Desde los inicios de este blog señalábamos que uno de los grandes déficit que encontramos en el movimiento popular de Euskal Herria es la falta de trabajo en una cuestión que nos parece básica: la transmisión generacional. Por eso nos ha parecido muy acertado el amplio espacio que ha dedicado el último número de Ekintza Zuzena a la cuestión, bajo el título de “Militancia de largo recorrido”, que tendría el siguiente objetivo:
Nuestra intención a la hora de presentar los testimonios que siguen a continuación es acercarnos a la experiencia y reflexiones de personas que se mantienen políticamente activas superada la barrera de los 65 años. Algo que resulta una excepción, ante la erosión que acarrean el paso de los años, los cambios vitales, la desilusión, el escepticismo o el cansancio. Aunque la mayoría de quienes hemos entrevistado reniegue del término militancia y prefieran hablar, por ejemplo, de activismo, hemos mantenido la denominación “histórica”, por ser quizás la que más ha colonizado el vocabulario político y porque da pie precisamente para su cuestionamiento.
A partir de ahí, las compas de EZ recogen los testimonios de 5 personas, respondiendo a un cuestionario común de 8 preguntas. Aunque en el texto que reproduce EZ (que recomendamos leer completo) esas personas se identifican con un nombre (en algún caso incluso no real) y comienzan por resumirnos su experiencia militante personal, a nosotras nos ha parecido más interesante eliminar esa referencia personal, diluir la conexión que nuestro inconsciente y sus ideas preconcebidas pueda establecer entre reflexiones y personajes (son fácilmente identificables las personas que toman parte), e intentar centrarnos en lo que nos parece que pueden ser sus principales aportaciones, las compartamos o no. Para ello hemos hecho una selección sin citar nombres, y sin que haya un orden concreto establecido en el turno de contestaciones, es más, lo que aparentemente pueda parecer la contestación de dos personas distintas dentro de un mismo bloque, igual se corresponde a lo dicho por una misma persona.
Aprovechando la ocasión, hemos optado por encabezar todo ello con un vídeo en el que una persona de amplia militancia nos narra la evolución de un proyecto que también tiene ya 45 años, y en cuya exposición podemos encontrar también interesantes aportaciones de transmisión generacional tanto del proyecto como de la experiencia de la persona que lo narra.
Esperamos que ambas cuestiones puedan resultar atractivas no sólo a quienes compartan o hayan compartido compromiso político con estas personas, sino, principalmente, a quienes teniendo una experiencia de compromiso incipiente, puedan sacarle jugo a los errores y aciertos que en ambos casos se recogen.
MILITANACIA DE LARGO RECORRDIO
2. Los vaivenes históricos y políticos suelen conllevar periodos de mayor ilusión y de otros de mayor escepticismo o desánimo ¿cómo se vivencian ambos momentos? Y cuando llegan las vacas flacas ¿cuáles suelen ser los principales motivos de desánimo y de qué manera se afronta el continuar militando?
(…) Respecto a los periodos de mayor ilusión y/o desánimo creo que intervienen diversos factores. Me ilusionan los pequeños oasis sociales; Experiencias comunitarias y reflexiones anticapitalistas, antirracistas y feministas innovadoras que van surgiendo. Me desaniman los enormes poderes a los que nos enfrentamos que, cada vez nos parecen más invencibles, porque también y, sobre todo, cuentan con la inestimable fuerza de un importante respaldo social y de la sumisión y la pasividad de gran parte de una sociedad, cada vez, además, más deshumanizada. ¿Cómo afrontar estas situaciones? Alguien dijo que el capitalismo o te mata con las armas o te mata de tristeza. Me resisto a languidecer de tristeza. ¿Instinto de supervivencia? Personalmente intento continuar socialmente activa junto y con otras personas procurando alimentarme de la lectura, la reflexión y el debate.
Además de contar con el tesoro de un grupo humano cercano y amigo con quien compartir cuanto sea necesario, la adaptación me parece una habilidad clave para hacer frente a las diferentes etapas vitales, y/o situaciones adversas que se presentan.
