Cuando iniciamos
este blog, hace aproximadamente dos años, los vientos revolucionarios
arreciaban por doquier refrescando el viciado ambiente político de Euskal
Herria, a veces incluso hasta tomar la forma de huracán que no dudaba en
arrasar lo que encontraba a su paso. Dos años más tarde, y a no ser que en
próximas fechas los hechos nos desmientan (ojalá sea así, porque esos aires se
necesitan para expandir semillas revolucionarias), hemos pasado de esos vientos
huracanados a una calma chicha bastante más preocupante.
Desde hace unos
meses algunos de esos colectivos o han desaparecido, o parecen haber entrado en
fase de hibernación. Es el caso de Kimua, que recientemente ha anunciado su
disolución (ahora abordaremos la cuestión). En el caso de Herribiltza, en los
últimos tiempos parece haberse centrado en la defensa y el impulso del euskara,
en hacer frente a la represión en forma de juicios y multas… y en una crítica (desde
nuestro punto de vista, muy poco constructiva y bastante destructiva, se tenga
la opinión que se tenga sobre el asunto) contra la dinámica Bizi!, también de
Iparralde.
Igualmente parece
que han tenido que centrar buena parte de sus energías en hacer frente a la
represión los colectivos de Jardun koordinadora. Por eso probablemente no hemos
conocido casi iniciativas ni de la koordinadora ni de los colectivos que de
ella forman parte, más allá de los aniversarios y fechas clave del calendario
revolucionario y festivo vasco. Incluso su boletín Zuzia, donde incorporaba sus
reflexiones y propuestas, publicó su último número hace más de un año. Pero es
que incluso la dinámica estudiantil que con la denominación Astindu se lanzó en
2023 integrándose en Jardun, no tiene ni pestaña propia en la web de Jardun,
como si tienen el resto de los colectivos que la componen.
Por lo que
respecta a Herritar Batasuna, la situación parece ser la contraria: genera
muchos textos, análisis y denuncias, pero, a la vista de las imágenes de sus apariciones
públicas, parece carecer de capacidad de extensión de su propuesta, de forma
muy especial en el sector de la juventud (probablemente lo mismo que nos
sucedería a Iraultzak Lagunduz si algún día se nos ocurriera lanzar una
propuesta revolucionaria)
Finalmente, el
sector organizado en torno al denominado Mugimendu Sozialista también parece
haber entrado en una fase distinta, donde tanto sus movilizaciones como sus
textos de reflexión y planteamientos son mucho menos habituales. Sus medios de
comunicación también parecen seguir la misma senda (mucha menor presencia de opinión
y propuestas tanto en Gedar escrita como en su canal de TB), así como algunas
de las personas más referentes públicamente, que también han reducido mucho su
presencia en redes sociales. No es descartable que estén concentrando sus fuerzas
tanto en la extensión del MS por el resto del Estado español, como en el
intento de fortalecimiento en base a los Kontseilu, pues ambas cuestiones
parecen estarles costando más de lo que pensaban (crear la organización en
algunas zonas les está resultando complicado, así como atraer a la propuesta general
a sectores no juveniles).
Es cierto que en
el horizonte próximo se anuncian actos o hechos como la Elkastasun Jaialdia de
Aske (Jardun) en Errekaleor (5 de octubre) o la Gazte Topagunea del MS en
Altsasu (31-10 al 3-11). O que se apoya y participa en dinámicas que están en
marcha (denunciando el genocidio en Gaza, los desahucios, las agresiones
sexistas, las barbaridades contra la naturaleza…). Pero algo ha cambiado.
Por supuesto, no
es que pensemos que las propuestas revolucionarias tengan que mantener de
continuo un ritmo como el de hace un tiempo. Que es normal también que entre
tanta propuesta se vaya dando una especie de proceso de selección natural. Pero,
al margen de todo ello, nos parece que se está dando un cierto impasse, aunque
no tenemos claro el a qué responde. Si es para analizar, reflexionar, rehacer
tácticas y estrategias y/o, hacer autocrítica, bienvenido sea, repercutirá en
la buena salud general. Pero seguimos pensando que el momento actual precisa de
propuestas transformadoras y/o revolucionarias que pongan en cuestión el actual
modelo social, económico y político, hasta conseguir quebrarlo.
