domingo, 20 de abril de 2025

Capitalismo caníbal. (Nancy Fraser)

 


 

Capitalismo caníbal plantea una pregunta existencial apremiante: “¿Estamos en el horno?”. ¿Podemos elucidar cómo desmantelar el sistema social que nos conduce a las fauces de la destrucción? ¿Podemos unirnos para hacer frente al complejo de crisis varias que generó el sistema, no “solo” el calentamiento de la tierra, no “únicamente” la destrucción progresiva de nuestra capacidad colectiva para la acción pública, no “meramente” el ataque generalizado a nuestra capacidad de cuidarnos unos a otros y mantener vínculos sociales, no “simplemente” el vertido desproporcionado de las secuelas sobre los pobres, la clase trabajadora y las poblaciones racializadas, sino la crisis general en la que esos diversos males se entretejen? ¿Podemos concebir un proyecto emancipatorio, contrahegemónico, de transformación ecosocial con suficiente amplitud y visión como para coordinar las luchas de múltiples movimientos sociales, partidos políticos, sindicatos y otros actores colectivos, un proyecto cuyo objetivo radique en enterrar al caníbal de una vez y para siempre? Argumentaré en el presente libro que, en la actual coyuntura, nada que no sea un proyecto de esas características podrá ayudarnos.
Una vez que ampliemos nuestra concepción del capitalismo, también tendremos que ampliar nuestra visión de su reemplazante. Sea que lo denominemos “socialismo” u otra cosa, la alternativa que busquemos no puede tener por finalidad reorganizar tan solo el sistema económico. También debe reorganizar la relación de ese sistema con todas las formas de riqueza que hoy en día canibaliza. Lo que debe reinventarse, por lo tanto, es la relación entre producción y reproducción, entre poder privado y público, entre sociedad humana y naturaleza no humana. Puede parecer una tarea difícil, pero es nuestra única esperanza. Solo si pensamos en grande podremos darnos una oportunidad de vencer a la implacable ofensiva del capitalismo cuyo objetivo final es devorarnos.

 

 Lo que acabáis de leer son los últimos párrafos del Prefacio del libro de Nancy Fraser Capitalismo caníbal (Siglo XXI Editores), que aunque publicado en 2023, ya está disponible en la red (al menos en el momento de redactar estas líneas) tanto en versión pdf, como en versión videolibro. Si lo traemos a este blog, es porque pensamos que el texto de Fraser tiene aspectos muy reseñables. Por un lado, a pesare de tratar cuestiones que, en la mayoría de los casos, se abordan con un lenguaje que dificulta su entendimiento a personas no iniciadas, ella se esfuerza, y consigue (somos un ejemplo de ello) que la entendamos las más profanas. Por ejemplo:

En la sociedad capitalista, el poder económico y el poder político están escindidos; a cada uno se le asigna su propia esfera, y se lo dota de un medio y un modus operandi distintivos que le son propios.[97] El poder de organizar la producción se privatiza y se transfiere al capital, que supuestamente solo aplica las sanciones “naturales”, “no políticas”, del hambre y la necesidad. La tarea de gobernar los órdenes “no económicos”, incluidos aquellos que suministran las condiciones externas para la acumulación, recae sobre el poder público, que solo puede utilizar los medios “políticos” de la ley y la violencia “legítima” del Estado. En el capitalismo, por tanto, lo económico es no político, y lo político es no económico.

Constitutiva del capitalismo en tanto orden social institucionalizado, esta división limita seriamente el alcance de lo político dentro de ese orden. Al transferir vastos aspectos de la vida social al control de “el mercado” (en realidad, de las grandes corporaciones), los deja fuera del alcance de la toma de decisiones democrática, la acción colectiva y el control público. Ese estado de cosas nos priva de la capacidad de decidir en forma colectiva qué y cuánto queremos producir, con qué base energética y con qué tipos de relaciones sociales. Nos priva, asimismo, de la capacidad de determinar cómo queremos utilizar el excedente social que producimos colectivamente, cómo queremos relacionarnos con la naturaleza y con las generaciones futuras, cómo queremos organizar el trabajo de la reproducción social y su relación con el trabajo de la producción. En virtud de su estructura inherente, el capitalismo es entonces fundamentalmente antidemocrático. Incluso en el mejor de los casos, la democracia en una sociedad capitalista es, forzosamente, limitada y débil.

 

 En segundo lugar, porque sus análisis no son nada ortodoxos, y se esfuerza también en aplicar lentes actuales a planteamientos clásicos desbordados por el paso del tiempo. Veamos un ejemplo también al respecto:


Tras la “morada oculta” de Marx

Hasta aquí, presenté una definición bastante ortodoxa del capitalismo, cuya base consiste en cuatro características centrales que parecen ser “económicas”. Seguí a Marx cuando miré detrás de la perspectiva del sentido común, centrada en el intercambio de mercado, para dirigir la mirada a la “morada oculta” de la producción.