(…) Es cierto que llegan las vacas flacas y llegan también momentos de muchas crisis, sobre todo porque las personas queridas te apartan, se alejan, te miran como si fueras un bicho raro y más siendo mujer. No entienden que no tengas ganas de tener novio y de casarte, de tener un montón de hijas e hijos. (…) Poder sostener su incomodidad, sus críticas, aunque sea entendible, no deja de ser doloroso. Es el momento en el que degustas la soledad con mayor amargor y te cuestionas si realmente ese activismo te merece la pena Es cierto que al encontrarte con situaciones así buscas también argumentos para defenderte y para normalizar algo que no es normal, el que una persona se dedique a querer transformar el mundo en vez de buscar un empleo fijo, que no quiera ser funcionaria. Esto es algo que desafía al sistema y las creencias sociales. Buscas entonces referentes, viajas, traduces textos y te vas enriqueciendo ideológica y políticamente y también te vas radicalizando y adquiriendo experiencia y confianza.
(…) ¿Cómo se afronta el desánimo? Pues, con esperanza. Parafraseando a Angela Davis que a su vez cita a Mariame Kaba, la esperanza no es una emoción causada por lo que se puede lograr en este mundo, sino una disciplina; los movimientos debemos actuar explícitamente en crear esperanza. En medio de la oscuridad siempre aparece una pequeña luz a la que agarrarse. Y siempre está el consuelo de actuar en compañía.
(…) En la historia reciente de este país y simplificando mucho, podemos hablar de dos fases muy diferentes: en primer lugar, el tardofranquismo y la consolidación del “régimen del 78” que lleva aparejada una contestación muy fuerte en EH dentro de un ciclo de contestación armada, con planteamiento rupturistas que llegan a amplias capas de la población; y, en segundo lugar, el momento actual, donde una vez finiquitado el ciclo armado, dicha expresión política prioriza la lucha institucional abandonando la política de confrontación. El hecho de que a nivel global el sistema capitalista sea dueño y señor de todo y la ola reaccionaria internacional lo barra todo no ayuda para nada a seguir manteniendo un tejido de oposición anti sistema. Evidentemente estamos en una época de vacas flacas. El abandono del ciclo armado no ha traído como consecuencia una activación de la desobediencia por otros medios, sino una desactivación generalizada de la lucha en la calle. Quienes no nos movemos en el ámbito institucional porque somos conscientes de las limitaciones de jugar con unas cartas marcadas por el sistema para siempre salirse con la suya estamos más desamparadas, mantenidas por una especie de inercia porque creemos en nuestra lucha, pero evidentemente se hace más duro seguir. Y más, viendo cómo antiguas compañeras de barricada están en la actualidad en muchas ocasiones en el otro lado de la barricada, defendiendo lo indefendible hace escasos años, en su actual papel de gestores del sistema.
(…) Otra característica muy preocupante en la sociedad actual es la violencia creciente en todas las esferas y para la que nos van disciplinando en los medios de comunicación, en las redes sociales, en películas y series, en los discursos políticos, etc. Es la pedagogía de la crueldad que define Rita Segato, que va elevando nuestro umbral de sensibilidad, de empatía con el sufrimiento del otro, hasta volvernos insensibles con la construcción de países-fortaleza y la muerte de miles de personas en los tránsitos y en las fronteras.
3. Una militancia de largo recorrido está muy condicionada por las cambiantes circunstancias personales ¿Cómo se va adaptando uno a las mismas?
(…) a los 30 años en que abandono el trabajo cuando comienza mi vida militante a cobrar toda su intensidad, dedicándome mucho más tiempo que a la actividad laboral, que en mi caso se convierte en una cuestión de supervivencia. De hecho, llegó un momento en que mi actividad militante ha hecho imposible el que pudiera trabajar de forma “normal” bajo riesgo de que me embargaran parte de la nómina obligándome en cierta manera a tener que trabajar “en negro” y a tener que adquirir el estatus de la “insolvencia permanente”. Este hecho que a priori es un inconveniente importante para desarrollar una vida “normal” es un factor que en cierta manera me ha obligado a constituir la militancia como el eje central de mi vida. En mi caso, se puede decir que la militancia ha retroalimentado la propia militancia.
(…) Además de contar con el tesoro de un grupo humano cercano y amigo con quien compartir cuanto sea necesario, la adaptación me parece una habilidad clave para hacer frente a las diferentes etapas vitales, y/o situaciones adversas que se presentan. Inicialmente compatibilizar la maternidad con la actividad social no fue sencillo ( p.e. en mi época no existían guarderías públicas). La vida en tribu (dos parejas y cuatro criaturas) nos permitió conciliar las vidas familiares y la actividad laboral y social. Es de las experiencias más ricas y de sentido común que he tenido la suerte de disfrutar.