Precisamente por
esa necesidad de propuestas transformadoras y revolucionarias nos da especial
rabia la desaparición de Kimua, quizá, entre las aparecidas por Euskal Herria,
la que nos parecía más sugerente y atractiva. Pero la gente de Kimua no ha
querido cerrar el txiringuito de un portazo, ni escabullirse de forma
silenciosa, fiel a su idiosincrasia, se va intentando hacer un esfuerzo (que en
el contexto de decidir tu autodisolución no es nada fácil) paraque el análisis
y autocrítica que realizan de su trayectoria puedan servir al resto. Esa
valiosa herramienta que nos dejan es el texto con el que cerramos esta entrada,
deseando, al mismo tiempo, que entre el huracán y la calma chicha las
propuestas revolucionarias y/o transformadoras sepan encontrar un viento a
favor de la intensidad necesaria como para seguir avanzando. En lo que podamos,
seguiremos iraultzak lagunduz.
Kimua. Un lugar en
el horizonte
20 de septiembre,
2024
https://www.kimua.eus/es/articulos/kimua-un-lugar-en-el-horizonte
Este otoño se
cumplen tres años desde que Kimua comenzó su andadura. Durante este tiempo
hemos llevado a cabo numerosos análisis, publicaciones, presentaciones,
formaciones y jornadas de debate político. En todo este tiempo, Kimua ha
logrado despertar el interés en mucha gente y para algunas ha llegado a
convertirse en un referente ideológico. También hay quien se ha mostrado
recelosa o incluso opuesta a nuestra propuesta. Nuestro objetivo fundamental ha
consistido en realizar una serie de aportaciones al momento histórico que vive
Euskal Herria: profundizar en el análisis ideológico y la lectura crítica de la
dominación, ensayar diversos métodos y modelos organizativos e impulsar la
propuesta política de las Estructuras Populares en diversas expresiones de
organización popular.
Este verano de
2024, habiendo cumplido algunos de nuestros objetivos, y dejando otros muchos
sin concluir, creemos que es el momento de dar por terminado el recorrido de
Kimua. Siendo sinceras con nosotras mismas, hemos de reconocer que hemos
llegado a este punto antes de lo que nos hubiera gustado. Y es que aunque nunca
quisimos llegar a ser una organización de masas, sí que nos hubiera gustado
alcanzar un nivel de éxito y de desarrollo mayores del que finalmente hemos
obtenido. Por ello, antes de nada, consideramos necesario realizar una
autocrítica a nuestra trayectoria. Que sirva de aprendizaje a las experiencias
organizativas que vengan en adelante, así como a las que hoy en día siguen
vigentes.
-
Liderazgos y relaciones de poder a nivel interno. En toda organización
existen siempre diferentes posiciones de poder. En la medida en que cada
persona cuenta con niveles de conocimiento y capacidades diversos, la idea de
una horizontalidad total es ciertamente ilusoria. En ese sentido, aunque
siempre lo hemos problematizado, nosotras nunca hemos rechazado la existencia
del liderazgo en sí mismo. Por ello, entendemos que la existencia de figuras de
liderazgo en los procesos organizativos es inevitable y en muchos sentidos
positivo. No obstante, si no se gestionan de forma adecuada, están condenados a
convertirse en una fuente permanente de problemas, sobre todo cuando se nutren
de la masculinidad y el carácter patriarcal de los hombres. A lo largo de la
historia muchas organizaciones se han visto abocadas al fracaso por esta
cuestión; y la nuestra no ha sido una excepción. Durante estos años, no hemos
logrado ese equilibrio interno que nos permitiera combinar de forma armoniosa
las asimetrías existentes entre nosotras.
-
Ética revolucionaria. Relacionado con el punto anterior, desde un inicio
hemos prestado atención a la cuestión de la ética revolucionaria. Siempre hemos
defendido que no podemos entender la dominación exclusivamente como un factor
externo (el estado, la burguesía, el patriarcado...). Además de eso, cada una
de nosotras, en tanto que hemos sido socializadas en este sistema, llevamos el
reflejo del mismo en nuestro interior. A ese reflejo lo hemos denominado
mentalidad de la dominación y a día de hoy está presente en cada una de
nosotras, con distintas formas y niveles de intensidad, a través de los ejes
liberal-burgués, colonial y patriarcal. Pues bien, la cuestión de la
transformación social nunca podrá ser resuelta únicamente en el plano de la
macropolítica, con la superación del Estado, mediante la colectivización de los
medios de producción... La comprensión de la violencia social y las opresiones
que de ella se derivan quedará siempre incompleta si no incluimos en nuestra
ecuación ese plano de la mentalidad (o de la subjetividad, la personalidad, la
emocionalidad, la psique... cada cual como mejor considere denominarla). Pero
¿cómo lograr articular el análisis y la transformación de una misma dentro de
un proceso de carácter colectivo y formalmente organizado? Tratando de dar una
respuesta a esa pregunta en nuestra experiencia hemos abordado recurrentemente
la cuestión de la ética revolucionaria y el trabajo de la personalidad,
ensayando para ello diversos métodos, técnicas y herramientas organizativas. Y
aunque hayamos obtenido numerosas lecciones, hemos de reconocer que en lo
fundamental no hemos logrado dar una respuesta satisfactoria. Hacia afuera, con
esta cuestión de la ética revolucionaria hemos transmitido una imagen y actitud
moralistas, con la superioridad moral del “cuadro” político. También en muchas
ocasiones se ha entendido la lectura que hacíamos de la militancia en clave de
mero sacrificio y penitencia. Nunca ha sido nuestro objetivo transmitir todo
eso de esa manera, pero si así hemos sido leídas por muchas, es indudable que
en esa lectura contiene una parte de la verdad. Del mismo modo, al investigar
diversas técnicas de análisis y trabajo de la subjetividad, hay quien nos ha
señalado por estar haciendo el hippie. En ese sentido, si bien creemos que
tenemos que estar abiertas a la crítica externa, no hay que confundir la
crítica con la etiqueta estigmatizadora. En cualquier caso, en tanto que las
miradas producen relaciones sociales (y delimitan el potencial de las sinergias
políticas), no podemos negar que la combinación de nuestras actitudes con los
prejuicios de diversa índole que han existido en nuestro contexto político han
condicionado nuestro recorrido.
Por otro lado,
hacia adentro, este intento por prestar especial atención a la ética y el
trabajo de la personalidad ha complicado notablemente el proceso organizativo,
llegando a desarrollar niveles de exigencia y complejidad organizativa que
carecían de sentido dadas las dimensiones de Kimua. Ha sido una apuesta tan
osada como problemática: que en el plano teórica quizá tuviera sentido, pero
que a la hora llevarla a la práctica ha contado con graves deficiencias.
-
La lectura del momento táctico y la función de Kimua. Desde nuestro
nacimiento hemos desarrollado un marco de interpretación y una propuesta
estratégica que seguimos considerando válidas y en la cual nos volvemos a
reafirmar. Consideramos que contiene numerosas claves para el trabajo político
que continuaremos realizando en adelante. Sin embargo, es posible que no
hayamos interpretado adecuadamente el momento que vive Euskal Herria y sobre
todo, la función que debía cumplir Kimua en el mismo. En primer lugar, está el
hecho de haber llegado “tarde” al nuevo ciclo, en un momento en el que el
escenario político comenzaba a estar ya saturado de diversas propuestas
organizativas e ideológicas. Puede que realmente no hubiera espacio para más.
Por otro lado, siempre nos hemos presentado como “línea ideológica” y no como
“organización”, para lo cual teníamos una justificación ideológica clara: en
nuestra opinión, la agencia del proceso revolucionario ha de resolverse a nivel
popular y nuestras aportaciones han ido siempre encaminadas a dotar a las
estructuras de carácter popular de esas capacidades organizativas estratégicas.
Es cierto que en el avance hacia la construcción de un nuevo proceso
revolucionario hemos considerado que la función de Kimua debía de ser también
la de comenzar a dar forma a un nuevo paradigma ideológico. Y eso no iba a
suceder de forma espontánea; requiere de un impulso organizado y consciente. A
eso no hemos dedicado estos últimos años: investigar diversos temas, ofrecer
una perspectiva estratégica diferente, profundizar en la formación, ensayar
métodos y técnicas organizativas... Pero nunca nos hemos atribuido el carácter
de “organización estratégica” o “partido”. Al contrario, uno de nuestros
objetivos principales ha consistido en superar la separación entre masa y
partido que presuponen numerosas tradiciones organizativas. Impulsar el proceso
de organización popular sí, pero no para encuadrarlo dentro de Kimua, sino al
contrario, para que las funciones que cumple en la actualidad Kimua puedan
desarrollarse al interior de esas estructuras populares. La cuestión es que en
última instancia Kimua ha funcionado como un agente externo a esos espacios
populares: para mucha gente Kimua ha sido una “organización estratégica” y así
ha sido leída. Aunque nosotras no hayamos actuado como tal. Esto ha generado
confusión y falta de claridad, y muchas no han sabido muy bien cuál era
realmente la función de Kimua, dificultando su participación en nuestras
estructuras. Además de todo ello, nosotras mismas (las militantes de Kimua),
así como muchas de las compañeras que han mostrado interés en Kimua, hemos
seguido trabajando intensamente en esos espacios populares. En nuestra
perspectiva estratégica siempre ha sido una prioridad reforzar esos espacios, y
en última instancia, eso ha terminado por debilitar la propia Kimua. De forma
resumida, no hemos sabido trasladar cuál era la función histórica de Kimua en
el actual contexto político de Euskal Herria: no hemos conseguido convencer a
la gente de la necesidad de dicha función, ni suscitar un entusiasmo militante al
respecto.
-
Los límites de nuestras fuerzas y la importancia de los cuidados. Por
último, no podemos pasar por alto que no hemos sabido medir nuestras fuerzas y
que el ritmo de militancia que nos hemos impuesto no ha sido sostenible. Es
indudable que durante los últimos 20 años, al menos en Euskal Herria, se ha
generalizado una tendencia a entender la militancia de forma cada vez más
difusa, con un nivel de compromiso e intensidad decrecientes. El fin del ciclo
político anterior explica parte de esa tendencia, pero también la
generalización de la perspectiva liberal en la sociedad. Autocomplacencia,
priorizar los intereses individuales, entender la militancia como algo que
hacemos en nuestro “tiempo libre”... Ante eso, desde un principio hemos
subrayado que una militancia sin compromiso ni disciplina difícilmente puede
lograr transformaciones sociales. Ciertamente, nuestra apuesta ha sido la de la
militancia como “decisión vital”, en donde nuestra vida no aparezca escindida:
el tiempo que militamos por un lado, el que dedicamos al trabajo asalariado por
el otro; el “tiempo libre” que tenemos para nosotras por otro lado. Nuestro
horizonte estratégico ha tenido como pilar fundamental una apuesta de vida
colectivista, en el que se entiende el proceso de vida-lucha como un todo
integral. Nos seguimos reafirmando en ello y creemos que sigue teniendo
sentido, pero en las condiciones actuales es muy difícil llevar a la práctica
ese tipo de apuesta vital. Seguramente nuestro error haya sido tratar de
avanzar demasiado rápido en esa dirección. De hecho, la comprensión de la
militancia como apuesta vital implica la renuncia a diversas cuestiones que a
día de hoy son centrales en nuestras vidas: el ocio capitalista, el trabajo
asalariado, las relaciones personales más allá de la militancia... Sin embargo,
sin unas estructuras organizativas bien desarrollas y sin una base social
amplia, ¿quién cuenta a día de hoy con las condiciones materiales y
subjetivo-emocionales para llevar a cabo tal apuesta? Nosotras no, y partiendo
de donde partíamos, una apuesta como la nuestra adolecía de una gran dosis de
idealismo. A medida que el tiempo avanzaba hemos sido conscientes de lo
insostenible de esa apuesta: la presión militante ha deteriorado nuestra salud
mental, hay quien ha optado por priorizar una vida más normal (trabajo
asalariado, crear una familia...), quien ha priorizado el trabajo local frente
a la doble o triple militancia que hemos llevado a cabo... Llegadas a este
punto, hemos visto la necesidad de prestar atención y cuidar a nuestras
familiares y personas cercanas, así como a nosotras mismas. Tenemos claro que
la apertura y extensión de un nuevo ciclo revolucionario requerirá la apuesta
vital plena de muchas compañeras. Sin ello no hay revolución posible. Sin
embargo, sea como fuere, para nosotras aún no ha sido posible tal cosa.
Hasta aquí algunas
reflexiones y lecciones del recorrido y el final de Kimua. Hay aún más, pero
estas son, a nuestro entender, las más relevantes. Esperamos que os sean de
utilidad. En adelante nuestra página web seguirá en funcionamiento (www.kimua.eus) y puede que vayamos publicando
algunos de los textos que se nos han quedado a medio camino. Nuestro email
también seguirá abierto (kontaktua@kimua.eus)
por si alguien quiere hacer alguna aportación. El recorrido de Kimua termina
aquí.
Respecto a
nosotras, seguiremos luchando por la emancipación de Euskal Herria y las
desposeídas de esta tierra, cada una desde su lugar y a la espera de la próxima
oportunidad. Guiadas por las enseñanzas que nos ha proporcionado Kimua. Tras
estos tres años de andadura, el camino hacia una sociedad libre de toda
opresión cuenta en su horizonte con una nueva puerta. Tan pequeña como lo ha
sido nuestra propia existencia; tan grande como lo es todo empeño
revolucionario. Que sea eso lo que quede de nosotras.
Por último, dar
las gracias con todo nuestro corazón a todas aquellas que de alguna manera u
otra se hayan sentido parte de Kimua.
Un abrazo
revolucionario.