Ahora, sin embargo, deseo mirar detrás de esa morada oculta, para ver aquello que está todavía más oculto. Lo que afirmo es que la descripción de la producción capitalista postulada por Marx solo cobra sentido cuando empezamos a completarla con las condiciones de posibilidad que la sustentan. Por lo tanto, la siguiente pregunta será:

¿qué debe existir detrás de esas características fundamentales para que sean posibles? El propio Marx formula una pregunta similar cerca del final del libro I de El capital, en el capítulo acerca de la acumulación originaria o “primitiva”.[5] ¿De dónde provino el capital?, indaga. ¿Cómo nació la propiedad privada de los medios de producción y cómo sucedió que los productores fueron separados de esos medios? En los capítulos anteriores, Marx había puesto al descubierto la lógica económica del capitalismo con abstracción de sus condiciones de posibilidad, que se suponían dadas. Sin embargo, resultó que existía un extenso relato subyacente sobre la proveniencia del capital, un relato bastante violento de despojo y expropiación. Es más, como pusieron de relieve teóricos que van desde Rosa Luxemburgo hasta David Harvey, ese relato subyacente no se sitúa con exclusividad en el pasado, en los “orígenes” del capitalismo.[6] La expropiación es un mecanismo de acumulación aún en marcha, aunque no oficialmente, que persiste junto al mecanismo oficial de explotación, el “relato en primer plano” de Marx, por así decir.

Este movimiento, del relato sobre el primer plano de la explotación al relato sobre el trasfondo de la expropiación, constituye un giro epistémico fundamental que arroja nueva luz sobre todo lo anterior. Es análogo al movimiento que Marx efectúa casi al comienzo del libro I, cuando nos invita a dejar atrás el ámbito del intercambio de mercado y la perspectiva del sentido común burgués con el que se asocia, para centrarnos en la morada oculta de la producción, que ofrece la posibilidad de adoptar una perspectiva más crítica. Como resultado de aquel primer movimiento, descubrimos un sucio secreto: la acumulación se gesta por medio de la explotación. En otras palabras, el capital no se expande mediante el intercambio de equivalentes, como sugiere la perspectiva del mercado, sino del modo opuesto: mediante la no compensación de parte del tiempo de trabajo de los trabajadores. De manera similar, cuando al final del volumen pasamos de la explotación a la expropiación, descubrimos un secreto incluso más sucio: a la coerción sublimada del trabajo asalariado subyacen la violencia descarada y el robo desembozado. En otras palabras: la extensa elaboración que expone la lógica económica del capitalismo, que constituye la mayor parte del libro I, no es la última palabra. Llega, a continuación, un desplazamiento hacia otra perspectiva, la de la desposesión. Ese desplazamiento hacia lo que está detrás de la “morada oculta” es, también, un movimiento hacia la historia y hacia lo que denomino “condiciones de posibilidad de base de la explotación”.

Podría decirse, sin embargo, que Marx no desarrolló en su totalidad las implicaciones de ese giro epistémico de la explotación hacia la morada aún más oculta de la expropiación. Tampoco teorizó acerca de otros giros epistémicos, de igual grado de importancia, implicados en su visión del capitalismo. Esos movimientos hacia moradas incluso más ocultas todavía deben ser conceptualizados, como también deben serlo las implicaciones de la acumulación “primitiva” en su total dimensión. Es imprescindible incorporar todas estas cuestiones, en nuevos libros de El capital si se quiere, para poder desarrollar una comprensión adecuada del capitalismo del siglo XXI.

 

 En tercer lugar, porque también está presente durante todo el texto su parte propositiva para, más allá de la teoría, pasar a la acción sin demora en los tiempos que corren. Una propuesta que, aunque muy debatible en muchos aspectos, muy compatible también en general. Así se refiere a ella en los últimos párrafos del capítulo 6, titulado significativamente Alimento para la reflexión ¿cuál debería ser el significado del socialismo en el siglo XXI?:

El enfoque que bosquejo aquí es parcial y preliminar. Solo abarca un subconjunto de las cuestiones más apremiantes y relevantes, y lo hace de un modo decididamente exploratorio. Sin embargo, espero haber demostrado los méritos de este modo de abordar la pregunta respecto de qué debería significar hoy en día el socialismo. Uno de esos méritos es la perspectiva de superar el economicismo de las concepciones heredadas. Otro es la oportunidad de mostrar la relevancia del socialismo en relación con una amplia gama de preocupaciones actuales, más allá de las que constituyen el foco de los movimientos obreros tradicionales: a saber, la reproducción social, el racismo estructural, el imperialismo, la desdemocratización y el calentamiento global. Y todavía una tercera ventaja es la capacidad de arrojar nueva luz sobre algunos topoi clásicos del pensamiento socialista, entre ellos las fronteras institucionales, el excedente social y el rol de los mercados.

Más allá de todo eso, espero haber demostrado algo mucho más sencillo, pero de todos modos más importante: que bien vale la pena llevar adelante el proyecto socialista en el siglo XXI; que, lejos de ser una mera palabra de moda o una reliquia histórica, “socialismo” debe pasar a ser el nombre de una alternativa genuina al sistema que hoy en día destruye el planeta

 

En definitiva, un más que recomendable texto para la reflexión, el análisis y el debate previos a la necesaria actuación. Realmente accesible para la mayoría.

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario