

Y nosotras las comunidades zapatistas decimos que son nuestra familia todas esas personas.  No importa que estén muy lejos.  Y en esa familia hay hermanas mayores, hermanos mayores, hermanitas y hermanitos.  Y no hay quién mejor.  Sino misma familia.  Y como familia nos apoyamos cuando podemos, y nos enseñamos lo que sabemos.

  Y todas, todos, todoas, es gente de abajo.  ¿Por qué?  Porque los de arriba predican la muerte porque eso le da ganancias.  Los de arriba quieren que cambien las cosas, pero para su beneficio de ellos, aunque cada vez está más peor.  Por eso son los de abajo los que van a luchar y están ya luchando por la vida.  Si el sistema es de muerte, entonces la lucha por la vida es la lucha contra el sistema.

  ¿Qué sigue después?  Bueno, cada quien va construyendo su idea, su pensamiento, su plan de qué es mejor.  Y cada quien tal vez tiene un pensamiento diferente y un modo distinto.  Y eso hay que respetar.  Porque es en la práctica organizada donde cada quien ve qué sí resulta y que no.  O sea que no hay recetas o manuales, porque lo que sirve para uno, tal vez no sirve para otro.  El “común” mundial es la compartición de historias, de conocimientos, de luchas.

  O sea que, como quien dice, sigue el viaje por la vida.  Por la lucha, pues.

(...)

P.D. QUE DECLARA BAJO JURAMENTO. – En ningún momento o etapa de la deliberación que condujo a la decisión que tomaron los pueblos zapatistas, salieron a relucir citas o notas de pie de página o referencias, así sea lejanas, de Marx, Engels, Lenin, Trotski, Stalin, Mao, Bakunin, el Che, Fidel Castro, Kropotkin, Flores Magón, la Biblia, el Corán, Milton Freidman, Milei, el progresismo (si es que tiene alguna referencia bibliográfica que no sea la de sus caga tintas), la Teología de la Liberación, Lombardo, Revueltas, Freud, Lacan, Foucault, Deleuze, lo que esté de moda o modo en la izquierdas, o cualquier fuente de izquierdas, derechas, ni de los inexistentes centros.  No sólo, también me consta que no han leído ninguna de las obras fundacionales de los ismos que alimentan sueños y derrotas de la izquierda.  Por mi parte, les doy un consejo no pedido a quienes leyeron estas líneas: cada quien es libre de hacer el ridículo, pero les recomendaría que antes de empezar con sus tonterías tipo “el laboratorio de la Lacandona”, “el experimento zapatista”, y de catalogar esto en uno u otro sentido, lo pensaran un poco.  Porque, hablando de ridículos, ya vienen haciendo uno grande desde hace casi 30 años al “explicar” el zapatismo.  Tal vez ustedes no se acuerden ahora, pero acá lo que sobra, además de dignidad y lodo, es memoria.  Ni modos.




Y hasta aquí nuestro poco ortodoxo resumen de lo que realmente nos parece toda una grandísima nueva aportación zapatista (basada en su propia experiencia revolucionaria de más de 30 años, y en los fallos, errores y aciertos de esa práctica) a la hora de repensar cómo hacerle frente a la tormenta. Ojalá sepamos nutrirnos de todo el aporte vitamínico que ofrecen sus semillas, y con ello aprendamos a elaborar nuestros propios alimentos. Falta nos va a hacer.

 

 

 

 

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