(…) El hecho también de que de forma consciente no haya formado una familia o de que no haya tenido personas bajo mi responsabilidad también me ha permitido invertir mucho más tiempo en cuestiones militantes.
(…) Los tiempos de clandestinidad o exilio también merman la implicación militante por cuestiones obvias, pero en mi caso he podido seguir manteniendo un nivel importante de actividad.
(…) En los años ochenta una cosa es clara: ¡éramos más jóvenes! Teníamos una capacidad de acción y una libertad entre comillas que con el tiempo ha ido cambiando. El independizarse de los padres, el trabajo, la familia, las hijas… determinan claramente el trabajo activista. En mi caso he seguido manteniendo el contacto y colaborando, a otro nivel, con los grupos en los que he participado
4. ¿Cómo se vive la militancia en las distintas etapas vitales (juventud, madurez, vejez…)?
(…) Sí que es verdad que cuando pasas la barrera de los 65, como en mi caso, se hace más evidente que nunca que careces de la energía y las facultades de años anteriores. Sin embargo, el ver que el mundo es cada vez más diatópico e injusto te hace olvidar esos momentos de flaqueza que en determinados momentos puedas tener
(…) A mi alrededor veo mucha gente de mi edad que tiene un compromiso enorme, con unas agendas de reuniones, actividades y manifestaciones muy intensa. Veo gente joven, igual no la mayoría (pero nosotras tampoco éramos mayoría salvo en una corta ventana de tiempo en le tardofranquismo y la transición), gente joven muy implicada y que practica una militancia muy similar a la de hace 50 años, igual con otras herramientas de trabajo (RRSS y demás)
Luego observo una franja de gente “maja”, pero que tiene muy claros sus derechos individuales, cuestiones que a nosotras nos sonrojaba y nos sigue sonrojando. Pero te puedes encontrar con personas que alegando “el autocuidado” aprendido de los feminismos, te deje en la estacada con trabajos militantes que tendrá que hacerlos alguien que le importe menos “autocuidarse”.
(…) En la madurez relativizas esa “bella locura” de la juventud, reflexionas sobre las historias en las que te metes y empiezas a desarrollar un activismo crítico. La vejez no existe. Caer, caeremos, como la fruta madura.
(…) Cuando eres mayor y has pasado por distintos procesos y penurias te das cuenta de que el amor es una energía muy poderosa y fácil de gestionar, que te da mucho margen de maniobra y que rompe muchos bloqueos. Es algo que hay que tratar de incorporar al activismo en los público y en lo politico.
(…) En mi caso las certezas para comprometerme y querer cambiar el mundo han ido y van cambiando a medida que la experiencia, la memoria histórica personal y colectiva, los cambios políticos sociales y la edad van dibujando realidades cambiantes. ¿Cómo se manifiestan? De joven soñaba con cambiar el mundo ¡ya! posiblemente influida por la fuerza e inexperiencia juvenil y una idea reduccionista de interpretar la realidad. En la madurez y en la vejez, a medida que la sociedad se va complejizando junto a las experiencias vitales acumuladas, mantenerse en la actividad social y en la búsqueda de nuevas formas de intervención social, sin descuidar la reflexión y el debate, me parecen instrumentos necesarios e imprescindibles para la adaptación. Sin olvidar las limitaciones físicas que acompañan a la vejez y a las que también hay que adaptarse.
(…) De los cincuenta a los setenta y dos yo he disfrutado mucho. Vives con otra serenidad interior y con la certeza de que, aunque te equivoques todos los días, ese es el camino, que realmente lo estamos haciendo bien. Te das cuenta de que puedes conversar sobre temas complejos con las personas en los espacios públicos y políticos, que puedes tener un discurso muy bien engarzado con el día a día, que no te vas por las ramas y puedes traer ejemplos enraizados en el territorio. Necesitamos transitar por esos procesos de cambio. Con esto me refiero a que a veces participas en espacios bastante hostiles donde igual el grueso de las personas que asisten son cazadores o ganaderos y tú eres casi la única mujer que está ahí. Tienes una función pública y quieres promover, por ejemplo, procesos de cambio que tienen que ver con temas de género. Aunque te miran como si no supieran a qué te refieres, cuando empiezas a hablar y lo haces sobre cosas que afectan también a esas personas en sus diferentes espacios de implicación y de influencia social, entonces comienzan a verte de otra manera. Aunque no comulguen con tu forma de vida sí que te entienden, aunque les cueste admitirlo, porque sería como darte la razón, pero a mi me basta con saber con lo han entendido.
5. ¿Cómo ha evolucionado la forma de militar y hasta qué punto hay una crisis de un determinado modelo?
(…) No estamos siendo capaces de abordar los problemas que tiene planteados la humanidad. Seguimos nombrando básicamente lo que no nos gusta o denunciando lo que hacen los gobiernos, pero no nos planteamos aquello que sí estaríamos dispuestas a construir. Seguimos viviendo de una manera muy burguesa en nuestras ciudades occidentales, abusando de dos tercios del planeta. El sistema está muy cómodo con nuestra manera de revelarnos porque no modificamos ningún patrón de comportamiento que esté inserto en lo que sería el inconsciente colectivo de la humanidad.
(…) Respecto a cómo han evolucionado las formas de comprometerse, quizá hayan influido la institucionalización de los partidos políticos, la aceptación casi incondicional y acrítica de la llamada democracia y la pérdida de fuerza del movimiento ciudadano por la delegación en los partidos políticos que, considero, conducen a la pasividad y al individualismo. Todos estos factores pueden derivar en crisis que necesariamente, no tienen por qué ser negativas porque de ellas pueden surgir nuevos proyectos sociales.
(…) Tengo la sensación de que nuestro modelo militante de “vieja escuela”, basado en el compromiso 100% y en el “sufrimiento”, muy masculino y mitificado, que antepone la militancia a cualquier otra faceta de la vida, está en crisis. Ahora creo que en general nos implicamos con menor nivel de compromiso, quizás más puntualmente y con militancias con fechas de caducidad tempranas. Y no me atrevo a decir que el actual modelo sea mejor ni peor, sino diferente.
(…) En cuanto a la participación de la juventud en las diferentes militancias, veo muchas movilizaciones en los que la mayoría de los asistentes peinas canas o calvas. Sin embargo, hay que decir que hay luchas como las redes de autodefensa, sindicatos de vivienda, grupos feministas, el movimiento socialista… en los que veo a gente joven con un nivel de compromiso muy alto y dándolo todo. Por eso digo que no lo tengo claro. Posiblemente hay campos de lucha o colectivos que son más atractivos para la juventud y ahí se implican a tope.
(…) Hemos llegado a un momento en el que el sistema capitalista nos ofrece una forma de ordenar la rebeldía y nos hemos adaptado a ello. Nos resulta cómodo hacer nuestra vida y quizás, según los ritmos de cada uno, dedicamos algo de tiempo a darle s los botones del móvil y a firmar campañas. Pero ya casi no salimos a la calle, no hay debates interesantes y, sobre todo, entre nosotras y nosotros no nos cuestionamos los patrones de comportamiento que siguen alimentando la dominación y la sumisión o cualquier otro eje de opresión.
6. Una larga militancia da margen a experiencias de convivencia intergeneracional ¿Cuál es tu valoración de las mismas?
(…) Cuando en los grupos hay personas que llevan muchos años y otras nuevas que entran, suelen surgir dificultades y cuesta encontrar el equilibrio. Por un lado, cuesta que las personas que llevan mucho tiempo suelten los liderazgos y dejen a las personas que llegan también emprender procesos de indagación y de creatividad y modificar incluso acuerdos internos que podrían desafiar la identidad del propio grupo. Este es un proceso necesario y se tiene que poder dar y las personas que llevamos mucho tiempo tenemos que dar un paso atrás. (…) Por parte de las personas más jóvenes se da a menudo el error de pensar que su responsabilidad es hacernos cambiar a las personas mayores, a los dinosaurios de las organizaciones. Hay que visibilizar que el problema de fondo es un sistema y el capitalismo feroz en el que vivimos y que el compromiso debe darse con la causa que tenga ese colectivo y que no deben preocuparse tanto en dar lecciones como en promover iniciativas que quizás tengan un éxito que nosotros no logramos.
(…) En nuestro grupo ecologista local estamos personas de mi generación, hay gente de una generación intermedia que son como 20 años más jóvenes que nosotros y está empezando a entrar gente joven que tiene entre 25 y 35 años. El relevo generacional es muy lento, casi de cuentagotas.
(…) En los últimos tiempos está surgiendo, con una fuerza relativa, un movimiento joven radical que bebe en las fuentes del comunismo. Desde mi edad y madurez no deja de sorprenderme. Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en la presentación en nuestra comarca de este movimiento. Habían invitado al acto a todos los grupos locales (somos el único grupo social que acudió a ella). Ante mis ojos y oídos, asistimos a un acto de carácter cuasi religioso. Tras una larga liturgia del ideario comunista a la que los/las fieles no tenían más opción que decir AMÉN, cada cual se fue para casa o a tomarse unas cervezas. Yo salí muy preocupado de ese acto. No entendía cómo gente joven aceptaba una estructura piramidal. Estaba claro que hay unas personas que sumen la dirección de este grupo, que elaboran los documentos y los discursos. Y hay un gran grupo que se deja llevar. Me dio mucho que pensar sobre todo porque yo y parte de mi generación nos emborrachamos con las ideas libertarias e inocentemente pensamos que eran las que dominarán el mundo de mañana
(…) Pienso que es lo ideal porque la transmisión de conocimientos es bidireccional y se da una simbiosis grupal. De todas formas, creo que hoy en día es bastante difícil encontrar esa convivencia intergeneracional en los colectivos. En la mayoría de los casos o son muy adultos o muy jóvenes, pero en rara ocasión se de esa convivencia de edades diferentes, sobre todo en las ciudades, donde la estratificación de edades es más habitual que en las zonas rurales.
(…) En general los grupos no son tan intergeneracionales como quisiéramos. En los grupos en los que trabajo siempre estamos preguntándonos que hacer para atraer a la gente joven y no damos con la clave. Cuando se unen jóvenes (porque hay algunos) es una gozada. Solo que estén te da esperanza y siempre el intercambio es enriquecedor.
En general, tanto entre jóvenes como entre mayores, creo que domina el activismo y no atrae nada aquel estilo que teníamos antes de debates interminables y que en algunos grupos aún se dan.
(…) Ayer mismo éramos jóvenes y, hoy en día, somos los abuelos que cuentan batallitas a los/las que se acercan a nosotros/as. Hay que hacer un pequeño esfuerzo y situarnos en la realidad que vivimos y trabajar en ella al mismo nivel con la gente joven que se acerca. Nuestra experiencia es un punto que sumado a la energía que aporta la juventud (y su dominio de la tecnología) puede ayudar mucho en el desarrollo de nuestras luchas. En esta labor estamos. Hay que mirar al pasado, pero lo justo. Tenemos que vivir el presente y mirar hacia el futuro.
7. Nos interesa saber por qué crees tú que la gente deja de militar, pero sobre todo por qué gente como tú sigue militando.
(…) La gente que alguna vez militó y lo dejó, a mi juicio ha sido por dos causas: está la gente que obtuvo algún beneficio de esa militancia y ocupa cargos y está la gente que se decepcionó. (…) Pero la pregunta sería más ¿por qué la gente no milita? Porque la mayoría de la persona ni milita ni sabe lo que es eso, ni militará. Y ese es el verdadero reto: convencer a la sociedad que es posible organizarse de una manera más solidaria y satisfactoria para el conjunto de las personas.
(…) Y por último, creo que muchas personas de mi edad, como yo, se implican en pelear por el cambio. Porque tenemos la conciencia que nos da nuestra edad, de que hemos sido unos auténticos privilegiados y que al final de nuestra vida “útil” merece la pena que hagamos un esfuerzo para que lo que nosotras y nosotros hemos disfrutado sea universal.
(…) La inmensa mayoría de la clase trabajadora llega al final de la jornada laboral tan reventada a casa que lo único que quiere hacer es tirarse en el sofá mientras devora basura digital. Por otro lado, el conformar una familia supone en la mayoría de los casos rupturas militantes absolutas ya que es prácticamente inviable conciliar horarios laborales, familiares y militantes, porque el actual sistema lo hace imposible. Y qué decir tiene, si tienes a personas a las que cuidar de manera intensiva…
La gente que seguimos militando durante muchos años es porque, en primer lugar, nos lo podemos permitir, es decir, porque las menores cargas laborales, familiares o de cuidados que tenemos de alguna manera nos lo permiten. Y en segundo lugar, porque en un momento que el capital está creando una realidad absolutamente injusta y distópica hay gente que todavía nos resistimos a aceptar ese angustioso destino que se nos quiere imponer.
(…) Yo creo que, de alguna manera, en las militancias de largo recorrido predomina el optimismo de la voluntad sobre el pesimismo del intelecto y esto nos da fuerza para mantenernos en pie, aunque haya momentos de gran desánimo.
(…) Desde el sistema se nos quiere imponer la idea de que luchar no sirve de nada y sin embargo eso es totalmente falso. Hace 10 años, en 2015, en Navarra hicimos un trabajo de balance de las luchas en contra de grandes infraestructuras y en defensa de la tierra que se habían dado en ese territorio desde la muerte de Franco en 1975 y pudimos comprobar que, si bien un tercio se habían perdido, otro tercio se habían ganado y en otro tercio la pelea todavía continuaba (muchas de ellas se han ganado en estos últimos años). Y aun en el caso de las batallas perdidas, siempre hay un aprendizaje y una semillas de lucha que quedan para las próximas generaciones. Esto nos demuestra que pelear es imprescindible para cambiar el estado de las cosas.
(…) La frustración, el cansancio, la impotencia, el desencanto, la falta de utopías, los problemas de salud, la comodidad, etc. pueden favorecer la inactividad social. En mi caso y por muchas más razones que cuando era joven, sigue sin gustarme esta sociedad profundamente desigual, patriarcal, militarista, racista, colonial, ecocida, y más.
(…) Dejas el activismo porque no quieres llegar al fondo de tu proceso de transformación, nosotras arriesgamos hasta el final, queriendo ser libres incluso de nosotras mismas.
8. ¿Qué balance, recuerdo político o reflexión final te gustaría dejar acerca de tu experiencia militante?
(…) Creo que se ciernen sobre la humanidad en su conjunto tiempos difíciles. Incluso quizás los más difíciles de las últimas décadas. Y lo que es más grave, es que parece que hay bastante unanimidad en este diagnóstico.
Es el momento de tejer alianzas, crear comunidad de lucha y afrontar lo que nos viene encima. Si estamos organizadas y unidas lo podremos afrontar con mayor éxito. Es hora pues de ponerse manos a la obra. ¡No hay tiempo que perder! O superamos el capitalismo o el capitalismo nos superará definitivamente.
(…) Hoy en día veo dos movimientos llamados a cambiar la realidad en que vivimos y que pueden cumplir esa labor de aglutinar el activismo social. Son el movimiento feminista y el movimiento ecologista (la lucha contra el cambio climático). En el mientras tanto y de forma urgente habrá que seguir peleando contra el militarismo, las guerras, la pobreza, a favor del respeto de los derechos humanos…
(…) Por explicarlo en pocas palabras, diría que deberíamos cuestionarnos a fondo a dónde nos ha llevado el patriarcado. En los pocos milenios de su existencia, este sistema jerárquico, violento, belicista y depredador está acabando con la esencia colaborativa de la vida, haciendo de que la idea del triunfo del más fuerte y la competencia feroz nos atraviese hasta traernos al esperpento que es hoy la política y las relaciones entre las personas y los pueblos. A esta filosofía de la guerra, la violencia y el poder del más fuerte hay que hacerle frente desde los feminismos, desde el antimilitarismo, desde el ecologismo, desde el antirracismo, desde el anticapacitismo, desde el anticolonialismo, desde la defensa de la sanidad pública, desde el antipunitivismo, … Para todas las personas hay un txoko desde donde actuar contra la barbarie y todas las peleas confluyen.
(….) También creo muy importante el desarrollo del espíritu crítico. Es un tema importante. Hablar, pensar, reflexionar, discutir, poner en duda nuestros planteamientos, pero con el ánimo de construir una labor colectiva. El espíritu crítico, la reflexión y la discusión son los motores de un movimiento que trata de vivir en la sociedad que sueña.
(…) Como activista, quizás recordar lo que ya he nombrado, que es una opción de vida y las personas que seguimos en el activismo es porque está totalmente adherido a nuestra experiencia de vida cotidiana. (…) Encarnamos o intentamos encarnar estas verdades en las que creemos, que se fundamentan en la transformación de la sociedad para satisfacer los anhelos que la humanidad tiene planteados. Ciertamente hay momento en lo que uno se pregunta qué sentido tiene esto, cuando de 8.000 millones de personas hay 7.500 millones que están decididas a vivir en la oscuridad, en la ignorancia, en la mentira, aferradas al egocentrismo, y al abuso. Y creo que tiene sentido que un pequeño puñado de personas nos aferremos a seguir construyendo pequeños espacios vitales donde el amor tiene un sitio, donde el diálogo resuelve los problemas, donde la diversidad es bienvenida, donde me siento capaz de abrazarte, aunque acabemos de discutir y la diferencia ideológica no me impide que podamos seguir juntas labrando la huerta, manifestándonos, cuidando los animales, apoyando a nuestras criaturas, liderando procesos o cocinando…
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